Avanzaba la tarde en Moscú cuando recibí, alborozado y por sorpresa, su visita. Sí, nuestro Almirante, de vez en cuando, solía premiarme con su presencia en mi humilde despacho. Le gustaba descansar sus ojos mirando el Moskova, a través del gran ventanal, y esa suave nieve cayendo, blanqueando las calles, mientras crecían las primeras luces que iluminaban la ciudad. Unos vasos de mi mejor vodka solían hacer el resto y la conversación surgía, habitualmente, sin asperezas ni aristas, fluyendo apacible como siempre que conversas con alguien a quien quieres y admiras. ¡Que magníficos momentos fueron aquellos y cuánto aprendí en ellos!.
Sin embargo, en aquella ocasión, tras el abrazo “reglamentario”, dándome la espalda, sin apartar su mirada del Moskova, y antes de que pudiera siquiera “desenfundar” mi mejor botella de vodka, sonó su voz. Y sonó dulce, sí, pero con ese punto de autoridad con el que te hacía saber que, en aquella ocasión, no iba a admitir un “no” por respuesta.
“Mi General, ¿me permitiría repasar alguno de los expedientes especiales de su departamento,, en concreto, los que están en su archivo personal?”. Entendí, entonces, que aquella reunión no iba a ser solo un ratito improvisado de buena camaradería.
“Mi Almirante, por favor, sabe usted, de sobra, que está en su despacho….”. Le entregué las llaves de mi archivo personal y al poco nos encontramos sentados ambos en mi escritorio, frente a frente, él con la carpeta que había seleccionado en su mano. Leía el expediente mientras sonreía, con ese gesto burlón suyo tan característico. Era evidente que había encontrado lo que buscaba.
Al poco deslizó suavemente la carpeta hacia mí y musitó con voz de encantador de serpientes, “¿No cree, General, que es tiempo para que escriba un informe final y pueda dar por cerrado este expediente como ya hizo, en su día, con el Expediente Strelsov?....indudablemente corren nuevos tiempos, mi querido Asilovich, y usted no es ajeno a la nueva situación. Digamos que hay ciertas cosas que conviene ya hacer públicas…¿no lo cree así, General?”….
Ayer mismo, finalmente, resultado de aquella entrevista, quedó completado el informe, por supuesto por triplicado, y puestos ya los diez sellos pertinentes. Hora es, pues, de hacerlo público, como me pedía nuestro Almirante, por el conducto reglamentario.
"Praga, primavera de 2012.
La primavera en Praga siempre me resulta evocadora. Nostalgia, tal vez, de tiempos mejores. Mientras espero tu llegada, sentado en una mesa de esta coqueta terraza, cierro los ojos y vuelvo a escuchar el maravilloso sonido de aquellos tanques avanzando por la Plaza Venceslao . En aquel Agosto de 1968 tenía lugar la “Operación Danubio”, perfectamente diseñada, , el verdadero rostro humano del socialismo y en una ciudad, Praga, que siempre me pareció un lugar perfecto para invadir. Están en el medio y además son pocos.
Aquella iba a ser, cuarenta y cuatro años después, la última vez que nos veíamos. No sé qué hora marcaría el reloj de la plaza pero las luces parecían, todavía, tenues. En la esquina un tipo tarareaba, con voz aguardentosa, una canción. El fuerte sonido de su voz se mitigó cuando apareció la tuya, siempre suave, como tu fútbol, una especie de bruma cósmica con swing. Tras tu voz, tus ojos, invariablemente despiertos, acompañando tu primer saludo siempre con mensaje.
“Las armas sirven, mi General, para matar hombres, pero como habrá terminado por comprobar nunca sirvieron para matar ideas”.
Así era Josef, observador y abierto, poco dado a juicios radicales y dispuesto a comprender pero también directo y firme cuando era necesario.
En realidad la historia de Josef Masopust, que así se llama mi acompañante, es casi la historia de Chequia en el siglo XX y la de uno de sus equipos más laureados, el Dukla de Praga, el equipo de Josef y el equipo del Ejército. De alguna manera nuestro equipo.
Josef lloró por primera vez un 9 de Febrero de 1931. Hijo de un minero de Most, lo que siempre marca carácter, vio la luz en un pequeño pueblo de los Sudetes donde los checos eran minoría con respecto a la población de origen alemán. Eso fue, pocos años después, lo que “justificaría” su invasión desde el Oeste germano. Podemos decir, pues, que Josef aprendió a jugar a fútbol entre nazis. Siempre me ha gustado escucharte cuando describías tu infancia.
“Yo vivía en un pueblo pequeño en el que checos y alemanes éramos iguales. Eramos amigos. La política daba igual. Aquello terminó cuando la política lo envenenó todo. Los alemanes se quedaron con todo y a los checos nos tocó la indigencia. Quien quería prosperar se declaraba alemán. Pero mi padre y mucha gente en Most no quisieron hacer eso y Most era muy estratégica para los alemanes porque necesitaban su carbón.”
Tiempos duros, muy difíciles, estimado Josef, qué duda cabe. A pesar de todo lo que te rodeaba en aquellos años, tú, como otros niños, solo pensabas en el balón. Durante la guerra no pudiste jugar en ningún club organizado, privilegio solo reservado para alemanes. Así que, nuestro Josef, se formó donde siempre se han formado los mejores, jugando en la calle y con los consejos de su padre.
“Yo tenía cinco hermanos así que mi madre bastante tenía con nosotros como para ir, además, a trabajar. Mi padre, que era minero, fue mi primer entrenador. Siempre me decía lo mismo “Pepik, si quieres jugar a fútbol en condiciones, tienes que saber golpear bien el balón con los dos pies”. Lo otro que me enseñó fue “si quieres ganar, tienes que aprender a perder. Así no te vendrás abajo y sabrás reponerte.””. Indudablemente Josef, tú padre era checo, un buen checo.
Como todo en la vida, la guerra también terminó y con ellos el despreciable invasor germano. Fue entonces, en plena adolescencia, cuando Josef pudo acceder a jugar a fútbol en un equipo serio. Empezó jugando en el Banik Most, pero sus cualidades pronto llamaron la atención. Era un ”todocampista” de manual, de cabeza alta y zancada elegante, un mariscal de la zona ancha, capaz de jugar en corto y en largo. Lo mismo se ofrecía para el pase que acudía raudo a la cobertura del compañero. La gente discutía, porque no podía discernir, si era diestro o zurdo. Como además tenía buen regate más tarde se le definió como un “capitán general con dotes de bailarín” Así que, con esas credenciales, pronto, con 17 años, fue fichado por el Teplice y ya estaba jugando en Primera División.
Era el tiempo, ahora llamado “oscuro”, de nuestras purgas. Fui destinado a Praga justo cuando vuestros dirigentes más notables colgaban en la horca por generar alguna “duda”. El año en que se fundó el Dukla Praha, el honorable equipo del más honorable Ejército, la máxima representación del poder rojo. Su nombre, Dukla, lo elegí yo mismo en recuerdo de los camaradas caídos en el Paso de Dukla, una de las carnicerías más crueles y sangrientas del frente oriental. Mis órdenes, recibidas directamente de nuestro líder, fueron militarizar y disciplinar aquella sociedad checa, algo confundida todavía, demasiado liberal, y prepararla para la Tercera Guerra Mundial.
Creo que hice bien mi labor. Pocos años después, de hecho, aquella sociedad checa “agradecida” levantaba, por voluntad inducida, el mayor monumento a Stalin del mundo, un coloso de 30 metros de granito situado muy cerca de donde aquel día de primavera, mi querido Josef y yo, tomamos el último café.En aquel Dukla pasaste 16 años de tu vida. Ocho ligas y cuatro copas te contemplan. Perteneciendo a sus filas lograste tus grandes éxitos deportivos y ni aún así, Josef, ni aún así pude ver nunca en tu rostro un mínimo gesto de aprecio o de comprensión hacia lo que hicimos.
Vale, no era el Dukla el equipo del pueblo, cierto, ¿siempre mirado con sospecha?, de acuerdo, ¿frio y artificial?, posiblemente, ¿rebosantes las gradas de medallas colgando de uniformes militares?, así es. Y, añado, habitualmente acusado, con cierto desprecio, de llevarse gratis los mejores jugadores del resto de equipos. ¿Pero es que acaso tendríamos que pagar por ellos?.
“Al principio, la gente no nos apoyaba, pero cuando empezamos a jugar bien y participar en competiciones europeas, eso fue cambiando poco a poco. Pero muy poco a poco. Cuando cambió de verdad fue con la Copa de Europa. Nunca se había jugado en Chequia y venía mucha gente a vernos. Tener aquí al Real Madrid, al Benfica de Lisboa, al Manchester United… En aquellos partidos todo el mundo nos apoyaba muchísimo”.Ah!, los resultados, siempre los resultados. No obstante, un poco cándido tu comentario, querido Josef. Quizás conseguimos que dejaran de odiarnos y pasaran, simplemente, a ignorarnos o, tal vez, ni siquiera logramos eso y solamente se trató de un odio silencioso y, en el fondo, la gente siguió disfrutando, calladamente, de nuestras derrotas. Fueron los tiempos del conocido como ‘trío de oro’: Josef Masopust, Svatopluk Pluskal y Ladislav Novák, un tridente letal tanto en el Dukla de Praga como en la selección checoslovaca. A ellos se les sumarían talentos como Kouba, Safranek y Viktor, uno de los mejores porteros que jamás haya visto.
Pero debo reconocer que tus grandes éxitos, Josef, los que, de verdad y para nuestro disgusto, te mostraron al planeta fútbol fueron tus éxitos internacionales.En Suecia-58 aplastaste a Argentina (6-1), uno de esos días en los que asombraste al mundo. Un año después el Dukla jugaba con el mismísimo Santos de Pelé, en Ciudad de México. Vuestro entrenador os había dicho “No hay nada que hacer, jugad lo mejor que sepáis, al Santos no se le puede ganar”. Y tú, tan irreverente como siempre, sangre minera, lograbas, casi en el descuento, el cuarto gol que volteaba el 2-0 inicial y que os daba la victoria en un memorable 3-4.“Aunque fuera un amistoso quizás fue la mayor alegría deportiva de mi vida. Un sueño hecho realidad. Como un cuento de hadas que nos hizo pensar lo lejos que aquella generación podía llegar”.
Y llegó lejos. En la Eurocopa del 60, la Checoslovaquia liderada por Josef fue tercera. Cayó en la semifinal contra nuestra selección, la URSS, (¡qué placer provoca todavía escribir su nombre!) Ya sé que nunca nos perdonarás aquella visita, previa al partido, que hicimos a vuestros dirigentes. Razones de Estado querido Josef, cosas de la alta política.
Chile, 1962. Hay historias capaces de traspasar un telón de acero. Tal vez, aquel Mundial de Chile resultó el más violento de la historia.. En la primera fase se lesionaron 24 jugadores. En el Argentina-Bulgaria el árbitro español Juan Gardeazabal pita una falta cada 78 segundos. En el partido entre Italia y Chile, conocido como la Batalla de Santiago, las tibias tuvieron más protagonismo que el balón. Y, en medio de tanta violencia, tú, Josef, resultaste, digamos que, “contracultural”.
Quizás por eso, al terminar ese Mundial, la FIFA te declaró “caballero del fútbol”.
“Ocurrió en el partido contra Brasil de la primera fase, empatamos a cero y tuve un gesto que Pelé cita con frecuencia. Sufrió una lesión, pero como en aquella época las sustituciones aún no estaban permitidas, lo veía cojear por el campo. Cuando le llegaba el balón, decidí no entrarle y dejar que pasara el balón a un compañero e indiqué a mis compañeros que hicieran lo mismo. Me hubiera parecido ventajista hacerlo”. El desgarro que sufrió Pelé le invalidó para el resto del Mundial. Tras eliminar a Hungría y Yugoslavia con portentosas actuaciones de Josef Checoslovaquia llegó a la final. Enfrente Brasil.Un gol de Josef, cómo no, adelantó a Checoslovaquia en una llegada rápida al área, con una pared y toque suave bajo la salida de Gilmar. pero al final el genio de Garrincha, de Amarildo, de Vavá o de Zito, por citar algunos de los integrantes de aquel equipo de ensueño se acabó imponiendo por 3-1. Nuestro héroe nunca pudo olvidar el arbitraje de la final, (el camarada Latychev hizo bien su trabajo). “Se notaba que no quería que ganáramos de ninguna manera. Hubo un penalti claro de Mauro que no pitó”.
Garrincha fue designado el mejor jugador de aquel mundial. Segundo fue Masopust, que como el resto de sus compañeros fueron recibidos como héroes en Praga. Aquella actuación le valió el balón de oro, imponiéndose por dos votos (65-63) a Eusebio que venía de ganar la Copa de Europa con el Benfica. Quizás sea uno de los “balones de oro” más desconocidos de la historia. y debo reconocer que fuimos nosotros los que nos encargamos de poner “sordina” a ese premio. El pretexto oficial fue la prioridad comunista de lo colectivo frente al individuo. La razón real fue que vimos con recelo que el primer Balón de Oro tras el telón de acero no fuera para un soviético. Al año siguiente lo ganó nuestro gran Yashin, y eso ya fue otra cosa. Su figura gozó de una enorme exaltación en todos los países del entorno, incluida Checoslovaquia, que festejaron su Balón de Oro como un orgullo de toda la gran familia comunista.
Sin duda la verdadera dimensión de Josef como jugador la definen los comentarios que otros grandes futbolistas le dedicaron, desde Pelé “No es posible que naciera en Europa, ¡debió ser brasileño!”, pasando por Puskas “Del Sol era un gran medio defensivo, Suárez un genio del pase, Gento fantástico encarando defensas pero Masopust hacía todo eso a la vez. Era un fuera de serie”, o Pluskal, su compañero de equipo, “Siempre destacaba, no perdía un balón. Hacía pases cortos y paredes hasta que veía un hueco y, entonces, despegaba elegante dejando atrás a uno, dos, tres contrarios. Los sorteaba por un lado o por otro como si fueran banderines en un campo de entrenamiento”.
Así que, al visitar Praga, que nadie se sorprenda al ver, en el Eden Arena (el Slavia ha asumido su legado), la figura de Josef Masopust y el reluciente balón de oro que ganó en 1962. Pero es que El Caballero Checo fue nombrado ciudadano honorario de Praga y es hoy uno de los símbolos de la ciudad."
Cierro así el informe de este expediente. Amado después de ser repudiado por nuestra culpa , así son las razones de Estado, poderosas y prioritarias. En fin, Josef, permíteme que, por orden del Almirante, te haga este pequeño homenaje público, algo tardío, sí, pero sincero. Fuiste un gran jugador y,sobre todo, fuiste un gran caballero.