Operación TACO

Mi nombre es... bueno, obviemos por el momento el nombre.

He redactado estas lineas porque he hecho algo malo, muy malo. He defraudado a quienes habían depositado su confianza en mi, estoy muy arrepentido y no sé qué hacer. Necesito desahogarme.

Desde hace seis años jugaba en un equipo de futbol y allí me querían mucho porque era muy luchador y siempre decía que era mi casa y mis colores y que nunca pensaba irme de allí.

Pero mi madre me dijo un día que sus amigas del pueblo le habían preguntado por qué yo no jugaba nunca esos partidos que dan en la tele los miercoles en lugar de estar siempre con mi novia, que, por si no la conocen, aprovecho para decir que está como para mojar pan, o tomar un colacao con mis amigos del equipo.

Además, me hice muy amigo de los compañeros de la selección. Amigo es poco, eramos uña y carne. Hasta el punto que me decían que me fuera a su equipo. Ya verás lo bien que lo 'pasemos' todos juntos, decía siempre el cachondo de... umm... no debería decir nombres... llamemosle Rostro Pálido.

Un día vino mi representante y me dijo: He hablado con tu madre y estamos de acuerdo en que tienes que salir de este equipo y volar más alto. No te preocupes, ya te buscaré algo por ahí. 

¿Podría ser con mis amigos de la selección, que son muy majos y siempre me animan para que me vaya con ellos? 

No sé -me contestó- quizás en su club sólo tengan 'armas de seducción' y nosotros vamos a necesitar mucho más que eso, vamos a necesitar dinero.

Llegó el verano y mi representante encontró un equipo que me prestaba el dinero para desvincularme de mi contrato actual. Pero en el club no me querían dejar marchar así como así y se empeñaron en que no les valía con que los del... digamos... el club extranjero, para entendernos, pagaran los 40 millones que valía mi deseada libertad, sino que insistían en que debía hacerlo yo.

No voy a reproducir aquí todas las idas y venidas del caso, cuento lo más importante: los extranjeros accedieron a darme un maletín con 40 millones de euros para que yo mismo los depositara en la sede de la LFP. Así, por fín, me desvincularía de mi actual equipo y podría fichar por ellos, mi madre se lo podría restregar a las arpías de sus amigas, mi representante se llevaría una buena comisión y yo podría luchar por ganar importantes títulos.

Nos acercamos al final y para ello debemos situarnos un miércoles a media tarde en un aeropuerto madrileño. Mi vuelo procedente del extranjero, donde fui a pasar un reconocimiento médico clandestino, acababa de tomar tierra.

Después del aterrizaje, me dirigía por la terminal al punto en el que, según las instrucciones que me habían dado, un abogado me esperaba junto a mi representante para dirigirnos juntos a realizar el pago. No sé que me pasó por la cabeza en ese momento. La vista se me nubló, así que decidí entrar en el baño para refrescarme la cara. Allí, ante un espejo, me miré y miré el maletín con el dinero. Fueron apenas unos segundos lo que tardé en responder a la pregunta: ¿Realmente quieres hacer esto? Inmediatamente abrí el portafolio y saqué un fajo de billetes, pequeños, no correlativos y sin marcar, me los metí en el bolsillo y me subí la capucha de mi sudadera antes de salir del baño. Con toda la cautela de la que fuí capaz pase junto al abogado y mi representante, que no paraban de mirar el reloj y buscarme con la vista entre los largos pasillos del aeropuerto. Cuando estuve seguro de haberlos dado esquinazo me dirigí al mostrador de una compañía aerea y pedí un billete para las Islas Caimán. Con el billete en una mano y el maletín fuertemenete agarrado en la otra apreté el paso hacia la zona de embarque.

Lo había hecho, era libre y tenía 40 millones en mi poder... ¿Jugar al futbol? Al futbol que le den por c***...