Pero... ¿hubo alguna vez 11.000 vírgenes?....

Estos días atrás, hemos mentado el mito de Don Juan por muy distintas maneras y motivos... y no precisamente por sentirnos seducidos por el juego rojiblanco...

Uno de nuestros mas asiduos y perspicaces clientes, conocido planetariamente como Tao The King (véase foto superior), nos ha enviado este tratado sobre la virginidad para su difusión en el Ambigú titulado: "Pero... ¿hubo alguna vez 11.000 vírgenes?", inspirado en una obra de Jardiel Poncela del mismo nombre.



Disfrutad, a continuación, con la atinada reflexión, amigos zurigorris...



Inspirado en una vieja leyenda, Enrique Jardiel Poncela publicó en 1931 una novela con este título. Jardiel, con un gran sentido del humor, compuso un estudio sobre el “donjuanismo”, protagonizado por el seductor Pedro de Valdivia, conquistador de 37.088 mujeres y al que sólo una se le resiste, Vivola Adamant. Antes era el seductor quien dejaba tras de sí a mujeres humilladas y vencidas por sus negativas, ahora es el rechazo de Vivola lo que significa su final, de nada le valdrán súplicas y gimoteos ante la actitud de desprecio de la mujer ante el “don Juan” caído:

“Lloraba. Gemia. Balbuceaba. Quería hincarse de rodillas. Besar las manos de la mujer. Besar su vestido. Besar el suelo. Besarlo todo. Humillarse. Sacrificarse. Desaparecer. Las lágrimas marcaban relejes en su rostro y arrugaban su pechera y mojaban a Vivola.”

Esta lo rechazó con asco infinito. Lo encontraba grotesco y absurdo. Y demasiado húmedo.”

Por extraño que parezca, es como si en 1931 Jardiel estuviera describiendo la actual situación del Athletic. El otrora equipo seductor, el que se podía permitir ni valorar siquiera la posibilidad de fichar a grandes jugadores vascos no nacidos en su territorio, hoy se arrastra por el mercado mendigando la contratación de jugadores menores.

Leyendo la escena anterior, me estoy imaginando al presidente del Athletic implorandole a Ezquerro y, la verdad, no quiero ni imaginarme la respuesta del calagurritano. Tristemente, este no es un caso concreto de un jugador despechado con un presidente. El Athletic cada vez seduce menos: Joseba Llorente, Iván Campo,… ninguno de ellos estrellas del universo futbolístico, rechazan con toda naturalidad la oferta de un club que tradicionalmente ha sido uno de los más grandes. Y la cosa no queda ahí: jovenes promesas de otros clubes se piensan mucho su ingreso en Lezama, algunos, incluso, que han llegado a la cantera bilbaina, no dudan en abandonarla ante ofertas de nuevos seductores con mayor fuste, como hemos visto este verano con la fuga de dos jugadores a Inglaterra.

Se podrá argumentar que son algunos los que rechazan al Athletic, pero son otros muchos los que han querido en los últimos años venir a este club. Cierto, pero no olvidemos que la mayor parte de los que han llegado lo han hecho atraídos por unas armas de conquista muy poco edificantes: ¿cuántos de nuestros últimos veinte fichajes ganarían lo que ganan o tendrían el reconocimiento deportivo que tienen si se hubieran quedado en sus equipos de origen o se hubieran puesto a subasta pública en el mercado futbolístico? Por otra parte, huelga decir que otros jugadores vascos realmente importantes son tan inalcanzables a nuestras armas de seducción que ni siquiera intentamos su conquista.

¿Cómo se ha llegado a esta situación? ¿No creíamos que el Athletic era el equipo en el que todo jugador vasco desea estar?

Volvamos por un momento a la leyenda original de la que parte Jardiel Poncela: la de santa Úrsula y las once mil vírgenes. De forma resumida podríamos decir que Úrsula, hija de un rey cristiano de la Gran Bretaña, va a casarse con el hijo de un gran rey pagano. La joven desea conservarse virgen, a lo que su futuro esposo accede, otorgandola una demora de tres años y diez jóvenes mujeres de noble cuna, así como mil vírgenes que acompañen a cada una de las once. Todas ellas se embarcan durante esos tres años y cuando está a punto vencer el plazo y regresaban, una tormenta alejó los barcos de las costas inglesas. Comienza un peregrinar que lleva a las once mil vírgenes por muchos lugares, pero es en Colonia donde dan de bruces con los hunos. Ante la resistencia de las once mil a ser deshonradas y abandonar su fe, los bárbaros acabarán asesinándolas.

La leyenda parece que surge de un fallo de interpretación de una inscripción en latín que se conserva en la Iglesia de Santa Úrsula en Colonia: se ha deducido que XI.M.V. se refería a once mil vírgenes (undecim millia virginum) cuando, probablemente, se estuviera refiriendo a once (undecim martyres virgines).

Efectivamente, esta es la cuestión que formuló Jardiel Poncela en el título de su novela, que, adaptándolo al Athletic podría ser: “Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes rojiblancas?

Siempre se ha dado por buena la afirmación de que el sentido de pertenencia al club zurigorri de los niños, desde que entraban en Lezama, o aspiraban a entrar, era una de los valores esenciales del Athletic. Aquí no había mercenarios, por lo que el sentimiento de superación, el hambre de triunfo defendiendo los colores permitía llegar allá donde no alcanzaban otras virtudes futbolísticas. Y, quizás inocentemente, pensabamos que eso era extensible a cualquier jugador vasco desde su más tierna infancia: acogerían con entereza el martirio antes de abjurar de su fe zurigorri.

El problema es que parece ser que todo fue un error de interpretación, que había un buen número de vírgenes pero no tantas como creíamos. Hay un aspecto que muchos aficionados jóvenes no conocen: la existencia, en su día, del derecho de retención por parte de los clubes. Quizás sea un tanto cruel y ganas, innecesarias, de remover figuras mitológicas de nuestro particular olimpo, pero ¿os habeis preguntado cuántas de nuestras diez o quince mayores figuras hubieran hecho hoy en día esas carreras tan largas sin salir del Athletic? No quiero decir que ninguna, pero posiblemente no todas. En los tiempos en que los clubes ya no disponían de esa herramienta para retener a los jugadores, el Athletic sufrió algunas de esas huídas, jugadores que, ante los bárbaros, preferían perder la virginidad que convertirse en mártires.

No obstante, hay algunos aspectos más que han contribuído decisivamente a la pérdida de esos valores. No puedo dejar de pensar en la famosa frase que un día, para nuestra desgracia, pronunció Pedro Aurtenetxe: “Iremos a por el crack del vecino”. Aquel día, el Athletic dejó de ser en buena parte el galán seductor que siempre había sido para convertirse en un pequeño putero, condición esta que ha ido agigantando con el paso del tiempo. Mientras la cartera estuvo bien dotada y dábamos cierta imagen de grandeza en lo deportivo, no teníamos problemas para seguir atrayendo a nuestros caprichos. Claro que, con el paso del tiempo, nuestros caprichos eran de menor calidad.

Finalmente, hay que referirse a otro aspecto que ha contribuído a tirar por tierra nuestro sueño de contar con miles de vírgenes rojiblancas: la llegada obscena de esos seres ratoniles y esquinados que son los representantes.

Un chaval, ingenuo, de mirada pura, sin malear aún, sueña con defender un día los colores del Athletic, pero puede cruzar su camino un representante y todo cambiará. Lo prioritario, formarse de la mejor manera para dar grandes tardes de gloria al equipo de sus amores, pasa a ser accesorio, instrumental. Si el chaval es bueno, el Athletic será el medio para ganar mucho dinero, costearse una buena vida y, si hay suerte, acabar en algún equipo que le permita mayores logros deportivos. Si no es muy bueno, el astuto representante se valdrá de sus mejores trucos para que, como mínimo, el Athletic se convierta en el mejor plan de jubilación para el chico, su familia y, por lo que le toca, para el propio representante.