Gabriel García Márquez publicó en 1981 la (a mi modo de ver) emotiva novela “Crónica de una muerte anunciada. Tal y como el propio título de la obra anuncia, el libro comienza de manera sorprendente, con el desenlace final. Es decir, García Marquez desvela que Santiago Nasar ya esta muerto, y que lo mataron los hermanos Vicario para vengar el honor deshonrado de su hermana Ángela. El relato termina precisamente en el momento en el que Santiago Nasar muere.
Pensaba yo en esto ayer mientras miraba en la pantalla de televisión de Amatxu la entrega de la txapela de campeón del cuatro y medio a Aimar Olaizola. Y pensaba en esto digo, porque pocas veces he estado tan seguro del desenlace de un encuentro deportivo como lo estaba ayer tras los primeros tantos del partido.
Todo parecía que estaba preparado para ver una grandísima final. Los dos mejores pelotaris del momento y me atrevería a decir que de los mejores de la historia, un frontón precioso lleno, y una afición dispuesta a darlo todo y a disfrutar del espectáculo. Vamos, que hasta se dio el curioso caso de que había chicas en el frontón.
Pero la final resultó un fiasco. No había más que mirar a la cara de Martinez de Irujo para darse cuenta de que aquello no iba con él. Irujo es un enorme pelotari. Un revolucionario del frontón. Un asesino en la cancha. Un kamikaze de la loseta……..pero ayer Irujo no salió a jugar. Tengo mi opinión sobre lo que pudo pasar, pero lo que parece que nadie duda (ni él mismo) es que ayer Martinez de Irujo pasó como un fantasma sobre las dos paredes y el rebote del frontón. Solo mirarle a la cara uno podía ver que esa mirada salvaje, ese brillo animal en sus ojos….ayer se perdía en una mirada lánguida y extraviada.
A duras penas logro rescatar un par de tantos que honran a los dos finalistas. El resto, un partido sin ritmo, sin chispa, y en el que ganó el que más ganas tenía de ganar. Oiremos que Olaizola le supo jugar a Irujo, que no le dejo pegar a la pelota, que sacó muy bien, que su táctica de mandar pelota blandita (al más puro estilo Chang contra Lendl) para descentrar a Irujo fue maravillosa, que patatín y que patatán, pero para mi ayer la pelota no le entraba en la mano a Irujo….. porque Irujo no estaba en Bilbao ayer. Así de simple.
Tuve la oportunidad de tragarme todo el reportaje previo sobre la final y pude ver a un Irujo triste, contrariado, incómodo, conformista y yo diría que hasta asqueado. Conociendo un poco al de Ibero me da que toda esta patochada de los aplazamientos de la final le han hecho mucho daño y le han deprimido profundamente. No sólo a él. A muchos de los pelotazales que conozco también.
Me explico: La final la tienen que jugar los dos pelotaris que se la han ganado. En este caso, Aimar y Juan. Punto. Hasta ahí todo claro. Lo que no es de recibo es toda esta pantomima que se ha montado Olaizola (no sé si muy bien asesorado) y que han permitido las empresas. Subrayo lo de las empresas, porque pedir es libre…conceder también. En primer lugar ocultaron que Aimar tenía un dedo roto. Después dijeron que estaba roto, pero que en una semana estaría para jugar. Luego en otra, luego en otra…y así hasta el esperpento final.
Por qué hablo de esperpento? Las empresas de la pelota, sabían que no podían pedir un aplazamiento de 1 mes para la final, porque dada su reglamentación interna quien la debería jugar caso de ser una baja tan larga debería ser otro pelotari, como ya han hecho en otras circunstancias. Si se admitiera que había que esperar un mes así de golpe, eso sentaría precedente de cara al futuro, y sobre todo sería un agravio para quienes anteriormente se han visto obligados a no jugar al no concederse estos aplazamientos que tan alegremente se han dado ahora. Insisto. Me parece muy bien el aplazamiento, pero a partir de ahora seguiré con lupa lo que se haga desde los despachos.
Me consta que los Olaizola no están muy bien vistos dentro del resto de pelotaris y desde luego con detalles como el de esta final no van a conseguir que en el vestuario se les vea mucho mejor.
En fin…..lo dicho….Crónica de una decepción anunciada.
