“Un jardín...en el centro del jardín, un surtidor,....en el centro del surtidor, dos piedras....entre las dos piedras, una flor.”
Siempre que pensaba en Preston y, en general, en el condado de Lancashire, le venía a la mente aquella imagen. La imagen del jardín de Mirror House, la mansión donde pasó buena parte de su infancia. Aquellos fríos, húmedos y melancólicos inviernos a la orilla del Ribble. El viento del invierno inglés inflaba su chaqueta al caminar mientras inundaba sus ojos del verde de los arbustos mecidos por la brisa del Norte. Sentía la piel como salpicada de agua y de sal.
En aquella ocasión la razón de su regreso a Preston era triste. Triste como la bruma de Febrero que cubría el camino, que ocultaba de sus ojos el bosque de Bowland y envolvía entre sombras oscuras Deepdale, el destino final de aquel paseo. El Sábado 15 de Febrero saltó la noticia, Tom Finney, Sir Finney, había fallecido a la edad de 91 años. Sí, “el fontanero de Preston”, el ídolo futbolístico más grande de aquella ciudad, respetado en todos los campos de Inglaterra, había dejado de respirar, y todo Preston, y con ella el entero condado de Lancashire, lloraba desconsolada. Aquella tarde, el estadio de Deepdale, la casa donde Tom realizó buena parte de sus prodigios, iba a rendirle un sentido homenaje…..¿cómo faltar a esa cita?.
La escultura de Tom que el Preston North End, su club de toda la vida, mandó erigir a la entrada de Deepdale en reconocimiento a su mítica figura, apareció aquella fría mañana vestida con la camiseta del club y adornada con multitud de recuerdos y ramos de flores de una afición, de toda una ciudad, entregada para siempre al recuerdo de su gran héroe, del mito por el que sentía veneración.
El silencio en el estadio, un silencio que hablaba de respeto, de cariño y admiración, mientras se desplegaba una gran pancarta con la imagen de Sir Finney, la estruendosa ovación posterior y los cánticos de aquella afición todavía le ponen el vello de punta. Y su historia, la historia del pequeño Tom, contada una y mil veces en los pubs de aquella pequeña ciudad, a poco más de 40 km de Manchester, también le erizaba la piel, una historia de lucha y entrega, de lealtad y cariño….sobre todo una historia de lealtad y cariño a unos colores, a una camiseta.
Tom había nacido el 5 de Abril de 1922 en Preston, en el condado de Lancashire. Nació pues en una de esas ciudades matrimoniadas con el fútbol, no por nada el equipo de la ciudad, el Preston North End, es uno de los decanos de la historia del fútbol inglés, el primero en conseguir lo que en Inglaterra se llama “The Double”, el doblete que diríamos nosotros. Era el año 1889. Aquella fue la primera liga inglesa y el Preston la dominó por completo. No perdió ni un solo partido, 18 victorias y 4 empates. Once puntos de ventaja a su más inmediato perseguidor, el Aston Villa, hizo que aquel equipo recibiera el apodo de “Los Viejos Invencibles”. A ese éxito hay que añadir que ganaron la F.A. Cup sin conceder un solo gol.
El éxito se prolongó el siguiente curso al ganar la segunda y última liga que figura en su palmarés. Para encontrar otra Copa hay que buscar en la temporada 1937-38. Para encontrar en la liga inglesa otro equipo que haya levantada el título sin perder un solo partido hay que mirar a la temporada 2003-04, cuando el Arsenal, F.C. firmó la hazaña.
No es de extrañar pues que aquel Preston fuera considerado el mejor equipo europeo de su época y su hogar, su guarida, Deepdale, uno de los campos de fútbol más antiguos del mundo que todavía sigue en activo, un auténtico templo, venerable y temido templo.
Un dato que muestra la pasión por el fútbol que anidó siempre en Preston es recordar que en una ciudad de menos de 200.000 habitantes en el año 1938 para un partido contra el Arsenal la asistencia llegó a ser de 42.684 espectadores.
En ese ambiente de amor y pasión por el fútbol y por el Preston se crió Tommy. No tuvo una infancia sencilla, la prematura muerte de su madre cuando Tom tenía solo cinco años marcó su niñez. Desde crio Tom tenía claro su mayor deseo, la ilusión de su vida, triunfar en Deepdale, oir entonar su nombre a la afición de Preston en ese estadio que él veía todos los días porque apenas unos metros le separaban de la casa en la que vivía junto a su padre.
“Tom, vamos, ponte ya el mono azul….y ¡deja ya de una vez ese balón!, tenemos trabajo!”. Si algo tenía claro mister Finney es que su chico aprendería su oficio, aquel trabajo que le permitía sacar adelante, con dignidad, a su familia. Tommy, sería un buen fontanero, eso lo primero, y luego ya, en el poco tiempo libre que le quedase, que diera todas las patadas que quisiera a aquel balón de cuero.
Tommy siempre había sido un niño dócil y obediente. Justo lo contrario de lo que sucedía cuando había un balón por medio. Entonces, se transformaba. El muchacho se convertía en un tirano, dominaba el balón, lo pegaba a su pie y emprendía una de aquellas arrancadas zigzagueando, ahora salgo por la derecha, ahora salgo por la izquierda que convertían en un imposible arrebatarle el balón.
Los parques de la ciudad de Preston, en la dulce Inglaterra de entreguerras, fueron los primeros en percatarse de la habilidad que con el balón mostraba aquel menudo cuerpo en el que residía Tom. No es solo ya que hiciera cosas que otros no hacían……más importante que eso era…la velocidad con que las ejecutaba. Como un rayo.
Sin embargo, por sus características físicas, ni su padre, ni sus primeros técnicos creyeron que aquel muchacho dulce, aunque eléctrico cuando corría la banda, pudiera tener gran porvenir con el balón. Se equivocaron de medio a medio con él.
La Segunda Guerra Mundial tampoco ayudo a Tommy, retrasó su llegada al primer equipo del Preston. Le tocó combatir en el VIII Ejército de Montgomery como conductor de un carro de combate. En medio del fragor de la guerra los partidos entre soldados le permitieron mantenerse en forma durante la contienda. ¿Cuántos Tommy Finney no nos habrá arrebatado la locura de la guerra?.
Finalmente llegó el momento tan esperado. Finney tenia 24 años cuando en Agosto de 1946 podía debutar con el equipo de toda su vida, el Preston North End. Lo que le dijo su entrenador antes de saltar al campo evidencia que, todavía, no había gran confianza en “el fontanero de Preston”………”Tom…..no te preocupes demasiado, muchacho….nadie espera mucho de ti”.
“Nadie espera mucho de ti”. Tan solo 28 días después de esa afirmación Finney era llamado para debutar con la selección de fútbol de Inglaterra. Tan eléctrica y rápida fue su ascensión en el mundo del fútbol como eléctrico y rápido se movía en el campo. En aquel primer partido con la selección inglesa, en Belfast, frente a Irlanda del Norte marcó un gol en la sencilla victoria inglesa 2-7.
Cinco años después de su debut con el Preston ganaba con su equipo la Football League One. En 1954 y en 1957 fue elegido como “futbolista del año” en Inglaterra, siendo el primero en ganar dicho premio más de una vez. Jugó en el Preston un total de 473 partidos en catorce temporadas, en los que marcó 210 goles, siendo hasta la fecha el máximo goleador del club en toda su historia. En toda su carrera, larga e intensa, no vio ni una sola tarjeta, todo un caballero Sir Finney.
Fue internacional con Inglatera un total de 76 veces a lo largo de trece años marcando 30 goles. Cuando, en 1958, marcó su gol número 29 contra la Unión Soviética se convirtió en el máximo goleador de la historia de su selección. Para superarle hubo que esperar a un mito como Bobby Chalton.
Disputó tres mundiales (1950, 1954, 1958) y se convirtió en uno de los mejores regateadores de la historia del fútbol. La discusión sobre si diblaba mejor que Stanley Matthews, con el que coincidió en la selección, todavía sigue vigente.
En la temporada posterior a su retirada el Preston descendió y nunca ha regresado a la máxima categoría del fútbol inglés. "Nadie espera mucho de ti”…..Tommy, ríete por última vez.
Sobre el “fontanero de Preston” se han dicho muchas cosas. Bill Shankly, aquel mito del Liverpool, lo tenía claro..”Tom habría triunfado en cualquier equipo, en cualquier lugar y en cualquier época hasta con el abrigo puesto. Los rivales lo temían tanto que ponían a un hombre para que lo marcara incluso cuando estaba calentando”.
Tommy Docherty, compañero suyo en el Preston, también fue, recientemente, muy explícito al glosar su figura: “Fue el Messi de la época”.
Para el recuerdo nos queda una de las imágenes más legendarias que nos ha dado el fútbol inglés. Era Agosto de 1956 y una de las veloces galopadas de aquel extremo era inmortalizada para siempre. En Stamford Bridge, sobre un césped que escupía agua, y bajo la lluvia, Tommy resbalaba en un gran charco, mientras superaba a dos rivales, y la cámara de John Horton estaba allí para que aquella imagen pasara, para siempre, a formar parte de la leyenda.
Esa fotografía inspiró la estatua que Peter Hodgkinson creó y bautizó con el título “The Splash” y que está situada al lado de The National Football Museum, para que los aficionados recordaran hasta la eternidad a este singular futbolista.
Por supuesto, Tom Finney, conocido también por el apodo de “extremo fantasma” por esa rara habilidad que tenía para aparecer por sorpresa cuando menos esperaban los defensas, pronto llamó la atención de los grandes clubes ingleses y del resto de Europa. Las ofertas le llovieron, Manchester, Liverpool, los equipos de Londres, el todopoderoso Inter de Milán, todos quisieron contar con él en sus filas.
Pero Tommy tenía claro lo que quería y se mantuvo fiel a principios que para él eran más importantes que el dinero. La lealtad y la fidelidad al equipo de su ciudad daban sentido a su vida. Rechazó todos y cada uno de los contratos que le pusieron por delante y se convirtió así en un auténtico ídolo para aquella afición, un auténtico mito para la ciudad de Preston. Tom Finney, un auténtico One Club Man.
Y ahora mismo, volviendo de Deepdale, en esta tarde de agua y miel, más allá del horizonte, veo unos destellos blancos y rosados que, no sé bien la razón, me hacen recordar la sonrisa de un niño menudo, ágil y veloz, jugando feliz con un balón.
Goian bego, Tom Finney.