
La “bombonera”, campo de Boca, Sábado por la tarde. Sábado de fútbol, semana lluviosa, cancha empapada. La hinchada alentando, se viene un clásico….el Boca Juniors-San Lorenzo de Almagro, evocador de un fútbol distinto, de otro siglo, de aquellos tiempos cuando, dicen, el fútbol era arte, cuando el fútbol se bailaba a ritmo de tango.
En medio de unas gradas enfervorizadas se guardó un minuto de silencio. O se intentó. El silencio de la algarabía. Jamás escuché un minuto más atronador. Las gradas repletas cantaban y aplaudían en memoria del homenajeado que, por cierto, igual lo agradece más que el silencio. Las cámaras enfocaban a las tribunas y entre tanto joven descamisado cantando y batiendo palmas me pareció ver, durante unos segundos, a un viejito emocionado.
Era un anciano flaquito, bastante alto, pulcro, lucía una gorra, la chaqueta gris algo raída, la camisa blanca abotonada hasta el cuello. Allí estaba, una jornada más como, le supongo, en los últimos sesenta años. Firme, de pie, junto a su asiento, se le intuía lleno de nostalgia, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida.
-“Eh!, viejo…sabé a quién homenajeamos???”..me imagino preguntando al “pibe” que ocupa sitio junto al entrañable anciano…
-“¿Qué si sé?.... se murió Varallo….el “pancho” Varallo que nos abandonó recién esta semana….se nos fue un jugador de fútbol con mayúsculas, alma de Boca que campeonó antes de que tu viejo siquiera naciera…”
-“Ok, gracias”…el jovencito seguía entonando el cántico de la grada…”dale, dale, dale, dale boca.. dale , dale , dale, dale, boooo”.…..de pronto interrumpió su letanía….”escuchá viejo….y le pegaba bien ese Varallo??”…
-“¿Qué si le pegaba bien?....nadie la golpeaba como el “cañoncito”…. Cuantas veces le oí decir al viejo de mi viejo que Varallo era los diez mandamientos de Boca hechos hombre….Actitud, Solidaridad, Compromiso, Presión, Concentración, Sacrificio, Inteligencia, Mentalidad, Contundencia y Ambición….y una pierna que la rompía….”la feroz patada de Boca”…así le conocían…
-“Eh, apuráte, viejo!…..normal que llorés entonces….se ve que se fue un grande, compañero!”.....y el pibe, ajeno a toda nostalgia, siguió cantando feliz….”Boca es sentimiento… Boca es mi pasión….yo te llevo dentro de mi corazón…..Boca sos el pueblo…sos el carnaval… dale, dale, Boca, vamos a ganar….”
Una triste noticia cruzó el charco esta semana y ha removido la memoria histórica futbolística de la primera parte del siglo XX. Desde el rio de La Plata se contaba al mundo que el insigne y goleador Francisco “Pancho” Varallo, “el cañoncito”, había fallecido a los cien años de edad. Un 30 de Agosto lluvioso, gris y frío, el “cañoncito” Varallo se cansó de vivir y decidió que era tiempo para ingresar en la Leyenda.
“No hay nada más hermoso que patear con alma y vida al arco”…y es que el ”cañoncito” Varallo soñaba con el ruido excitante del balón golpeando las redes. Cuántas celebraciones de gol, cuantos postes golpeados que quedaban temblando, cuantas redes perforadas. Cuántos estadios. La memoria, la vida y el alma de un hombre hecho historia, hecho balón. Un balón que se fue a los cien años mientras el rio de La Plata llora en la nostalgia de tantas tardes de fútbol, de tantas hinchadas emocionadas con su presencia en el campo.
Ahora que, a causa de su muerte, he llegado a conocerle un poco creo que me hubiera gustado cruzarme con él en alguna esquina del mundo, reconocer el fútbol en nuestras miradas y con un buen café, o un buen mate, si es que el lugar lo permite, charlar de fútbol y de la vida hasta quedarnos sin aliento.

“Pancho” Varallo nació en Los Hornos, junto al rio de La Plata, en el año 1910. Con solo 18 años de edad debutaba en Gimnasia y Esgrima de La Plata. En su primer partido con el segundo equipo de Gimnasia logró todos los goles de un espectacular 9-1. A la semana siguiente ya jugaba en el primer equipo y solo un año más tarde Gimnasia, con él en el equipo titular, lograba el campeonato, el único campeonato de los platenses en toda su historia.
Desde 1931,y a la vuelta del Mundial de Uruguay, Varallo se convirtió en la “feroz patada de Boca”, por su forma de disparar a puerta, por su facilidad para convertir balones en goles. Ya en si primer año como xeneize, 1931, logró 24 tantos en 22 partidos. En su carrera con los de la “bombonera” treinta veces marcó por partida doble, hizo trece hat tricks y tres veces anotó cuatro tantos. Con Boca ganó tres campeonatos y anotó la friolera de 194 goles en 222 partidos. Un saco de goles que no pudo ser superado por ningún otro xeneize hasta el año 2008 cuando Martin Palermo superó esa cifra , por supuesto, con muchos más partidos a sus espaldas. Con la selección albiceleste marcó en seis ocasiones y ganó la Copa América de 1937.
“El cañoncito” Varallo tenía el gol entre ceja y ceja, delantero de enorme fuerza y coraje, no había que pedirle “gambetas”, ni taconcitos, ni bicicletas. Para eso ya estaba su “compadre” Cherro. El era potencia, velocidad y el cañón de su pierna derecha, similar a la coz de un pura sangre. Forma parte del terceto más recordado en Boca junto al “machetero” Cáceres y Cherro. Pura potencia, con estampa de “crack”, Varallo ingresó, a fuerza de goles, en la categoría de leyenda.
De él se decía que imponía a los defensas por su temperamento, su presencia y su poderío. Y que nunca llegó tarde a un remate. El, todavía hace poco, lo solía contar así….”Me gusta la gente que busca el arco, que tira al arco. Yo les digo a todos…TIREN….cuando se dan media vuelta….!si usted patea con alma y vida salen goles bárbaros!”
De toda su carrera fue la derrota frente a Uruguay en la final del primer Mundial, el de 1930, la que le marcó de por vida. Asi lo contaba él recientemente
:
"Han pasado 80 años y todavía no me he recuperado de aquella final perdida. Es la frustración más grande de mi carrera. Nos ganaron bien, aunque influyó que nos lesionamos tres y entonces no había cambios. El primer tiempo lo terminamos con 2-1 a favor, pero luego perdimos por 4-2. El último nos lo marcó Castro, un 9 al que le faltaba un brazo. Lo había perdido de joven, cosa de una motosierra... Pese a la derrota, creo que fuimos los mejores del Mundial.”

Varallo jugó aquella final lesionado, “No tendría que haber jugado, pero el ímpetu del joven... Pateé y volví a dolerme de la rodilla. Fue una lástima, como que los ocho goles de Stábile no valieran el título, pero a la vez un honor al alcance de muy pocos. Los uruguayos lo percibieron bien, porque el día siguiente lo declararon fiesta nacional”.
Y es que “el cañoncito” se había lesionado en el partido contra Chile, una patada criminal de Subiaubre (¡que tentador el chistecillo fácil con el de Mendaro!) lo dejó maltrecho, y no pudo jugar la semifinal contra Estados Unidos. La rodilla izquierda, lastimada, le tuvo en cama los cuatro días previos a la final contra Uruguay. Fue entonces cuando se vivió la histórica anécdota que le acompañó a lo largo de toda su vida. Y es que según contaba el viejo Pancho, en aquel entonces el once titular era elegido por los dirigentes del fútbol argentino, el técnico, Francisco Olazar, era más bien decorativo y las opiniones del preparador físico, Juan José Tramutola, no eran tenidas muy en cuenta.
Aquel 29 de julio Varallo no se encontraba en condiciones de disputar la final. Ante la ausencia de un médico en la expedición argentina los dirigentes recurrieron al diagnóstico de un médico uruguayo. El Dr.Campistegui no tuvo dudas, Varallo no estaba para jugar pero los dirigentes argentinos desconfiaron de la opinión de un médico…precisamente uruguayo. Fue entonces cuando pidieron a Varallo que se probara de una forma muy poco ortodoxa....dando patadas a una pared. “Pancho” lo contaba así:
“Pero para la final, me probaron para ver si podía jugar. Me hicieron patear contra una pared, a la mañana del partido. Yo le daba de izquierda y de derecha porque tenía ganas de jugar esa final, era un loco, era un pibe. ‘¿Estás bien, Pancho?’, me preguntaron. ‘Sí, sí, estoy fenómeno’, les respondí. Y fue un error de juventud. Un jugador viejo no juega. No tendría que haber jugado, ni entrado a la cancha. "Nolo" Ferreira me lo dijo, después. Pero yo tenía entusiasmo”.
”Terminaron poniéndome a mi porque los jugadores mayores, como “el Nolo” Ferreira, Monti y Spadaro, quienes armaban el equipo, se dieron cuenta de que Scopelli, que era el “insai” derecho titular, se había asustado un poco por el clima que se vivía. Y es que desde el primer partido, contra Francia, el público uruguayo nos insultaba, nos tiraba de todo... terrible. Cuando nos encontramos con Uruguay, ante 90.000 personas, la presión aumentó y, encima, nos arrearon a patadas. Sinceramente, nos achicamos. Nos dieron los uruguayos y se achicaron los argentinos. Pobre Scopelli, era un amigazo y un jugador fenómeno, pero era muy tímido, muy miedoso. No era como yo, "guapo". Yo entraba a la cancha y me olvidaba de todo. “Adentro de la cancha que me muerdan”, decía yo.”
“Me acuerdo que me pidió que jugara porque no quería jugar él. Así que ya había miedo. Y Monti no tendría que haber jugado. Porque se caía un jugador uruguayo e iba él y le ayudaba a levantarse. Hubo una vuelta, se lo juro por mi madre.....Lorenzo Fernández me tiró una patada y yo le dije.....'íno sea animal!'......me contestó...... “¿no te das cuenta, botija, que te quiero sacar afuera de la cancha? .......!Te voy a enterrar en el césped!”.....sí, sí…me lo dijo así….“Te voy a enterrar en el césped”.“ (que tome nota Mou por lo de CR7).
Lamentablemente, Pancho Varallo tuvo que abandonar pronto el fútbol, con tan solo 29 años. La rodilla no dejó de dolerle desde aquel Mundial y aunque él quería dejarlo el club siempre le convencía para seguir. Finalmente en 1939 los meniscos de la rodilla izquierda no aguantaron más. Una lesión que hoy habría sido un contratiempo superable en unas pocas semanas. Seguro que los “arqueros” de la época respiraron aliviados.

Tres tangos inspiró la figura del “cañoncito” Pancho...”Varallo”, “El Cañoncito de La Boca” y “!Varallo! ¡Varallo!”. Por supuesto, también se le menciona en el tango “Boca Juniors” y Maria del Carmen Taborcía le dedicó su poema “Francisco “Pancho” Varallo”.
Fue declarado Ciudadano Ilustre de la Provincia de Buenos Aires en 2006 y condecorado por la AFA, la Conmebol y la FIFA.
Con él se nos va el último sobreviviente del Mundial de Uruguay de 1930. Se nos va uno de los primeros "romperredes" de la historia del fútbol. Se nos va un irrepetible goleador….un ”insal” derecho y “centroforguar” pateador de leyenda y un viejo sabio contador de historias de aquel otro fútbol. Con él se nos va un siglo de fútbol, de pelota de trapo y de terrible balón de cuero anudado. Se nos van, en definitiva, y aunque el “pibe” no lo sepa, cien años de gloria.