Me gustaría ser más optimista. O mejor dicho: más positivo, ya que no creo que sea una cuestión de pesimismo (en el sentido de que no veo imposible evitar la derrota; creo que todo es posible)
Pero tengo que admitirlo: el partido del domingo me ha entrado mal. ¿Por lo mal que estamos jugando? No. ¿Por las bajas con que lo afrontamos? Tampoco.
Me ha entrado mal porque es el último partido contra el Real Madrid en La Catedral. Y me coge en un momento -o mejor dicho: en una temporada- que ya como que no me va.
Y la nostalgia se une a la desilusión.
La desilusión no hace falta que la explique. Creo que todos estamos igual. MarioSila lo explicaba muy bien hace poco: el veterano camarada general ya solo le pide a esta temporada que la despedida contra el Levante podamos ir al campo sin preocupaciones. Y punto. Estamos todos deseando que esto acabe.
No hace falta tampoco decir que despedirse de San Mamés con esa mentalidad no es la mejor forma de cerrar una pagina tan importante en nuestras vidas.
Pero hasta ahora, al menos yo, en el fondo estaba aplazando el afrontar el contraste tan brutal entre lo que debería ser esta temporada de despedida y lo que realmente esta siendo. Pero es que hasta ahora nos despedíamos del Espanyol, del Sevilla ... o como mucho del Atlético o de la Real. Quitando lo que para muchos zurigorris representa este último equipo, para mí no eran hitos clave.
Pero ahora el que se despide es el enemigo atávico. Y quince días después el otro que no ha faltado nunca a la cita anual en San Mamés. Y esto ya son palabras mayores. El hecho de que nos estamos yendo se palpa ya de una manera especial.
Y esta no es forma de irse.
San Mamés nació para ser, y ha sido durante muchos años, escenario de grandes batallas. No puedo olvidar los recuerdos del 12-1 al Barcelona que me trasnmitió mi aita, aunque fueran parcos (él era un crío cuando vió ese partido) ni a la euforia de mi propio aita y mi hermano mayor cuando llegaron a casa después de un 5-0 al Madrid a primeros de los 70.
Modestamente, uno recuerda los partidos frente a Madrid (1983) y Real (1984) estrechamente ligados a los dos únicos títulos de liga que he visto ganar al Athletic. O la eliminatoria de la UEFA del 77 contra el Barcelona.
O tantos encuentros en los 70, 80 y 90 en los que, incluso estando muy por detrás de nuestros dos rivales de siempre, a San Mamés nunca venían tranquilos: éramos especialistas en amargarles la vida y romper imbatibilidades aunque estuviéramos muy abajo en la tabla.
Ese San Mamés es el que ha sido. Ese es el que he vivido. Ese es áquel del que quiero despedirme. Y esa despedida soñada no será, no puede ser, frente a un equipo como el Levante. No. La verdadera despedida tiene dos actos (Madrid y Barcelona) y como mucho un prólogo (Real)
Y no veo al equipo. Temo que el partido del domingo nos enfrente brutalmente con nuestro presente. Y que encima, al no poder evitar que estamos pasando una página importante de nuestra historia, incluso empecemos a no tener pasado en el que refugiarnos. Ese pasado que ya casi solo nos importa a nosotros y que nos hace sentirnos "grandes".
Nuestra grandeza es un estado de ánimo. Viendo la camiseta rojiblanca recortada sobre el verde del campo (como reza nuestro himno) igual sigo sintiendo lo mismo en el nuevo San Mamés. Pero no lo sé. No sé hasta que punto la ruptura con nuestro santuario será como quitar una red de seguridad emocional, perder el vínculo entre nuestra historia y nuestra realidad.
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Un capitán del Athletic |
De momento, el pensar que el brazalete de capitán lo va a llevar el lerdo, no ayuda a superar esta nostalgia. El que se juegue a una hora mala porque las TV cuentan más que nosotros, tampoco.
No voy a ir a San Mamés. Y ya veré si voy el día del Barcelona. Dependerá del horario. O sea: que igual no me despido de verdad de San Mamés. Y tal vez sea mejor así. Tal vez sea mejor no evocar contrastes entre lo que eran estos choques antaño y lo que son hogaño. Y quien sabe: igual en el campo en obras firmamos una gesta y pienso que si no me he despedido es porque en el fondo seguiremos en el mismo sitio ...
Aprovecho para adelantar un capítulo del archivo del Ambigú ... uno de muy mala calidad de imagen, pero que merece la pena.