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Rústicos en Dinerolandia |
Durante los días de vino y rosas algún avispado vendedor de crecepelo bautizó al campeonato español de primera división como la liga de las estrellas. La combinación de una apertura prácticamente total de las fronteras en el mercado de jugadores y el dinero contante y sonante procedente de las televisiones contribuyó decisivamente a inflar hasta límites insospechados la burbuja futbolística. Cualquier equipo de medio pelo tenía la posibilidad de fichar jugadores de cierto caché internacional. Clubes tradicionalmente subidos al ascensor liguero, que les llevaba una y otra vez de segunda a primera y de primera a segunda, se permitieron confeccionar plantillas con jugadores de un nivel desconocido hasta entonces. Paralelamente, empezó a crecer también la picaresca de muchos directivos que encontraron en el enorme trasiego de dinero del futbol una buena oportunidad para dudosos negocios privados. En esa caldo de cultivo aparecieron muchos intermediarios raros que ofrecían fichajes de jugadores aún más extraños. El negocio tomó unas dimensiones enormes y fuera cual fuera la finalidad última, casi siempre poco edificante, de lo que se trataba era de comprar y vender caro. Si después estos jugadores resultaban buenos o malos solía ser indiferente por lo que, además de los fichajes de futbolistas importantes, la riada de contrataciones empezó a arrastrar también a muchos desconocidos procedentes de los sitios más insospechados. Para los clubes ya no era interesante dedicar recursos a formar jugadores propios: había dinero y había interés en gastarlo, así que mientras duró el boom futbolístico fueron muchos los clubes que olvidaron casi por completo a los jugadores de la cantera. Pero la marabunta como viene se va y lo peor es que el panorama que deja tras su paso siempre es desolador. Llegó el momento en el que los ingresos de todos esos clubes que habían ejercido de nuevos ricos ya no eran capaces de soportar sus gigantescas estructuras de gasto, las deudas se acumulaban y su solvencia se resquebrajaba. Más dura fue la caída, podría pensar un observador neutral y sensato. Sin embargo, la proverbial complacencia que el futbol genera ha dejado para la historia una reflexión mucho más peliaguda entre la gran masa acrítica que la sustenta y que suele valorar así la época del derroche: vale, ahora estamos pagando los excesos, pero ¿y lo bien que lo 'pasemos'...?
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El Sporting de los años dorados |
El Sporting es uno de esos clubes que durante el boom vivió por encima de sus posibilidades. No se comprende muy bien qué hizo exactamente durante esos años para acumular una deuda que ha llegado a comprometer muy seriamente su supervivencia. En realidad, a diferencia de otros, como el Deportivo o el Valencia, que llegaron a ganar títulos gracias a aquel derroche, el Sporting durante ese tiempo nunca ha estado siquiera cerca de conseguir algún éxito. El club gijonés desde hace décadas se ha caracterizado por producir muchos y buenos futbolistas, traspasó a varios de ellos y, en medio de la vorágine, se olvidó de sus señas de identidad y se dedicó a ser como los demás, una máquina de gastar dinero. Vista la escasez de éxitos deportivos y la magnitud de su agujero financiero, parece que su caso, como el de tantos otros, es el de un equipo que se dedicó a fichar sin el más mínimo control, ni de calidad ni económico, por vaya usted a saber qué oscuras razones. El caso es que el Sporting en el pecado ha encontrado la penitencia. Una durísima penitencia, por cierto: ha vagado durante muchos años por la segunda división, ha sufrido enormes convulsiones societarias que le han situado cerca de la desaparición y, en última instancia, se ha visto abocado a competir con una plantilla barata y procedente, fundamentalmente, de su cantera. En estas circunstancias, el ascenso a primera logrado la pasada temporada fue toda una hazaña. Por si fuera poco castigo el ya sufrido, este verano la Comisión de Control Económico de la Liga de Futbol Profesional le complicó aún más la vida al imponer unas durísimas restricciones para la inscripción de nuevos jugadores en su plantilla. El equipo asturiano sólo ha podido incorporar a jugadores que cumplan alguna de estas características: proceder del filial, cobrar el salario mínimo (129.000€) o tener unos emolumentos que no superen el 25% de la masa salarial que el club haya podido liberar en forma de bajas. Así, el Sporting afronta su regreso a la primera división con una plantilla muy similar a la que consiguió el ascenso, más algunos fichajes caracterizados por una doble condición: todos ellos son muy jóvenes y muy baratos. Dos volantes, Halilovic y Mascarell, cedidos respectivamente por Barcelona y Real Madrid, son sus principales apuestas externas. Un equipo pobre que regresa a sus orígenes, a los que le dieron más esplendor... hace ya muchos años.
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Un Athletic sólido en casa |
Este lunes el Sporting regresa a Bilbao para disputar ante el Athletic un partido que se presupone muy competido. Tras ocho jornadas el equipo local acumula una decepcionante cifra de ocho puntos, a todas luces insuficientes para el objetivo de ocupar puestos europeos. Los visitantes, sin embargo, con nueve puntos se mantienen, más o menos, en el promedio necesario para conseguir la permanencia al final del campeonato. Un punto de diferencia, un balance casi idéntico de goles a favor y en contra, pero sensaciones bien distintas: mientras en el Athletic hay una sensación de mal comienzo y de que es preciso arrancar cuanto antes, en el Sporting la impresión es de que el inicio de la temporada ha sido bastante satisfactorio, especialmente fuera de casa. Su balance como equipo visitante está siendo realmente bueno: un partido perdido (Rayo Vallecano), un empate (Real Sociedad) y dos victorias (Deportivo y Espanyol). Enfrente, el Athletic se encuentra mucho más a gusto en San Mamés que lejos del Botxo. Como local ha firmado dos victorias (Getafe y Valencia) y dos derrotas (Barcelona y Real Madrid). Si tenemos en cuenta que las dos victorias fueron bastante claras y que las derrotas, además de ser ante los dos clubes más potentes de la categoría, fueron muy ajustadas y competidas, parece claro que, a priori, un buen visitante como el Sporting se va a encontrar a un buen local como es el Athletic. El partido, por tanto, promete. Ernesto Valverde reconocía ayer en sala de prensa la necesidad que tiene el equipo de sumar los tres puntos en este partido y alertaba del peligro del rival: Me gusta el Sporting, le veo similitudes con nosotros, son un equipo de cantera, tienen una identidad propia... Como conjunto les veo muchas de nuestras virtudes, empuje, solidaridad... Son ambiciosos, tenemos que tener cuidado. Cualquier aficionado sabe que el Athletic es un equipo temible, sobre todo en La Catedral, cuando juega a todo trapo y un equipo vulnerable cuando se dedica sestear. No sería la primera vez que recibe la visita de un equipo humilde, por qué no decirlo, pobre, y se lleva un susto por no afrontar el partido con la actitud necesaria. Si, además, el rival es corajudo, peleón y tiene las ideas claras, las probabilidades de que ocurra un accidente se multiplican. Los jugadores bilbaínos están avisados y la reciente experiencia de Riazor, dejándose empatar un partido que estaba ganado, debe ponerles aún más alerta, si cabe. Es el momento de sentar las bases de la escalada clasificatoria y un tropiezo en este partido sería un enorme revés. En el universo de ricos y pobres que es la liga de las estrellas son tantas las diferencias que lo normal es que los primeros ganen a los segundos... pero el futuro no está escrito.