Son una especie en peligro de extinción. Quizás por eso creo que se merecen un serial más largo que “Cuéntame”, o al menos, unas cuantas entradas en este lupanar. Por favor, retiremos las sillas, movamos las mesas para hacerles sitio, han llegado, están aquí, son los One Club Man.
Para los asiduos a este tugurio que solo estén interesados en el griego y el francés apuntar que One Club Man es la expresión anglosajona que define al futbolista que ha agotado su carrera deportiva ligado, durante años, a una misma camiseta….y casi algo más que eso….ligado fielmente a una filosofía de vida.
Aquel jugador que, sin importar las ofertas recibidas, decide seguir en su club de siempre. Por supuesto, sin utilizar ese interés de otros equipos para sacarle los hígados al suyo propio, para exprimirle hasta obtener de él la última gota en forma de moneda. Que eso es hacer trampa y querer formar parte del club de los “One Club Man” sin pagar cuota de inscripción.
En definitiva, aquellos jugadores que son un soplo suave de romanticismo en esta tormenta de fichas abusivas, cheques, comisiones, contratos con cláusulas ocultas e indemnizaciones de todos los colores en el que se ha convertido este mundo del fútbol.
Lo sé, son éstos malos tiempos para la lírica y para las conciencias. Tiempos en los que, dicen, la utopía se ha echado al monte y el amor no es literatura si no se escribe en la piel. Tiempos en los que dicen que ya no importa para qué se juega, para quién, por qué ideales y para defender qué orgullo. Claro que uno se pregunta cómo se puede jugar bien si no se sabe para quién se juega.
En fin, que he titulado esta entrada como Episodio II, porque ya hace algún tiempo, va para 10 meses, hablamos sobre Matt Le Tissier al que creo merecedor del primer capítulo de la serie, un auténtico One Club Man.
Amables clientes, permítanme presentarles a otro miembro de ese selecto club….con ustedes el gran, el genial, el inigualable….Florian Albert…….
¿Florian Albert? ¿Y quién es ese?...oigo preguntar a los más jovencitos del lugar….pues hablamos de uno de los únicos seis futbolistas del antiguo telón de acero (Yashine, Blokhin, Belanov, Nedved y Shevchenko son los otros) que han sido distinguidos con el Balón de Oro al mejor futbolista del Viejo Continente. El único jugador húngaro que lo ha ganado, ni más ni menos.
Para conocerle bien os invito a trasladarnos a la tarde del 15 de Julio de 1966, mundial de Inglaterra. Esa tarde el mítico Goodison Park está lleno a rebosar. Hay electricidad y excitación en el ambiente. Los espectadores están a punto de ver al gran Brasil de Tostao, Garrincha, Didí o Pelé. Pero la exhibición que se esperaba no tuvo lugar, al contrario, Brasil fue borrada del campo y derrotada por 3-1. Otro jugador se encargó de acaparar todo el protagonismo, un jugador que pareció más brasileño que los mismos brasileños…Florian Albert era su nombre. Su genial y completa concepción del fútbol llegó a humillar a toda una campeona del mundo como Brasil. Aquella tarde que terminó encumbrándolo entre los más grandes Albert salió ovacionado del estadio. Era el delantero centro de una Hungría que pasaría a la historia. Luego volveremos a ese partido.
Albert nació en plena Segunda Guerra Mundial en un pequeño pueblecito en la frontera con Yugoslavia, este hijo de herrero descubrió el fútbol junto a sus dos hermanos cuando su familia emigró a Budapest. Con 11 años llegó al Ferencvaros y allí creció viendo jugadores de un talento inmenso como Puskas, Czibor, Kocsis o Hidegkuti, el conocido como Aranycsapat (equipo de oro) húngaro del que luego sería heredero.
Era un delantero centro goleador pero de los que quería estar siempre en contacto con la pelota, al que le gustaba crear, improvisar, hacer cosas diferentes. Hay quien dice que Van Basten es el jugador “moderno” que más se le parece. A mi , tras lo poco que he visto de él, me parece más jugador que el tulipán y se me asemeja más a lo que cuentan de Di Stéfano los que le han visto jugar.
Maravilló al mundo en los 60 con sus estilizados movimientos en el área, dignos del mejor Nureyev, y su terrible habilidad para alojar el balón entre los tres palos. Elegante, pausado y rápido a la vez, potente e inteligente, contemplar las imágenes de Albert es pura delicia. Se retrasaba para dirigir las operaciones del juego como un mariscal que reflexiona antes de mandar cargar por sorpresa.
Con Hungría fue máximo goleador en el Mundial de Chile junto a Garrincha. En la Eurocopa de España, en 1964, logró el tercer puesto tras caer en semifinales con la URSS. En 1966 en el Mundial de Inglaterra aterrorizó junto a sus compañeros Bene y Farkas a las defensas de medio mundo futbolístico.
Sus goles llevaron al Ferencvaros a conquistar cinco Ligas y la Copa de Ferias en 1965, único título internacional logrado hasta ahora por un club húngaro, por cierto, eliminándonos en cuartos a nosotros tras un partido de desempate. Dos años después volverían a eliminarnos de Europa con otro gol suyo.
En 1967, France Football se dignaba otorgarle el Balón de Oro por delante de Sir Bobby Charlton. En 1969 se rompía los ligamentos en un partido contra Dinamarca y el fútbol mundial perdía al bailarín húngaro que ya nunca volvería a recuperar su antiguo nivel. Un año después volvía a pisar un campo de fútbol pero ya nada era igual. Le pidieron que continuara....alargó cuatro años más su carrera...pero saltar al césped era un enorme sufrimiento....cada vez que iba a jugar tenían que sacarle líquido de la rodilla. Por ayudar a su equipo aguantó lo que pudo y en 1974 se retiró definitivamente.
¿Por qué un jugador de esa clase no siguió los pasos de Puskas, Kocsis o Kubala...?....Hasta el Santos intentó convencerle para que hiciera dupla con Pelé…..él responde….”Nunca quise huir de Hungría ni abandonar al Ferencvaros”. Admite que le hubiera encantado jugar en aquel Manchester United de Charlton, Best o Dennis Law. A cambio su decisión le consagró como dios mayor del Ferencvaros. Aún hoy no hay un solo Sábado que falte a su cita con los más jóvenes en Nepliget, la vieja ciudad deportiva de su equipo. El tiene claro el por qué de los males del futbol actual….”no le puedes dar a un jugador algo sin que haya demostrado nada”. Así de claro.
Y ahora habla el One Club Man que lleva dentro....“Llevo 56 años en este club. Ha sido el gran amor de mi vida. Le he dedicado más tiempo que a mi familia". No es extraño que hoy sea presidente honorario y el estadio del Ferencvaros lleve su nombre.
One Club Man….¿todo eso ha muerto?. Los empresarios, las sociedades anónimas, los sempiternos presidentes, los asquerosos tratantes de ganado denominados representantes, los abogados y sobre todo, el dinero. Eso es lo que importa ahora. Ley de vida supongo. Ley de vida me consuelan. Ley de vida me resignan.
Lo que quieran pero yo prefiero seguir admirando a Florian Albert y a los miembros de su selecto club. Los auténticos One Club Man.
PS: Os recomiendo que perdáis media hora visionando estos videos, es el Hungria-Brasil del 66 a trozos......fijaros en el “9”, nuestro Albert, , en el “10”, Farkas, y en el “7”, Bene…..hacen diabluras, sus combinaciones son fútbol en estado puro. Si jugaba así de forma habitual la comparación con Van Basten se me queda corta.
Hacia tiempo que no veía a un “9” con esa inteligencia, calidad, potencia, velocidad, trabajo......atentos al cuarto gol marcado por Hungría y anulado por el árbitro....madre mía, Albert, madre mía. Por no faltar no falta a la épica ni siquiera la figura del jugador con el brazo en cabestrillo. Partidazo. Es mi regalo de Reyes.
Por cierto, este “9” tuvo el honor de pisar dos veces el verde sagrado de San Mamés, y nuestro templo tuvo el privilegio de acoger, dos veces, la figura de esta joya del fútbol. Suerte que tuvieron nuestros padres.
http://www.youtube.com/watch?v=bliVNtm8X_Uhttp://www.youtube.com/watch?v=osR4HZu3j0Ahttp://www.youtube.com/watch?v=xBKAd6RQUCwhttp://www.youtube.com/watch?v=n0lam4h3vDk&NR=1