Sin noticias de Wagner

Hace unos días el Primer Lord del Almirantazgo de Guriezo citó en este rincón virtual la famosa frase de Woody Allen en “Misterioso asesinato en Manhattan”: "No puedo escuchar tanto Wagner... ¡me dan ganas de invadir Polonia!". Algo así debía ocurrirles a los futbolistas alemanes cuando vestían la camiseta de su selección. No se conoce una participación suya en un campeonato en la que no hayan pasado como una apisonadora sobre algún equipo rival, independientemente de que el combinado germano estuviera compuesto por jugadores más correosos o más técnicos. Parafraseando al hipocondriaco director neoyorquino: “No puedo ver tanto a Alemania… ¡me dan ganas de aplastar algúna potencia mediana o pequeña en un Mundial!”

El partido que anoche disputó la selección alemana frente a la australiana, a quien apabulló por cuatro goles a cero, fue igual de aplastante que antes, pero prácticamente nada wagneriano. Eso es lo que hubiera salido ganando Polonia de haberse clasificado para este campeonato mundial, al menos no hubiera sido invadida. Hay quien puede preguntarse “dónde está Alemania, que nos la han cambiado” y dicha cuestión no sería baladí. Ayer en Durban pudimos presenciar una nueva Alemania. Nueva en todos los sentidos: muchos jóvenes y talentosos jugadores practicando un estilo de juego diferente al que les hizo merecedores de la célebre sentencia de Gary Lineker: “el futbol es un deporte en el que juegan once contra once y al final gana Alemania”. La duda que puede quedar después de esta primera exhibición teutona deberá despejarse en los sucesivos partidos de este Mundial: su futbol es muy atractivo para el espectador, pero ¿será igual de efectivo que la versión wagneriana con la que ganaron tres copas mundiales? Como primer matiz al abultado triunfo ante Australia debe señalarse la debilidad de esta selección.

Sudáfrica representa para los socceroos la reválida después del buen sabor de boca que dejaron hace cuatro años en Alemania. Entonces sorprendieron, a las órdenes de Guus Hidink, con un futbol descarado, presentandose en octavos para caer ante Italia o, mejor dicho, ante el ábritro Medina Cantalejo. De aquella selección, cuya base estaba formada por jugadores de la Premier League, han llegado la mayor parte de ellos a la cita sudafricana, pero su rendimiento frente a Alemania ha distado mucho del que ofrecieron en el anterior Mundial. Al frente ya no está el mago Hidink, quien suele convertir en oro lo que toca, y muchos de sus jugadores, cuatro años después, están en el declive de sus carreras. A esto se añade las carencias importantes que sufren en la delantera (ya no está su mayor referente en ataque, Viduka), por lo que su capacidad ofensiva es muy escasa. No es de extrañar, por tanto, que frente a los alemanes el planteamiento inicial aussie consistiera en tratar de mantener el mayor tiempo posible su portería a cero.

Poco tardó Alemania en romper el cerrojo australiano. Podolski acertó con la portería de Schwarzer a los ocho minutos y apenas veinte minutos después era Klose quien volvía a batir al portero del Fulham. El gol de Klose, a falta de más de una hora de juego, cerraba el partido y, a la vez, servía de bálsamo para el delantero del Bayern, tras haber fallado alguna ocasión clamorosa. El dominio del juego alemán era absoluto, aunque se observaba una notable diferencia con el estilo que habitualmente ha caracterizado a esta selección: su juego era pausado y muy combinativo en la linea de medios. No estaba ganando a su rival por aplastamiento, no estaba utilizando su típico estilo de “invadir Polonia”, sino que estaba doblegando al contrario a base de posesiones largas de balón, entrelazando pases y combinando entre lineas. Un cambio sustancial, sin duda, pero nada incoherente si analizamos la composición de esta plantilla de jugadores.

Tras la Eurocopa de hace dos años en Austria y Suiza, en la que Joachim Low empezó la pequeña revolución que está experimentando el futbol alemán, bien por decisión técnica bien por lesión han ido cayendo de la lista de seleccionados una serie de jugadores de un determinado corte, que conferían ese estilo clasico del futbol alemán. Por decirlo de manera bastante rudimentaria: alguno de los jugadores más “técnicos” de entonces, como Schweinsteiger, ha pasado a ser ahora del grupo de los “trotones”. Han desaparecido los Frings, Hitzlsperger o Ballack y han entrado futbolistas mucho más creativos y dados a la combinación como Özil, Müller o Khedira. También es un cambio generacional; se trata de una selección muy joven (muchos jugadores están entre los 20 y los 24 años) y, acorde a los tiempos que corren, una selección de origen multiétnico, recordando ligeramente a aquel grupo multirracial francés campeón entre 1998 y 2000. A esto hay que añadir un dato más: los veintitrés seleccionados proceden de equipos de la liga alemana, dato que puede ser interpretado de diversas formas y que posiblemente tenga cierta relevancia a la hora de analizar aspectos intangibles como la cohesión o el conocimiento que estos jugadores tengan dentro del grupo.

El partido quedó finiquitado en la primera parte y el segundo tiempo fue para deleite del aficionado, quien pudo disfrutar de combinaciones preciosistas y de dos goles más en una gran jugada culminada por Müller y en un buen remate de Cacau. En un torneo en el que se está pudiendo ver un nivel futbolístico bastante bajo, Alemania ha dejado muy buenas sensaciones. Es cierto que apenas ha encontrado oposición en una débil Australia, pero no lo es menos que en todo momento los germanos han dado la impresión de que se estaban guardando munición para citas de mayor enjundia. Por ahora nos quedaremos con la incógnita: ¿volverá Wagner?