jueves, 3 de abril de 2014

El hijo de Butch Cassidy


¿Quién no recuerda a Paul Newman y a Robert Redford en Dos hombres y un destino? Interpretaban, respectivamente, a Butch Cassidy y The Sundance Kid, los legendarios forajidos que lideraban la no menos célebre Banda del Desfiladero. Sabemos que ambos bandidos existieron y que su banda realmente se llamó The Wild Bunch (Grupo Salvaje), pero que por razones evidentes -aún estaba reciente la película homónima de Sam Peckimpah- el estudio prefirió cambiar su nombre. No conocemos qué hay de cierto en su épica huída y aunque sí parece ser verdadera su estancia en Bolivia, no está claro que acabaran sus días tiroteados por una patrulla de la policía de ese país, tal y como se narra en el filme de George Roy Hill. En otra película,  Blackthorn (Mateo Gil, 2011), por ejemplo, se ofrece al espectador la alternativa de que Butch Cassidy sobreviviera más de dos décadas en suelo boliviano a los hechos narrados en la cinta norteamericana. 


Vayamos un poco más lejos. ¿Y si Butch Cassidy hubiera tenido un hijo? ¿Y si éste, William Brett Cassidy, hubiera sido árbitro de futbol? ¿Habría salido el chaval, el árbitro, tan bandido como su progenitor? El escritor argentino Osvaldo Soriano relata esta versión de los hechos en El hijo de Butch Cassidy (1993):
El Mundial de 1942 no figura en ningún libro de historia pero se jugó en la Patagonia argentina sin sponsors ni periodistas y en la final ocurrieron cosas tan extrañas como que se jugó sin descanso durante un día y una noche, los arcos y la pelota desaparecieron y el temerario hijo de Butch Cassidy despojó a Italia de todos sus títulos.

Mi tío Casimiro, que nunca había visto de cerca una pelota de fútbol, fue juez de línea en la final y años más tarde escribió unas memorias fantásticas, llenas de desaciertos históricos y de insanías ahora irremediables por falta de mejores testigos.

La guerra en Europa había interrumpido los mundiales. Los dos últimos, en 1934 y 1938, los había ganado Italia y los obreros piamonteses y emilianos que construían la represa de Barda del Medio en la Argentina y las rutas de Villarrica en Chile se sentían campeones para siempre. Entre los obreros que trabajaban de sol a sol también había indios mapuches conocidos por sus artes de ilusionismo y magia y sobre todo europeos escapados de la guerra. Había españoles que monopolizaban los almacenes de comida, italianos de Génova, Calabria y Sicilia, polacos, franceses, algunos ingleses que alargaban los ferrocarriles de Su Majestad, unos pocos guaraníes del Paraguay y los argentinos que avanzaban hacia la lejana Tierra del Fuego. Todos estaban allí porque aún no había llegado el telégrafo y se sentían a salvo del terrible mundo donde habían nacido.

Hacia abril, cuando bajó el calor y se calmó el viento del desierto, llegaron sorpresivamente los electrotécnicos del Tercer Reich que instalaban la primera línea de teléfonos del Pacífico al Atlántico. Con ellos traían una punta del cable que inauguraba la era de las comunicaciones y la primera pelota del mundo a válvula automática que decían haber inventado en Hamburgo. Luego de mostrarla en el patio del corralón para admiración de todos desafiaron a quien se animara a jugarles un partido internacional. Un ingeniero de nombre Celedonio Sosa, que venía de Balvanera, aceptó el reto en nombre de toda la nación argentina y formó un equipo de vagos y borrachos que volvían decepcionados de buscar oro en las hondonadas de la Cordillera de los Andes.

El atrevimiento fue catastrófico para los argentinos que perdieron 6 a 1 con un pésimo arbitraje de William Brett Cassidy, que se decía hijo natural del cowboy Butch Cassidy que antes de morir acribillado en Bolivia vivió muchos años en las estancias de la Patagonia con el Sundance Kid y Edna, la amante de los dos.

No bien advirtieron la diversidad de países y razas representados en ese rincón de la tierra, los alemanes lanzaron la idea de un campeonato mundial que debía eternizar con la primera llamada telefónica su paso civilizador por aquellos confines del planeta. El primer problema para los organizadores fue que los italianos antifascistas se negaban a poner en juego su condición de campeones porque eso implicaba reconocer los títulos conseguidos por los profesionales del régimen de Mussolini.

Algunos irresponsables, ganados por la curiosidad de patear una pelota completamente redonda y sin tiento, se dejaban apabullar por los alemanes a la caída del sol mientras la línea del teléfono avanzaba por la cordillera hacia las obras del dique: un combinado de almaceneros gallegos e intelectuales franceses perdió por 7 a 0 y un equipo de curas polacos y desarraigados guaraníes cayó por 5 a 0 en una cancha improvisada al borde del río Limay.

Nadie recordaba bien las reglas del juego ni cuanto tiempo debía jugarse ni las dimensiones del terreno, de manera que lo único prohibido era tocar la pelota con las manos y golpear en la cabeza a los jugadores caídos. Cualquier persona con criterio para juzgar esas dos infracciones podía ser el árbitro y así fue como mi tío y el hijo de Butch Cassidy se hicieron famosos y respetables hasta que por fin llegó el télefono.

Hubo un momento en que la posición principista de los italianos se volvió insostenible. ¿Cómo seguir proclamándose campeones de una Copa que ni siquiera reconocían cuando los alemanes goleaban a quien se les pusiera adelante? ¿Podían seguir soportando las pullas y las bromas de los visitantes que los acusaban de no atreverse a jugar por temor a la humillación?

En mayo, cuando empezaron las lloviznas, el capataz calabrés Giorgio Casciolo advirtió que con la arena mojada la pelota empezaba a rebotar para cualquier parte y que los enviados del Fuhrer , que ya probaban el teléfono en secreto y abusaban de la cerveza, no las tenían todas consigo. En un nuevo partido contra los guaraníes el resultado, luego de dos horas de juego sin descanso, fue apenas de 5 a 2. En otro, los ingleses que colocaban las vías del ferrocarril se pusieron 4 goles a 5 cuando se hizo de noche y los alemanes argumentaron que había que guardar la pelota para que no se perdiera entre los espesos matorrales. A fin de mes los pescadores del Limay, que eran casi todos chilenos, perdieron por 4 a 2 porque William Brett Cassidy concedió dos penales a favor de los alemanes por manos cometidas muy lejos del arco.

Una noche de juerga en el prostíbulo de Zapala, mientras un ingeniero de Baden-Baden trataba de captar noticias sobre el frente ruso en la radio de la señora Fanny-La-Joly, un anarquista genovés de nombre Mancini al que le habían robado los pantalones se puso a vivar al proletariado de Barda del Medio y salió a los pasillos a gritar que ni los alemanes ni los rusos eran invencibles. En el lugar no habia ningún ruso que pudiera darse por aludido, pero el ingeniero alemán dió un salto, levantó el brazo y aceptó el desafío. El capataz Casciolo, que estaba en una habitación vecina con los pantalones puestos, escuchó la discusión y temió que la Copa de 1938 empezara a alejarse para siempre de Italia.

A la madrugada, mientras regresaban a Barda del Medio a bordo de un Ford A, los italianos decidieron jugarse el título y defenderlo con todo el honor que fuera posible en ese tiempo y en ese lugar. Sólo cinco o seis de ellos habían jugado alguna vez al fútbol pero uno, el anarquista Mancini, había pasado su infancia en un colegio de curas en el que le enseñaron a correr con una pelota pegada a los pies.

Al día siguiente la noticia corrió por todos los andamios de la obra gigantesca: los campeones del mundo aceptaban poner en juego su Copa. Los mapuches no sabían de que se trataba pero creían que la Copa poseía los secretos de los blancos que los habían diezmado en las guerras de conquista. Los ingleses lamentaban que sus enemigos alemanes se quedaran con la gloria de aquel torneo fugaz; los argentinos esperaban que el gobierno los sacara de aquel infierno de calor y de arena y en secreto tramaban un sistema defensivo para impedir otra goleada alemana. Los guaraníes habían hecho la guerra por el petróleo con Bolivia y estaban acostumbrados a los rigores del desierto aunque no tenían más de tres o cuatro hombres que conocieran una pelota de fútbol. También formaron equipos los curas y obreros polacos, los intelectuales franceses y los almaceneros españoles. Los franceses no eran suficientes y para completar los once pidieron autorización para incorporar a tres pescadores chilenos.

Los alemanes insistieron en que todo se hiciera de acuerdo con las reglas que ellos creían recordar: había que sortear tres grupos y se jugaría en los lugares adonde llegaría el teléfono para llamar a Berlín y dar la noticia. William Brett Cassidy insistió en que los árbitros fueran autorizados a llevar un revólver para hacer respetar su autoridad y como la mayoría de los jugadores entraban a la cancha borrachos y a veces armados de cuchillos, se aprobó la iniciativa.

Se limpiaron a machetazos tres terrenos de cien metros y como nadie recordaba las medidas de los arcos se los hizo de diez metros de ancho y dos de altura. No había redes para contener la pelota pero tanto Cassidy como mi tío Casimiro, que oficiarían de árbitros, se manifestaron capaces de medir con un golpe de vista si la pelota pasaba por adentro o por afuera del rectángulo.

El sorteo de las sedes y los partidos se hizo con el sistema de la paja más corta. La inauguración, en Barda del Medio, quedó para la Italia campeona y el aguerrido equipo de los guaraníes. Al otro lado del río, en Villa Centenario, jugaron alemanes, franceses y argentinos y sobre la ruta de tierra, cerca del prostíbulo, se enfrentaron españoles, ingleses y mapuches.

En todos los partidos hubo incidentes de arma blanca y las obras del dique tuvieron que suspenderse por los graves rebrotes de nacionalismo que provocaba el campeonato. En la inauguración Italia les ganó 4 a 1 a los guaraníes que no tenían otra bandera que la del Paraguay. En las otras canchas salieron vencedores los alemanes contra los franceses y los indios mapuches se llevaron por delante a los ingleses y a los almaceneros españoles por cinco o seis goles de diferencia.

Los dos primeros heridos fueron guaraníes que no acataron las decisiones de Cassidy. El referí tuvo que emprenderla a culatazos para hacer ejecutar un penal a favor de Italia. Al otro lado del río mi tío Casimiro tuvo que disparar contra un delantero mapuche que se guardó la pelota abajo de la camisa y empezó a correr como loco hacia el arco británico en el segundo partido de la serie. Los mapuches tuvieron dos o tres bajas pero ganaron la zona porque los británicos se empecinaron en un fair play digno de los terrenos de Cambridge.

La memoria escrita por mi tío flaquea y tal vez confunde aquellos acontecimientos olvidados. Cuenta que hubo tres finalistas: Alemania, Italia y los mapuches sin patria. La bandera del Tercer Reich flameó más alta que las otras durante todo el campeonato sobre las obras del dique pero por las noches alguien le disparaba salvas de escopeta. William Brett Cassidy permitió que los alemanes eliminaran a la Argentina gracias a la expulsión de sus dos mejores defensores. Es verdad que el arquero cordobés se defendía a piedrazos cuando los alemanes se acercaban al arco, pero ése era un recurso que usaban todos los defensores cuando estaban en peligro. Antes de cada partido los hinchas acumulaban pilas de cascotes detras de cada arco y al final de los enfrentamientos, una vez retirados los heridos, se juntaban también las piedras que quedaban dentro del terreno.

En la semifinal ocurrieron algunas anormalidades que Cassidy no pudo controlar. Los alemanes se presentaron con cascos para protegerse las cabezas y algunos llevaban alfileres casi invisibles para utilizar en los amontonamientos. Los italianos quemaron un emblema fascista y entonaron a Verdi pero entraron a la cancha escondiendo puñados de pimienta colorada para arrojar a los ojos de sus adversarios.

Cassidy quiso darle relieve al acontecimiento y sorteó los arcos con un dólar de oro, pero no bien la moneda cayó al suelo alguien se la robó y ahí se produjo el primer revuelo. El capitán alemán acusó de ladrón y de comunista a un cocinero italiano que por las noches leía a Lenin encerrado en una letrina del corralón. En aquel lugar nada estaba prohibido, pero los rusos eran mal vistos por casi todos y el cocinero fue expulsado de la cancha por rebelión y lecturas contagiosas. Antes de dar por iniciado el partido, Cassidy lanzó una arenga bastante dura sobre el peligro de mezclar el fútbol con la política y después se retiro a mirar el partido desde un montículo de arena, a un costado de la cancha.

Como no tenía silbato y las cosas se presentaban difíciles, él sólo bajaba de la colina revólver en mano para apartar a los jugadores que se trenzaban a golpes. Cassidy disparaba al aire y aunque algunos espectadores escondidos entre los matorrales le respondían con salvas de escopeta, el testimonio de mi tío asegura que afrontó las tres horas de juego con un coraje digno de la memoria de su padre.

Cassidy hizo durar el juego tanto tiempo porque los italianos resistían con bravura y mucho polvo de pimienta el ataque alemán y en los contragolpes el anarquista Mancini se escapaba como una anguila entre los defensores demasiado adelantados. Hubo momentos en que Italia, que jugaba con un hombre menos, estuvo arriba 2 a 1 y 3 a 2, pero a la caída del sol alguien le devolvió a Cassidy su dólar de oro en una tabaquera donde había por lo menos veinte monedas más. Entonces el hijo de Butch Cassidy decidió entrar al terreno y poner las cosas en orden.

En un corner, Mancini fue a buscar la pelota de cabeza pero un defensor alemán le pinchó el cuello con un alfiler y cuando el italiano fue a protestar, Cassidy le puso el revólver en la cabeza y lo expulsó sin más trámite. Luego, cuando descubrió que los italianos usaban pimienta colorada para alejar a los delanteros rivales, detuvo el juego y sancionó tres penales en favor de los alemanes. El capataz Casciolo, furioso por tanta parcialidad, se interpuso entre el arquero y el hombre que iba a tirar los penales pero Cassidy volvió a cargar el revólver y lo hirió en un pie. Un ingeniero prusiano bastante tímido, que había jugado todo el partido recitando el Eclesíastes, se puso los anteojos para ejecutar los penales (Cassidy había contado sólo nueve pasos de distancia) y anotó dos goles. Enseguida el hijo de Butch Cassidy dió por terminado el partido y así se le escapó a Italia la Copa que había ganado en 1934 y 1938.

Los alemanes se fueron a festejar al prostíbulo y ni siquiera imaginaron que los mapuches bajados de los Andes pudieran ganarles la final como ocurrió tres días más tarde, un domingo gris que la historia no recuerda. Ese día el teléfono empezó a funcionar y a las tres de la tarde Berlín respondió a la primera llamada desde la Patagonia. Toda la comarca fue a la cancha a ver el partido y el flamante teléfono negro traído por los alemanes. Un regimiento basado en la frontera con Chile envió su mejor tropa para tocar los himnos nacionales y custodiar el orden pero los mapuches no tenían país reconocido ni música escrita y ejecutaron una danza que invocaba el auxilio de sus dioses.

Mi tío, que ofició de juez de línea, anota en su memoria que a poco de comenzado el partido aparecieron bailando sobre las colinas unas mujeres de pecho desnudo y enseguida empezó a llover y a caer granizo. En medio de la tormenta y las piedras Cassidy pensó en suspender el partido, pero los alemanes ya habían anunciado la victoria por teléfono y se negaron a postergar el acontecimiento. Pronto la cancha se convirtió en un pantano y los jugadores se embarraron hasta hacerse irreconocibles. Después, sin que nadie se diera cuenta, los arcos desaparecieron y por más que se jugó sin parar hasta la hora de la cena ya no había donde convertir los goles. A medianoche, cuando la lluvia arreciaba, Cassidy detuvo el juego y conferenció con mi tío para aclarar la situación. Los alemanes dijeron haber visto unas mujeres que se llevaban los postes y de inmediato el árbitro otorgó seis penales de castigo contra los mapuches pero nadie encontró los arcos para poder tirarlos. Una partida del ejército salió a buscarlos, pero nunca más se supo de ella. El juego tuvo que seguir en plena oscuridad porque Berlín reclamaba el resultado, pero ya ni siquiera había pelota y al amanecer todos corrían detrás de una ilusión que picaba aquí o allá, según lo quisieran unos u otros.

A la salida del sol el teléfono sonó en medio del desierto y todo el mundo se detuvo a escuchar. El ingeniero jefe pidió a Cassidy que detuviera el juego por unos instantes pero fue inútil: los mapuches seguían corriendo, saltando y arrojándose al suelo como si todavía hubiera una pelota. Los alemanes, curiosos o inquietos pero seguramente agotados, fueron a descolgar el teléfono y escucharon la voz de su Fuhrer que iniciaba un discurso en alguna parte de la patria lejana. Nadie más se movió entonces y el susurro alborotado del teléfono corrió por todo el terreno en aquel primer Mundial de la era de las comunicaciones.

En ese momento de quietud uno de los arcos apareció de pronto en lo alto de una colina, a la vista de todos, y las mujeres reanudaron su danza sin música. Una de ellas, la más gorda y coloreada de fiesta, fue al encuentro de la pelota que caía de muy alto, de cualquier parte, y con una caricia de la cabeza la dejó dormida frente a los palos para que un bailarín descalzo que reía a carcajadas la empujara derecho al gol.
William Brett Cassidy anuló la jugada a balazos pero en su memoria alucinada mi tío dió el gol como válido. Lástima que olvidó anotar otros detalles y el nombre de aquel alegre goleador de los mapuches.

lunes, 24 de marzo de 2014

Mensaje urgente.....

Que sepáis que la Real juvenil perdió ayer su partido en Huesca....2-0....y el Athletic se encuentra ahora a 3 puntos. El próximo fin de semana se enfrentan ambos en Zubieta. Las crónicas MDrianas giputxis señalan, oh sopresa!....”los aragoneses no merecieron la victoria……la Real perdió inmerecidamente en Huesca…….los locales llevaron al extremo la eficacia y materializaron las dos ocasiones más claras que tuvieron”. Yo creo que esto es inaceptable….pero qué ralea de jovencitos crecen en Huesca!!!!....cómo es posible ser tan tortuoso y dañino ya a esa corta edad como para llevar al extremo la eficacia y marcar en las dos ocasiones más claras que tienes!!!! Es intolerable!!....y bien haría la Federación en tomar medidas. Tan intolerable como que haya alguien que hable ruso por el mundo sin la debida protección del Ejército Rojo….protección presencial, me refiero…..eso lo vamos a solucionar pronto. Las exequias por Undiano cuando se celebran??....es por mandar una corona….”Que en paz descanses, hijo de puta. Tus amigos zurigorris te recuerdan.”

sábado, 8 de marzo de 2014

Jornada 27: Valencia CF - Athletic Club


¡Cómo avanza esto! Casi sin darnos cuenta nos plantamos ya en el tramo final de la competición liguera, el momento del do de pecho, de mirar de frente la meta y esprintar en un esfuerzo final que premie la excelente trayectoria que el Athletic viene mostrando desde agosto.

Parece que hay cierto consenso entre los observadores y analistas del equipo zurigorri a la hora de establecer los dos próximos partidos como citas clave a la hora de apuntalar la cuarta posición. Un pequeño tour por la Comunidad Valenciana que nos llevará primero a Valencia y después a Villarreal.

La importancia de esta primera parada en la gira levantina radica, principalmente, en la entidad del rival. La ventaja del Athletic sobre el Valencia es, en este momento, de quince puntos y una victoria en Mestalla, a efectos prácticos, sería como eliminar un rival directo. Lo normal sería que se diese ya por eliminado al Valencia como rival directo, aunque ha sido el propio Ernesto Valverde quien ha alertado de que aún puede ser un equipo peligroso. Tiene muy difícil llegar a inquietar a los rojiblancos en la lucha por la última plaza de Champions League, sí, pero no debemos olvidar que se trata de una plantilla con un puñado de muy buenos jugadores y, lo que es más importante, desde que Pizzi es el entrenador ha experimentado una mejora notoria. Y por añadir otra dificultad al reto al que se enfrentarán los bilbainos, se rinde visita a un campo en el que se encadenan un par de décadas de malos resultados.

Ahora bien, el Athletic se presenta en Mestalla como el cuarto clasificado, como un equipo que está haciendo valer una regularidad sorprendente y una pasmosa capacidad para competir. Y decimos pasmosa porque este, precisamente, ha sido uno de los puntos más flojos del equipo en los últimos decenios. Jugando con el estilo que fuera, utilizando diferentes sistemas de juego, alineando a muy diversos tipos de jugador, el Athletic lleva muchos años adoleciendo de una alarmante falta de competitividad en momentos clave, en situaciones en las que a un equipo la competición le ofrece la posibilidad de crecer. Este debate ha surgido muchas veces en este elegante Ambigú: ¿por qué nos desinflamos tantas veces cada vez que rozamos con la punta de los dedos objetivos de primer nivel? Pues bien, durante este curso futbolístico algo nos dice que ese defecto está en vías de solución y que esta temporada puede llegar a superarse dicho muro. Ganar a un buen equipo como el Valencia, en un estadio maldito y apuntalar, sin depender de lo que hagan los demás, el cuarto puesto equivaldría a dar el primer paso para superar esa incapacidad de luchar por metas de un nivel reservado a equipos muy competitivos. Y es que, no lo olvidemos, alcanzar el cuarto puesto en esta Liga, además del premio de participar en la previa de la Champions el próximo verano, tiene un significado obvio: le define a uno como equipo ganador, ya que se requiere alcanzar muchos puntos, lo que conlleva tener muy poco margen para el error o, dicho de otro modo, obliga al equipo que aspire a ello a ser competitivo jornada a jornada.

Para el partido del domingo, Valverde recupera a Beñat y a Toquero. Sigue de baja Ibai y recientemente se ha incorporado a la enfermería Sola. No parece que el once tipo del equipo varíe mucho, quizás, observando las decisiones que ha ido tomando Txingurri últimamente, el puesto que podría estar algo más abierto sería el de lateral diestro, con la posibilidad de que De Marcos vuelva a sustituir a Iraola. El Valencia es un equipo con bastante peligro por sus bandas y quizás, como ya hizo en otros partidos antes, Ernesto prefiera cerrar ese carril con un jugador con menos calidad pero con mayor capacidad de derroche físico. En cualquier caso, la suerte del choque sí parece que se decidirá en quien domine al rival en campo ajeno, ya que no son equipos que se sientan cómodos defendiendo en su mitad del terreno de juego. En este sentido, el Athletic ha sido un tanto irregular fuera de casa: ha alternado grandes actuaciones con un dominio total del partido robando el balón en campo ajeno, con otros en los que ha estado mucho más reservón y en los que ha sufrido aculado atrás. El Valencia no es un buen cliente si le dejas la iniciativa y si permites que te encierre cerca de tu área, por lo que la idea clave de partida es morderles lo más arriba posible y desde el primer minuto. Todo lo que no sea esto será sufrir y poner en peligro la obtención de un bun resultado.

Veremos cómo se da este primer encuentro de la miniserie de partidos fuera de San Mamés. No debemos perder de vista la posibilidad de dar un golpe de autoridad y regresar a casa con los seis puntos, pero también sería francamente bueno conseguir cuatro y el goal average con Valencia y Villarreal a favor. A por ellos.

miércoles, 19 de febrero de 2014

One Club Man - Tom Finney


“Un jardín...en el centro del jardín, un surtidor,....en el centro del surtidor, dos piedras....entre las dos piedras, una flor.”


Siempre que pensaba en Preston y, en general, en el condado de Lancashire, le venía a la mente aquella imagen. La imagen del jardín de Mirror House, la mansión donde pasó buena parte de su infancia. Aquellos fríos, húmedos y melancólicos inviernos a la orilla del Ribble. El viento del invierno inglés inflaba su chaqueta al caminar mientras inundaba sus ojos del verde de los arbustos mecidos por la brisa del Norte. Sentía la piel como salpicada de agua y de sal.

En aquella ocasión la razón de su regreso a Preston era triste. Triste como la bruma de Febrero que cubría el camino, que ocultaba de sus ojos el bosque de Bowland y envolvía entre sombras oscuras Deepdale, el destino final de aquel paseo. El Sábado 15 de Febrero saltó la noticia, Tom Finney, Sir Finney, había fallecido a la edad de 91 años. Sí, “el fontanero de Preston”, el ídolo futbolístico más grande de aquella ciudad, respetado en todos los campos de Inglaterra, había dejado de respirar, y todo Preston, y con ella el entero condado de Lancashire, lloraba desconsolada. Aquella tarde, el estadio de Deepdale, la casa donde Tom realizó buena parte de sus prodigios, iba a rendirle un sentido homenaje…..¿cómo faltar a esa cita?.

La escultura de Tom que el Preston North End, su club de toda la vida, mandó erigir a la entrada de Deepdale en reconocimiento a su mítica figura, apareció aquella fría mañana vestida con la camiseta del club y adornada con multitud de recuerdos y ramos de flores de una afición, de toda una ciudad, entregada para siempre al recuerdo de su gran héroe, del mito por el que sentía veneración.




El silencio en el estadio, un silencio que hablaba de respeto, de cariño y admiración, mientras se desplegaba una gran pancarta con la imagen de Sir Finney, la estruendosa ovación posterior y los cánticos de aquella afición todavía le ponen el vello de punta. Y su historia, la historia del pequeño Tom, contada una y mil veces en los pubs de aquella pequeña ciudad, a poco más de 40 km de Manchester, también le erizaba la piel, una historia de lucha y entrega, de lealtad y cariño….sobre todo una historia de lealtad y cariño a unos colores, a una camiseta.

Tom había nacido el 5 de Abril de 1922 en Preston, en el condado de Lancashire. Nació pues en una de esas ciudades matrimoniadas con el fútbol, no por nada el equipo de la ciudad, el Preston North End, es uno de los decanos de la historia del fútbol inglés, el primero en conseguir lo que en Inglaterra se llama “The Double”, el doblete que diríamos nosotros. Era el año 1889. Aquella fue la primera liga inglesa y el Preston la dominó por completo. No perdió ni un solo partido, 18 victorias y 4 empates. Once puntos de ventaja a su más inmediato perseguidor, el Aston Villa, hizo que aquel equipo recibiera el apodo de “Los Viejos Invencibles”. A ese éxito hay que añadir que ganaron la F.A. Cup sin conceder un solo gol.

El éxito se prolongó el siguiente curso al ganar la segunda y última liga que figura en su palmarés. Para encontrar otra Copa hay que buscar en la temporada 1937-38. Para encontrar en la liga inglesa otro equipo que haya levantada el título sin perder un solo partido hay que mirar a la temporada 2003-04, cuando el Arsenal, F.C. firmó la hazaña.

No es de extrañar pues que aquel Preston fuera considerado el mejor equipo europeo de su época y su hogar, su guarida, Deepdale, uno de los campos de fútbol más antiguos del mundo que todavía sigue en activo, un auténtico templo, venerable y temido templo.

Un dato que muestra la pasión por el fútbol que anidó siempre en Preston es recordar que en una ciudad de menos de 200.000 habitantes en el año 1938 para un partido contra el Arsenal la asistencia llegó a ser de 42.684 espectadores.

En ese ambiente de amor y pasión por el fútbol y por el Preston se crió Tommy. No tuvo una infancia sencilla, la prematura muerte de su madre cuando Tom tenía solo cinco años marcó su niñez. Desde crio Tom tenía claro su mayor deseo, la ilusión de su vida, triunfar en Deepdale, oir entonar su nombre a la afición de Preston en ese estadio que él veía todos los días porque apenas unos metros le separaban de la casa en la que vivía junto a su padre.

“Tom, vamos, ponte ya el mono azul….y ¡deja ya de una vez ese balón!, tenemos trabajo!”. Si algo tenía claro mister Finney es que su chico aprendería su oficio, aquel trabajo que le permitía sacar adelante, con dignidad, a su familia. Tommy, sería un buen fontanero, eso lo primero, y luego ya, en el poco tiempo libre que le quedase, que diera todas las patadas que quisiera a aquel balón de cuero.

Tommy siempre había sido un niño dócil y obediente. Justo lo contrario de lo que sucedía cuando había un balón por medio. Entonces, se transformaba. El muchacho se convertía en un tirano, dominaba el balón, lo pegaba a su pie y emprendía una de aquellas arrancadas zigzagueando, ahora salgo por la derecha, ahora salgo por la izquierda que convertían en un imposible arrebatarle el balón.

Los parques de la ciudad de Preston, en la dulce Inglaterra de entreguerras, fueron los primeros en percatarse de la habilidad que con el balón mostraba aquel menudo cuerpo en el que residía Tom. No es solo ya que hiciera cosas que otros no hacían……más importante que eso era…la velocidad con que las ejecutaba. Como un rayo.

Sin embargo, por sus características físicas, ni su padre, ni sus primeros técnicos creyeron que aquel muchacho dulce, aunque eléctrico cuando corría la banda, pudiera tener gran porvenir con el balón. Se equivocaron de medio a medio con él.

La Segunda Guerra Mundial tampoco ayudo a Tommy, retrasó su llegada al primer equipo del Preston. Le tocó combatir en el VIII Ejército de Montgomery como conductor de un carro de combate. En medio del fragor de la guerra los partidos entre soldados le permitieron mantenerse en forma durante la contienda. ¿Cuántos Tommy Finney no nos habrá arrebatado la locura de la guerra?.

Finalmente llegó el momento tan esperado. Finney tenia 24 años cuando en Agosto de 1946 podía debutar con el equipo de toda su vida, el Preston North End. Lo que le dijo su entrenador antes de saltar al campo evidencia que, todavía, no había gran confianza en “el fontanero de Preston”………”Tom…..no te preocupes demasiado, muchacho….nadie espera mucho de ti”.

“Nadie espera mucho de ti”. Tan solo 28 días después de esa afirmación Finney era llamado para debutar con la selección de fútbol de Inglaterra. Tan eléctrica y rápida fue su ascensión en el mundo del fútbol como eléctrico y rápido se movía en el campo. En aquel primer partido con la selección inglesa, en Belfast, frente a Irlanda del Norte marcó un gol en la sencilla victoria inglesa 2-7.

Cinco años después de su debut con el Preston ganaba con su equipo la Football League One. En 1954 y en 1957 fue elegido como “futbolista del año” en Inglaterra, siendo el primero en ganar dicho premio más de una vez. Jugó en el Preston un total de 473 partidos en catorce temporadas, en los que marcó 210 goles, siendo hasta la fecha el máximo goleador del club en toda su historia. En toda su carrera, larga e intensa, no vio ni una sola tarjeta, todo un caballero Sir Finney.

Fue internacional con Inglatera un total de 76 veces a lo largo de trece años marcando 30 goles. Cuando, en 1958, marcó su gol número 29 contra la Unión Soviética se convirtió en el máximo goleador de la historia de su selección. Para superarle hubo que esperar a un mito como Bobby Chalton.

Disputó tres mundiales (1950, 1954, 1958) y se convirtió en uno de los mejores regateadores de la historia del fútbol. La discusión sobre si diblaba mejor que Stanley Matthews, con el que coincidió en la selección, todavía sigue vigente.

En la temporada posterior a su retirada el Preston descendió y nunca ha regresado a la máxima categoría del fútbol inglés. "Nadie espera mucho de ti”…..Tommy, ríete por última vez.

Sobre el “fontanero de Preston” se han dicho muchas cosas. Bill Shankly, aquel mito del Liverpool, lo tenía claro..”Tom habría triunfado en cualquier equipo, en cualquier lugar y en cualquier época hasta con el abrigo puesto. Los rivales lo temían tanto que ponían a un hombre para que lo marcara incluso cuando estaba calentando”.

Tommy Docherty, compañero suyo en el Preston, también fue, recientemente, muy explícito al glosar su figura: “Fue el Messi de la época”.

Para el recuerdo nos queda una de las imágenes más legendarias que nos ha dado el fútbol inglés. Era Agosto de 1956 y una de las veloces galopadas de aquel extremo era inmortalizada para siempre. En Stamford Bridge, sobre un césped que escupía agua, y bajo la lluvia, Tommy resbalaba en un gran charco, mientras superaba a dos rivales, y la cámara de John Horton estaba allí para que aquella imagen pasara, para siempre, a formar parte de la leyenda.


Esa fotografía inspiró la estatua que Peter Hodgkinson creó y bautizó con el título “The Splash” y que está situada al lado de The National Football Museum, para que los aficionados recordaran hasta la eternidad a este singular futbolista.

Por supuesto, Tom Finney, conocido también por el apodo de “extremo fantasma” por esa rara habilidad que tenía para aparecer por sorpresa cuando menos esperaban los defensas, pronto llamó la atención de los grandes clubes ingleses y del resto de Europa. Las ofertas le llovieron, Manchester, Liverpool, los equipos de Londres, el todopoderoso Inter de Milán, todos quisieron contar con él en sus filas.

Pero Tommy tenía claro lo que quería y se mantuvo fiel a principios que para él eran más importantes que el dinero. La lealtad y la fidelidad al equipo de su ciudad daban sentido a su vida. Rechazó todos y cada uno de los contratos que le pusieron por delante y se convirtió así en un auténtico ídolo para aquella afición, un auténtico mito para la ciudad de Preston. Tom Finney, un auténtico One Club Man.

Y ahora mismo, volviendo de Deepdale, en esta tarde de agua y miel, más allá del horizonte, veo unos destellos blancos y rosados que, no sé bien la razón, me hacen recordar la sonrisa de un niño menudo, ágil y veloz, jugando feliz con un balón.

Goian bego, Tom Finney.

domingo, 9 de febrero de 2014

Jornada 23: Real Club Celta – Athletic Club


Vuelve el Athletic a la competición liguera tras un par de semanas de emociones fuertes. ¿Vuelve...? se preguntará, con razón, el parroquiano de tan elegante Ambigú... ¿Acaso no jugó el Athletic un partido de liga contra el Real Madrid el pasado domingo en San Mamés? Bien, aquí podemos fingir que las cosas son como no son y obviar la realidad, pero, entre nosotros, conviene no seguir engañándonos: lo del domingo no era un partido de liga, en todo caso podría ser un partido de esa competición paralela que disputan dos equipos y en la que colaboran otros dieciocho. Dicho de otra forma, lo del domingo fue una de esas cuatro jornadas de la temporada, dos en Bilbao, otra en Madrid y una más en Barcelona, en las que el Athletic, por causas de fuerza mayor, se convierte en los Washington Generals, aquel equipo de baloncesto que formaba parte del espectáculo que otorgó fama mundial a los Harlem Globetrotters. El hecho de que el domingo ni el Athletic ejerciera de los Generals, ni el árbitro contribuyera a que los Globetrotters desarrollaran sus cabriolas y volatines, para regocijo de las audiencias televisivas y alimento del show mediático, ha sido lo que en última instancia explica la atorrante semana de insultos, ofensas e improperios llegados desde la central lechera.

Afortunadamente, no hay mal que cien años dure, así que ahora toca olvidarse de todas las sandeces e injurias publicadas y la Liga regresa para un Athletic en horas altas. La cita será en Vigo, en el estadio de Balaídos y, como no podía ser menos esta temporada, en fecha y horario contra natura: lunes a las diez de la noche. Parece obvio que esta liga, la de los dieciocho, les resulta menos interesante, se diría que hasta molesta, que la liga de los dos.


Efectivamente, llega el Athletic a Vigo en buen momento. La eliminación en la Copa, aunque dejando una buena imagen, no debe mermar la excelente trayectoria que llevan los leones en la Liga, con una racha de cuatro partidos consecutivos sin perder: tres victorias por goleada y un empate con muy buen juego ante uno de los colíderes. Además, el hecho de jugar una vez conocidos los demás resultados de la jornada puede añadir cierta tranquilidad al planteamiento del partido, que no requerirá de urgencias. En este sentido, la derrota en el Bernabeu del Villarreal, el rival más próximo en la clasificación, hace que el premio de ganar en Balaídos sea, si cabe, más suculento y así un eventual tropiezo no conllevará más presión en la lucha por el cuarto puesto. Con una cómoda ventaja de puntos en la clasificación, sin otras competiciones en las que haya que desgastarse física o mentalmente y con un calendario inmediato con rivales (a priori) bastante asequibles, se inicia en Vigo un ciclo de la temporada en el que se puede avanzar buena parte del camino que aún queda por recorrer hasta el ansiado objetivo del cuarto puesto y la subsiguiente clasificación para la fase previa de la Champions League, a disputar el próximo verano.

Salvo la inesperada baja por una lumbalgia aguda de Beñat, un jugador que no está aportando lo que se esperaba de él cuando fue fichado, y la ausencia sine die de Toquero, importante en algún momento concreto, pero tampoco excesivamente decisivo una vez recuperados de sus problemas Aduriz y Sola, el equipo llegará al partido en plenas condiciones físicas, fino en lo futbolístico y con la moral alta para enfrentarse por cuarta vez en lo que va de curso al Celta. Parece que el equipo celeste, tras un mal comienzo, también va enderezando su rumbo y, si bien no puede sentirse aún tranquilo, al menos respira en una posición más cómoda que cuando jugó las tres veces anteriores contra los leones. Un equipo, el local, con una plantilla bastante joven y en la que destaca especialmente el talento de tres o cuatro jugadores: Ahora bien, un equipo que no puede esconder su irregularidad y cierta inconsistencia por momentos durante los partidos. El Athletic sólido, sin fisuras y con muy pocos altibajos en su juego que se ha visto últimamente tiene que ser favorito y, aún previendo que el Celta va a poner muchas dificultades, probablemente sea esa solidez la peor medicina que se le puede administrar a un equipo que, a ratos, desaparece de los partidos.

viernes, 7 de febrero de 2014

Segunda jornada Seis Naciones 2014

Un amigo inglés me llamó el otro día desde las islas para felicitarme por la marcha del Athletic. De los partidos recientes había visto la segunda parte de Pamplona, y los partidos completos contra Atlético y Madrid.

De éste último destacó el partidazo que jugamos y consideró que aunque podríamos haber salido tristes por no haber terminado de rematar con una victoria, teníamos que estar satisfechos por el buen fútbol que hicimos ante un equipo de ese potencial. Del arbitraje no dijo ni pío. Gente rara, estos ingleses ...

Pero me estoy saliendo del tema. También hablamos de rugby. Me dijo que en las islas el partido que tienen marcado en rojo es el Inglaterra-Gales de la 4ª jornada. Consideran que el torneo se va a decidir ahí. Incluso después de la derrota inglesa en París. Pueden estar en juego el torneo y, sobre todo, el Gran Slam para Gales (consideran más duro ese escollo que la visita galesa a Dublín)

Yo sin embargo opino que la victoria francesa ha devaluado un poco (solo un poco) ese partido, y por contra creo que el que puede ser un partidazo crucial esprecisamente el Irlanda-Gales que abre la jornada en el Aviva Stadium de Dublín a las 15:30.

El partido de la jornada

Los irlandeses ya les pasaron por encima a los dragones en la primera jornada del año pasado; y aunque un año queda lejos, no puedo evitar tener ese referente en lo que fue un enorme partido de rugby por parte del quince del trébol.

Espero un partido vibrante. Me baso en la contundente victoria sobre Escocia en la primera jornada, que uno al para mí decepcionante Gales de la primera jornada que, aunque venció a Italia, lo hizo con más pena que gloria y sembrando ciertas dudas. Claro que los galeses suelen tener problemas para mantener la concentración; más contra un rival que seguramente no es el que más les motiva. Espero un mejor partido de mi equipo de adopción. Y también espero no tener problemas en casa: yo voy con Gales, pero el resto de mi familia apoya a Irlanda. Creo que Forever tiene problemas parecidos ...

En todo caso lo diré: todo el mundo especula con el tercer triunfo consecutivo galés, dudan si será con o sin Gran Slam por la difícil visita a Twickenham ... pero a mí el "tapado" me parece Irlanda.

Continúa la jornada a las 18:00 con la Calcuta Cup. Si no fuera porque se juega en Murrayfield, daría por clara favorita a Inglaterra. Escocia sigue atascada. En los últimos años han ido
dando mejores sensaciones, pero les cuesta una barbaridad convertir en puntos los instantes de dominio que consiguen en cada partido. Y ante Irlanda encajaron una buena paliza. En los foros que veo por ahí les dan candidatos a la cuchara de madera por encima de Italia, en vista de que el choque entre ambos se juega en Roma. Veremos. No hay que vender la piel del escocés antes de matarlo.

Cierra la jornada un Francia-Italia que debería ser una venganza de la derrota de les bleus el año pasado. Pero cuidadín con Italia: los azzuri hicieron un buen partido ante Gales y si yo fuera francés no me confiaría demasiado ...

P.S. A la espera de que el Maestro Tao, cuya generosidad invoco de nuevo, abra una entrada sobre el partido del lunes en algún momento del fin de semana, os invito a seguir hablando del Athletic en esta entrada. La anterior está cerca del fatídico comentario 200.