
Cada vez que hay una crisis, en el sentido amplio de la palabra, surgen los futurólogos que pontifican sobre como serán las cosas a 10, 20 o X años vista.
Casi siempre se equivocan.
Pero de vez en cuando alguno acierta, por mera ley de probabilidades.
Lo cual resulta absolutamente inútil: ni ese acierto -muchas veces póstumo- llega a tiempo de que el visionario sea considerado por sus contemporáneos como algo más que un charlatán, ni sirve para ninguna acción preventiva.
A este respecto resulta curioso como al leer "1984" o "Un mundo feliz" nos estremecemos para luego aplaudir con la orejas cada paso que nuestros políticos dan para ir acercándonos poco a poco a esos mundos de pesadilla.
Pero me salgo del tema.
Hacer de futurólogo es casi tanto como hacer de charlatán. Pero me vais a permitir que deje volar mi imaginación y divague sobre un tema que, por supuesto, no es original y hemos abordado en otras entradas: el futuro del fútbol.
¿Hacia un callejón sin salida?El fútbol en Europa se ha convertido en un disparate económico. La "exhuberancia irracional" de otros mercados también llegó al futbolístico.

El boom de las televisiones ha llevado a una feroz competencia por los contenidos, las audiencias en la aldea global se han disparado, los contratos de patrocinio han llovido como maná y el resultado a sido un mikrokosmos inflacionario en el que la vieja ecuación monetarista MxV = PxY ha funcionado de manera perfecta y la entrada masiva de dinero "M" se ha trasladado instantáneamente al precio "P": el salario de los futbolistas.
¿De manera perfecta? No. Porque el siniestro principio del "too big to fail" que tanto daño ha hecho en la crisis financiera, ha llevado a muchos clubes a una espiral de gasto y endeudamiento que la mera racionalidad económica no puede explicar, y que solo se sostiene bajo la hipótesis de que la mano bien visible del Estado o de algún poder superior (Caja Madrid o Caixa Catalunya, por ejemplo) evitará en última instancia un crack de imprevisibles consecuencias sociales y por ende políticas.
Lo perverso es que ese comportamiento arrastra también a los medianos y pequeños que ven como la maquina engulle los ingresos a mayor velocidad de los que estos crecen.
El Athletic es un ejemplo claro.
Pero la burbuja está a punto de estallar también aquí. Las televisiones afrontan una caida en picado de los ingresos publicitarios y los contratos se van a negociar a la baja. Hay serias dudas de que los salarios de los futbolistas, o al menos de algunos, sean tan flexibles a la baja como lo fueron a la baja. ¿Y qué pasará?
Una primera hipótesis es que todo siga como hasta ahora, con los clubes viviendo por encima de sus posibilidades sine die, maquillando balances, y con bancos y políticos mirando para otro lado para evitar quiebras.
¿Pero de verdad se puede seguir así siempre?
En todo caso, a corto plazo creo que de seguir así, vamos a asistir a un desequilibrio aún más grande entre el olimpo de los elegidos (Madrid y Barça, los cuatro clásicos de Inglaterra, tres o cuatro italianos, tal vez el Bayern y como mucho algún otro alemán y francés) y el resto de siervos de la gleba.

Y ese desequilibrio no solo va a ser económico y futbolístico, sino que además ya lo es arbitral y mediático. La contumacia con la que la prensa deportiva merengue niega que romper una nariz sea juego peligroso es un buen ejemplo de ello.
De seguir por este camino, preveó, en el caso español, una polarización cada vez mayor entre Madrid y Barça. Un descenso del número de seguidores de los demás equipos, y una monotonía rayana en el aburrimiento en la Liga. Todo ello, unido a la crisis económica, va a tener consecuencias imprevisibles en el resto de clubes. Tal vez Sevilla, Valencia y algún otro se salven a corto plazo. Nosotros, con nuestra peculiar personalidad, tal vez aguantemos mejor que otros por estar en otra guerra con un público cautivo, atendiendo a un nicho de mercado en el que no tenemos competencia. Pero aún así, también las pasaremos canutas.
Pero ese devenir tiene dos alternativas. La carretera que parece dirigirse a un callejón sin salida, ofrece dos salidas: una a la derecha, otra a la izquierda.
A la derecha: Una NFL europea
Esa es la primera solución. Y en eso están algunos desde hace tiempo. Convertir la Champions en una liga estilo americano, que los elegidos pasen a disputarla en exclusiva, y que las ligas nacionales se conviertan en grupos de una especie de segunda división europea.
Esos elegidos serían un club millonario. Se repartirían el dinero de las TV, de los sponsors, de las apuestas deportivas y de las taquillas.
También a todos los jugadores interesantes.
Pero hay un "pero". Para rentabilizar sus inversiones, los clubes necesitan disputar muchos partidos. Aunque esa competición duplique el número de partidos de la Champions, no veo fácil que compense los 38 partidos de Liga Nacional que se perderían. A no ser que esa Superliga se inflara hasta albergar dos grupos de 20, por ejemplo, con un sistema de ligas por fases. O un sistema de Conferencias, estilo NBA.
Sería factible, pero habría que abrir la mano hasta incluir equipos que no estarían a la altura de los 12 ó 15 mejores, y el invento perdería parte de su esencia y atractivo. Y tardaremos generaciones en ver como en el Bernabeú un encuentro contra una medianía alemana genera tanto interés como contra un equipo tradicional de la liga española aunque no sea tan bueno. O al menos eso creo.
Además, de esto se habla desde hace 20 años, y todavía es un proyecto sin forma definida, así que aluna pega verán.
No creo que sea por ese camino por el que se salga del embrollo.
A la izquierda: limitaciones al mercado.Como mencioné en una vieja entrada, hay una corriente en Bruselas que estaría dispuesta a hacer excepciones con los principios del libre mercado también en el deporte. Lo que en el fondo también sería una importación del modelo americano, pero en otros aspectos.
Permitir establecer límites salariales, fijar topes a lo que un equipo puede gastar en fichajes al año, permitir que los derechos de TV se negocien por el total de clubes de una liga como si fueran un trust y repartirlos de manera más igualitaria que ahora, establecer cupos de extracomunitarios o mínimos de jugadores seleccionables, incluso un sistema de "drafts" ...
Con ello se racionalizaría el gasto, se igualarían los medios de los clubes y con ello su nivel competitivo, y las ligas nacionales probablemente ganarían en emoción e igualdad.
Pero es utópico. Por dos razones:
1.- A pesar de que los campeones del libre mercado (USA) ven ese tipo de medidas con toda naturalidad cuando se aplican al deporte, en Europa, tan socialista y tan intervencionista en tantas cosas, en esto es liberal con el fanatismo de los conversos. No veo voluntad política de verdad.
2.- Esto favorecería a los pequeños y medianos y perjudicaría a los grandes. Y estos tienen demasiado poder y aquellos están demasiado desunidos como para que la cosa salga adelante.
Así que ni a la derecha ni a la izquierda. Vamos de frente, cuesta abajo y sin frenos. ¿A dónde? No lo sé. Pero este fútbol de dos en la LFP me da cada vez más asco, y hasta la sensación de "deja vu" que empiezan a ofrecer las últimas eliminatorias de la Champions de cada año intuyo que puede llegar a aburrirme algún día.
Un bipartidismo insoportable
La verdad es que no sé a dónde va el fútbol por este camino. ¿Y vosotros?