Ernesto Valverde, esta mañana en la sala de prensa: Estamos en los momentos cruciales del año, nos jugamos tres competiciones en tres partidos.
No es habitual que un entrenador hable de varios partidos consecutivos en estos términos. Hoy en día ha hecho fortuna la idea del partido a partido gracias al cholismo, aunque esta idea siempre ha sido el punto uno del primer capítulo del manual de tópicos de entrenadores y jugadores, mucho antes, incluso, de que el Cholo fuera entrenador o jugador. Otra cosa es que los entrenadores, en su fuero interno, sí que valoren la acumulación de partidos importantes más allá del socorrido partido a partido y que haya algunas combinaciones de ellos que adquieran especial relevancia para la consecución final de los objetivos de la temporada.
Valverde, por tanto, ha sido claro y diáfano al respecto y no se ha echado en brazos del típico tópico. Está claro que sería propio de Pero Grullo incidir en la característica terminal de los partidos frente a Torino y Espanyol: o los sacas adelante o estas fuera de las respectivas competiciones. En el caso del acto central de la trilogía, el partido liguero en Eibar, de cuya importancia nadie puede dudar aún no teniendo el mismo carácter definitivo, parece que el entrenador rojiblanco quiere unir su suerte al de los otros dos, con la esperanza de que un eventual éxito en el primero de la cadena surta un efecto multiplicador en el siguiente. En una temporada en la que parece que el equipo ha sufrido una severa crisis de confianza puede ser una buena estrategia, aunque conviene no perder de vista que serán tres partidos disputados, difíciles y en los que sufrir un tropiezo entra dentro de lo posible: si se trata de ganar confianza a través del éxito, conviene estar preparado para no perderla si es que se produjera algún fracaso.
San Mamés, en su nueva versión, acogerá el primer trámite de esta trilogía reencontrándose con una competición, la Europa League, que tanta miel dejó en los labios de la cátedra hace tres temporadas. Aquella vez se nadó y se nadó... para morir en la orilla. Esta vez las circunstancias han cambiado mucho. De entrada, se llega a la competición de rebote, con un sabor más agrio que dulce tras la experiencia de la Champions League y, si bien, hace unos meses había bastante confianza en que el equipo podía repetir una actuación brillante en la segunda competición continental, ahora la errática trayectoria del equipo no invita a ser tan optimista. Y es que se trata de una competición en la que el nivel de los equipos es más acorde al que atesora el propio Athletic, eso es cierto, pero no lo es menos que hay que nadar mucho, hay que pasar nada menos que cuatro eliminatorias para entrar en la final y tener la oportunidad de alcanzar lo que hace tres años fue imposible: la orilla. Teniendo en cuenta que ya se ha pasado el ecuador de la primera de esas eliminatorias, ya sólo faltarían tres y media. Veámoslo con una perspectiva positiva.

Bajando un poco a la realidad, aunque el
Athletic comparezca en este partido con la ligera ventaja que da el haber empatado
a dos en el campo del rival, no conviene perder de vista que el
Torino ha demostrado ser un equipo peligroso y que el partido, a priori, se presenta como muy igualado. En un partido igualado ya se sabe que los
pequeños detalles a veces tienen grandes consecuencias, por lo que todos los protagonistas, desde los banquillos hasta los jugadores, pasando por el nutrido grupo de árbitros que hay en esta competición, deberán hilar muy fino. Hay algunas señales de recuperación en el
Athletic, por lo que habrá que suponer que la
confianza, la
concentración y la
finura futbolística, los factores que suelen ser decisivos para que esos
pequeños detalles se produzcan a favor y no en contra, alcancen niveles más altos de lo que han estado hasta el momento.
De los siguientes actos de este tríptico iremos hablando en los próximos días.