miércoles, 19 de febrero de 2014

One Club Man - Tom Finney


“Un jardín...en el centro del jardín, un surtidor,....en el centro del surtidor, dos piedras....entre las dos piedras, una flor.”


Siempre que pensaba en Preston y, en general, en el condado de Lancashire, le venía a la mente aquella imagen. La imagen del jardín de Mirror House, la mansión donde pasó buena parte de su infancia. Aquellos fríos, húmedos y melancólicos inviernos a la orilla del Ribble. El viento del invierno inglés inflaba su chaqueta al caminar mientras inundaba sus ojos del verde de los arbustos mecidos por la brisa del Norte. Sentía la piel como salpicada de agua y de sal.

En aquella ocasión la razón de su regreso a Preston era triste. Triste como la bruma de Febrero que cubría el camino, que ocultaba de sus ojos el bosque de Bowland y envolvía entre sombras oscuras Deepdale, el destino final de aquel paseo. El Sábado 15 de Febrero saltó la noticia, Tom Finney, Sir Finney, había fallecido a la edad de 91 años. Sí, “el fontanero de Preston”, el ídolo futbolístico más grande de aquella ciudad, respetado en todos los campos de Inglaterra, había dejado de respirar, y todo Preston, y con ella el entero condado de Lancashire, lloraba desconsolada. Aquella tarde, el estadio de Deepdale, la casa donde Tom realizó buena parte de sus prodigios, iba a rendirle un sentido homenaje…..¿cómo faltar a esa cita?.

La escultura de Tom que el Preston North End, su club de toda la vida, mandó erigir a la entrada de Deepdale en reconocimiento a su mítica figura, apareció aquella fría mañana vestida con la camiseta del club y adornada con multitud de recuerdos y ramos de flores de una afición, de toda una ciudad, entregada para siempre al recuerdo de su gran héroe, del mito por el que sentía veneración.




El silencio en el estadio, un silencio que hablaba de respeto, de cariño y admiración, mientras se desplegaba una gran pancarta con la imagen de Sir Finney, la estruendosa ovación posterior y los cánticos de aquella afición todavía le ponen el vello de punta. Y su historia, la historia del pequeño Tom, contada una y mil veces en los pubs de aquella pequeña ciudad, a poco más de 40 km de Manchester, también le erizaba la piel, una historia de lucha y entrega, de lealtad y cariño….sobre todo una historia de lealtad y cariño a unos colores, a una camiseta.

Tom había nacido el 5 de Abril de 1922 en Preston, en el condado de Lancashire. Nació pues en una de esas ciudades matrimoniadas con el fútbol, no por nada el equipo de la ciudad, el Preston North End, es uno de los decanos de la historia del fútbol inglés, el primero en conseguir lo que en Inglaterra se llama “The Double”, el doblete que diríamos nosotros. Era el año 1889. Aquella fue la primera liga inglesa y el Preston la dominó por completo. No perdió ni un solo partido, 18 victorias y 4 empates. Once puntos de ventaja a su más inmediato perseguidor, el Aston Villa, hizo que aquel equipo recibiera el apodo de “Los Viejos Invencibles”. A ese éxito hay que añadir que ganaron la F.A. Cup sin conceder un solo gol.

El éxito se prolongó el siguiente curso al ganar la segunda y última liga que figura en su palmarés. Para encontrar otra Copa hay que buscar en la temporada 1937-38. Para encontrar en la liga inglesa otro equipo que haya levantada el título sin perder un solo partido hay que mirar a la temporada 2003-04, cuando el Arsenal, F.C. firmó la hazaña.

No es de extrañar pues que aquel Preston fuera considerado el mejor equipo europeo de su época y su hogar, su guarida, Deepdale, uno de los campos de fútbol más antiguos del mundo que todavía sigue en activo, un auténtico templo, venerable y temido templo.

Un dato que muestra la pasión por el fútbol que anidó siempre en Preston es recordar que en una ciudad de menos de 200.000 habitantes en el año 1938 para un partido contra el Arsenal la asistencia llegó a ser de 42.684 espectadores.

En ese ambiente de amor y pasión por el fútbol y por el Preston se crió Tommy. No tuvo una infancia sencilla, la prematura muerte de su madre cuando Tom tenía solo cinco años marcó su niñez. Desde crio Tom tenía claro su mayor deseo, la ilusión de su vida, triunfar en Deepdale, oir entonar su nombre a la afición de Preston en ese estadio que él veía todos los días porque apenas unos metros le separaban de la casa en la que vivía junto a su padre.

“Tom, vamos, ponte ya el mono azul….y ¡deja ya de una vez ese balón!, tenemos trabajo!”. Si algo tenía claro mister Finney es que su chico aprendería su oficio, aquel trabajo que le permitía sacar adelante, con dignidad, a su familia. Tommy, sería un buen fontanero, eso lo primero, y luego ya, en el poco tiempo libre que le quedase, que diera todas las patadas que quisiera a aquel balón de cuero.

Tommy siempre había sido un niño dócil y obediente. Justo lo contrario de lo que sucedía cuando había un balón por medio. Entonces, se transformaba. El muchacho se convertía en un tirano, dominaba el balón, lo pegaba a su pie y emprendía una de aquellas arrancadas zigzagueando, ahora salgo por la derecha, ahora salgo por la izquierda que convertían en un imposible arrebatarle el balón.

Los parques de la ciudad de Preston, en la dulce Inglaterra de entreguerras, fueron los primeros en percatarse de la habilidad que con el balón mostraba aquel menudo cuerpo en el que residía Tom. No es solo ya que hiciera cosas que otros no hacían……más importante que eso era…la velocidad con que las ejecutaba. Como un rayo.

Sin embargo, por sus características físicas, ni su padre, ni sus primeros técnicos creyeron que aquel muchacho dulce, aunque eléctrico cuando corría la banda, pudiera tener gran porvenir con el balón. Se equivocaron de medio a medio con él.

La Segunda Guerra Mundial tampoco ayudo a Tommy, retrasó su llegada al primer equipo del Preston. Le tocó combatir en el VIII Ejército de Montgomery como conductor de un carro de combate. En medio del fragor de la guerra los partidos entre soldados le permitieron mantenerse en forma durante la contienda. ¿Cuántos Tommy Finney no nos habrá arrebatado la locura de la guerra?.

Finalmente llegó el momento tan esperado. Finney tenia 24 años cuando en Agosto de 1946 podía debutar con el equipo de toda su vida, el Preston North End. Lo que le dijo su entrenador antes de saltar al campo evidencia que, todavía, no había gran confianza en “el fontanero de Preston”………”Tom…..no te preocupes demasiado, muchacho….nadie espera mucho de ti”.

“Nadie espera mucho de ti”. Tan solo 28 días después de esa afirmación Finney era llamado para debutar con la selección de fútbol de Inglaterra. Tan eléctrica y rápida fue su ascensión en el mundo del fútbol como eléctrico y rápido se movía en el campo. En aquel primer partido con la selección inglesa, en Belfast, frente a Irlanda del Norte marcó un gol en la sencilla victoria inglesa 2-7.

Cinco años después de su debut con el Preston ganaba con su equipo la Football League One. En 1954 y en 1957 fue elegido como “futbolista del año” en Inglaterra, siendo el primero en ganar dicho premio más de una vez. Jugó en el Preston un total de 473 partidos en catorce temporadas, en los que marcó 210 goles, siendo hasta la fecha el máximo goleador del club en toda su historia. En toda su carrera, larga e intensa, no vio ni una sola tarjeta, todo un caballero Sir Finney.

Fue internacional con Inglatera un total de 76 veces a lo largo de trece años marcando 30 goles. Cuando, en 1958, marcó su gol número 29 contra la Unión Soviética se convirtió en el máximo goleador de la historia de su selección. Para superarle hubo que esperar a un mito como Bobby Chalton.

Disputó tres mundiales (1950, 1954, 1958) y se convirtió en uno de los mejores regateadores de la historia del fútbol. La discusión sobre si diblaba mejor que Stanley Matthews, con el que coincidió en la selección, todavía sigue vigente.

En la temporada posterior a su retirada el Preston descendió y nunca ha regresado a la máxima categoría del fútbol inglés. "Nadie espera mucho de ti”…..Tommy, ríete por última vez.

Sobre el “fontanero de Preston” se han dicho muchas cosas. Bill Shankly, aquel mito del Liverpool, lo tenía claro..”Tom habría triunfado en cualquier equipo, en cualquier lugar y en cualquier época hasta con el abrigo puesto. Los rivales lo temían tanto que ponían a un hombre para que lo marcara incluso cuando estaba calentando”.

Tommy Docherty, compañero suyo en el Preston, también fue, recientemente, muy explícito al glosar su figura: “Fue el Messi de la época”.

Para el recuerdo nos queda una de las imágenes más legendarias que nos ha dado el fútbol inglés. Era Agosto de 1956 y una de las veloces galopadas de aquel extremo era inmortalizada para siempre. En Stamford Bridge, sobre un césped que escupía agua, y bajo la lluvia, Tommy resbalaba en un gran charco, mientras superaba a dos rivales, y la cámara de John Horton estaba allí para que aquella imagen pasara, para siempre, a formar parte de la leyenda.


Esa fotografía inspiró la estatua que Peter Hodgkinson creó y bautizó con el título “The Splash” y que está situada al lado de The National Football Museum, para que los aficionados recordaran hasta la eternidad a este singular futbolista.

Por supuesto, Tom Finney, conocido también por el apodo de “extremo fantasma” por esa rara habilidad que tenía para aparecer por sorpresa cuando menos esperaban los defensas, pronto llamó la atención de los grandes clubes ingleses y del resto de Europa. Las ofertas le llovieron, Manchester, Liverpool, los equipos de Londres, el todopoderoso Inter de Milán, todos quisieron contar con él en sus filas.

Pero Tommy tenía claro lo que quería y se mantuvo fiel a principios que para él eran más importantes que el dinero. La lealtad y la fidelidad al equipo de su ciudad daban sentido a su vida. Rechazó todos y cada uno de los contratos que le pusieron por delante y se convirtió así en un auténtico ídolo para aquella afición, un auténtico mito para la ciudad de Preston. Tom Finney, un auténtico One Club Man.

Y ahora mismo, volviendo de Deepdale, en esta tarde de agua y miel, más allá del horizonte, veo unos destellos blancos y rosados que, no sé bien la razón, me hacen recordar la sonrisa de un niño menudo, ágil y veloz, jugando feliz con un balón.

Goian bego, Tom Finney.

domingo, 9 de febrero de 2014

Jornada 23: Real Club Celta – Athletic Club


Vuelve el Athletic a la competición liguera tras un par de semanas de emociones fuertes. ¿Vuelve...? se preguntará, con razón, el parroquiano de tan elegante Ambigú... ¿Acaso no jugó el Athletic un partido de liga contra el Real Madrid el pasado domingo en San Mamés? Bien, aquí podemos fingir que las cosas son como no son y obviar la realidad, pero, entre nosotros, conviene no seguir engañándonos: lo del domingo no era un partido de liga, en todo caso podría ser un partido de esa competición paralela que disputan dos equipos y en la que colaboran otros dieciocho. Dicho de otra forma, lo del domingo fue una de esas cuatro jornadas de la temporada, dos en Bilbao, otra en Madrid y una más en Barcelona, en las que el Athletic, por causas de fuerza mayor, se convierte en los Washington Generals, aquel equipo de baloncesto que formaba parte del espectáculo que otorgó fama mundial a los Harlem Globetrotters. El hecho de que el domingo ni el Athletic ejerciera de los Generals, ni el árbitro contribuyera a que los Globetrotters desarrollaran sus cabriolas y volatines, para regocijo de las audiencias televisivas y alimento del show mediático, ha sido lo que en última instancia explica la atorrante semana de insultos, ofensas e improperios llegados desde la central lechera.

Afortunadamente, no hay mal que cien años dure, así que ahora toca olvidarse de todas las sandeces e injurias publicadas y la Liga regresa para un Athletic en horas altas. La cita será en Vigo, en el estadio de Balaídos y, como no podía ser menos esta temporada, en fecha y horario contra natura: lunes a las diez de la noche. Parece obvio que esta liga, la de los dieciocho, les resulta menos interesante, se diría que hasta molesta, que la liga de los dos.


Efectivamente, llega el Athletic a Vigo en buen momento. La eliminación en la Copa, aunque dejando una buena imagen, no debe mermar la excelente trayectoria que llevan los leones en la Liga, con una racha de cuatro partidos consecutivos sin perder: tres victorias por goleada y un empate con muy buen juego ante uno de los colíderes. Además, el hecho de jugar una vez conocidos los demás resultados de la jornada puede añadir cierta tranquilidad al planteamiento del partido, que no requerirá de urgencias. En este sentido, la derrota en el Bernabeu del Villarreal, el rival más próximo en la clasificación, hace que el premio de ganar en Balaídos sea, si cabe, más suculento y así un eventual tropiezo no conllevará más presión en la lucha por el cuarto puesto. Con una cómoda ventaja de puntos en la clasificación, sin otras competiciones en las que haya que desgastarse física o mentalmente y con un calendario inmediato con rivales (a priori) bastante asequibles, se inicia en Vigo un ciclo de la temporada en el que se puede avanzar buena parte del camino que aún queda por recorrer hasta el ansiado objetivo del cuarto puesto y la subsiguiente clasificación para la fase previa de la Champions League, a disputar el próximo verano.

Salvo la inesperada baja por una lumbalgia aguda de Beñat, un jugador que no está aportando lo que se esperaba de él cuando fue fichado, y la ausencia sine die de Toquero, importante en algún momento concreto, pero tampoco excesivamente decisivo una vez recuperados de sus problemas Aduriz y Sola, el equipo llegará al partido en plenas condiciones físicas, fino en lo futbolístico y con la moral alta para enfrentarse por cuarta vez en lo que va de curso al Celta. Parece que el equipo celeste, tras un mal comienzo, también va enderezando su rumbo y, si bien no puede sentirse aún tranquilo, al menos respira en una posición más cómoda que cuando jugó las tres veces anteriores contra los leones. Un equipo, el local, con una plantilla bastante joven y en la que destaca especialmente el talento de tres o cuatro jugadores: Ahora bien, un equipo que no puede esconder su irregularidad y cierta inconsistencia por momentos durante los partidos. El Athletic sólido, sin fisuras y con muy pocos altibajos en su juego que se ha visto últimamente tiene que ser favorito y, aún previendo que el Celta va a poner muchas dificultades, probablemente sea esa solidez la peor medicina que se le puede administrar a un equipo que, a ratos, desaparece de los partidos.

viernes, 7 de febrero de 2014

Segunda jornada Seis Naciones 2014

Un amigo inglés me llamó el otro día desde las islas para felicitarme por la marcha del Athletic. De los partidos recientes había visto la segunda parte de Pamplona, y los partidos completos contra Atlético y Madrid.

De éste último destacó el partidazo que jugamos y consideró que aunque podríamos haber salido tristes por no haber terminado de rematar con una victoria, teníamos que estar satisfechos por el buen fútbol que hicimos ante un equipo de ese potencial. Del arbitraje no dijo ni pío. Gente rara, estos ingleses ...

Pero me estoy saliendo del tema. También hablamos de rugby. Me dijo que en las islas el partido que tienen marcado en rojo es el Inglaterra-Gales de la 4ª jornada. Consideran que el torneo se va a decidir ahí. Incluso después de la derrota inglesa en París. Pueden estar en juego el torneo y, sobre todo, el Gran Slam para Gales (consideran más duro ese escollo que la visita galesa a Dublín)

Yo sin embargo opino que la victoria francesa ha devaluado un poco (solo un poco) ese partido, y por contra creo que el que puede ser un partidazo crucial esprecisamente el Irlanda-Gales que abre la jornada en el Aviva Stadium de Dublín a las 15:30.

El partido de la jornada

Los irlandeses ya les pasaron por encima a los dragones en la primera jornada del año pasado; y aunque un año queda lejos, no puedo evitar tener ese referente en lo que fue un enorme partido de rugby por parte del quince del trébol.

Espero un partido vibrante. Me baso en la contundente victoria sobre Escocia en la primera jornada, que uno al para mí decepcionante Gales de la primera jornada que, aunque venció a Italia, lo hizo con más pena que gloria y sembrando ciertas dudas. Claro que los galeses suelen tener problemas para mantener la concentración; más contra un rival que seguramente no es el que más les motiva. Espero un mejor partido de mi equipo de adopción. Y también espero no tener problemas en casa: yo voy con Gales, pero el resto de mi familia apoya a Irlanda. Creo que Forever tiene problemas parecidos ...

En todo caso lo diré: todo el mundo especula con el tercer triunfo consecutivo galés, dudan si será con o sin Gran Slam por la difícil visita a Twickenham ... pero a mí el "tapado" me parece Irlanda.

Continúa la jornada a las 18:00 con la Calcuta Cup. Si no fuera porque se juega en Murrayfield, daría por clara favorita a Inglaterra. Escocia sigue atascada. En los últimos años han ido
dando mejores sensaciones, pero les cuesta una barbaridad convertir en puntos los instantes de dominio que consiguen en cada partido. Y ante Irlanda encajaron una buena paliza. En los foros que veo por ahí les dan candidatos a la cuchara de madera por encima de Italia, en vista de que el choque entre ambos se juega en Roma. Veremos. No hay que vender la piel del escocés antes de matarlo.

Cierra la jornada un Francia-Italia que debería ser una venganza de la derrota de les bleus el año pasado. Pero cuidadín con Italia: los azzuri hicieron un buen partido ante Gales y si yo fuera francés no me confiaría demasiado ...

P.S. A la espera de que el Maestro Tao, cuya generosidad invoco de nuevo, abra una entrada sobre el partido del lunes en algún momento del fin de semana, os invito a seguir hablando del Athletic en esta entrada. La anterior está cerca del fatídico comentario 200.

viernes, 31 de enero de 2014

Un clásico en San Mamés


La primera edición de la Liga española comenzó en febrero de 1929 y finalizó en junio del mismo año. Diez fueron los equipos fundadores de la Liga: Athletic Club, Arenas Club, Real Sociedad de Futbol, Real Unión Club, Real Racing Club, Real Madrid Futbol Club, Athletic Club Madrid, Futbol Club Barcelona, Real Club Deportivo Español y Club Deportivo Europa. Desde entonces se han disputado ochenta y dos ediciones de la Primera División de la Liga y actualmente se está jugando la octogésima tercera. Actualmente compiten en Primera seis de los diez equipos fundadores, aunque sólo tres (Athletic, Real Madrid y Barcelona) han permanecido ininterrumpidamente en la categoría durante todas las ediciones disputadas hasta el momento, por lo que los diferentes partidos entre estos tres equipos son los enfrentamientos más repetidos en la historia de la Liga española.

Actualmente, ha hecho fortuna en los medios de comunicación de masas la denominación de clásico para referirse a los partidos que disputan Real Madrid y Barcelona. Dados los antecedentes históricos comentados, es indiscutible que, efectivamente, estos enfrentamientos son merecedores de dicho adjetivo, si bien la preponderancia mediática de estos dos equipos, a quienes se ha erigido en representantes del sempiterno antagonismo madrileño-catalán, de las trincheras centrípeta y centrífuga respectivamente y, en suma, de esa dialéctica de todo a un euro tan del gusto del periodismo actual, ha hecho que se diluya la legítima posibilidad de denominar también como partidos clásicos a aquellos que el Athletic juega contra el Real Madrid o el Barcelona. Nada que como aficionados rojiblancos no sepamos y que, aún no levantando mucho revuelo, aprovechemos de vez en cuando para reivindicar. El domingo, por tanto, el Real Madrid rendirá visita por octogésima tercera vez en competición liguera al campo del Athletic en lo que desde este Ambigú no tenemos duda en calificar como un clásico.

El viejo campo de San Mamés fue inaugurado el 21 de agosto de 1913 y hasta que fue derruido, cien años después, fue el único campo de futbol en el que se habían jugado partidos de todas y cada una de las temporadas de la historia de la Liga. El primer partido liguero en San Mamés se disputó el 17 de febrero de 1929, un partido en el que el Athletic vapuleó por 9-0 al Español. Y aún tuvieron que transcurrir algunos meses más para que La Catedral degustase el primer enfrentamiento de la que, con el tiempo, sería una larga serie ante el Real Madrid. Fue el 23 de junio de 1929, en la última jornada de aquella primera Liga. El Real Madrid llegaba a Bilbao con opciones de conseguir el título, en disputa con el Barcelona, mientras que el Athletic trataba de asegurarse el tercer puesto del campeonato. Dirigidos por Máximo Royo, los leones se impusieron a los merengues por 2-0, goles marcados por Unamuno I y Carmelo. Como anécdota diremos que Lafuente por los locales y Quesada por los visitantes fallaron sendos penaltys.

No hay nada más socorrido que utilizar eso de mucho ha llovido desde entonces, aunque dada la prodigalidad con la que la lluvia se suele despachar por tierras bilbainas creemos que disponemos de cierta licencia para utilizar el citado tópico. Ochenta y dos vistas del Real Madrid a San Mamés y, por ahora, un saldo favorable al Athletic: treinta y siete partidos ganados, dieciséis empatados y veintinueve perdidos. Un saldo este que se ha dulcificado algo para el Real Madrid debido a la reciente racha en la que ha conseguido ganar siete de los últimos diez partidos disputados en La Catedral. Pero más allá de las estadísticas futbolísticas hay dos circunstancias que hacen de la edición número ochenta y tres de este clásico un partido, si cabe, más especial que sus predecesores: será la primera vez que este añejo enfrentamiento se dispute en el nuevo campo de San Mamés y se iniciará con el Athletic aún invicto en Liga desde que se éste inauguró. 

Dos ingredientes que, sin duda, aportarán un poco más de chispa a un choque que, incluso sin ellos, siempre goza de un ambiente especial. No podemos obviar esa rivalidad atávica que buena parte de la parroquia zurigorri siente, muchas veces heredada de sus ancestros, hacia el club merengue. Aunque el discurrir de las temporadas cada día ha separado más al Athletic del Real Madrid a la hora de disputar títulos o puestos de honor en la tabla clasificatoria, para el grueso de la afición se trata del RIVAL, con mayúsculas y en síngular; en realidad, para muchos es, incluso, más que eso: se trata del enemigo, siempre, claro está, dentro de los límites deportivos. Pocas cosas hay más gratas para un aficionado rojiblanco que batir al Madrid en San Mamés, plantarle cara, de tú a tú, de igual a igual. De esta forma, con esta mentalidad, durante muchos años La Catedral ha sido uno de los escollos más duros que tenía que salvar el Real Madrid durante la temporada. Muchas veces ha embarrancado y otras apenas ha salvado los muebles, pero lo que casi siempre ha caracerizado a este clásico es que la visita a Bilbao rara vez era una salida fácil para ellos. Y así han ido sucediéndose las temporadas hasta que ha comenzado esta fatídica racha  en la que el equipo blanco ha ganado con más comodidad de la prevista durante la última década. En sus últimos años de existencia, el viejo San Mamés fue testigo de una especie de resignación, alimentada por la sensación de que los días en que el Athletic solía ser superior en casa al Madrid habían pasado.


Esta temporada el Athletic está protagonizando un curso sensacional, especialmente en casa. El inconcluso nuevo campo, lejos de confirmar las dudas que acechaban sobre una eventual falta de adaptación del propio equipo y de la afición al mismo, está sirviendo como una especie de catarsis para renacer de unas cenizas que han dejado estas últimas temporadas, en las que, incomprensiblemente, han vlado infinidad de puntos ante equipos de toda índole y condición. En el ambiente se vive este clima de renacimiento: hay un buen equipo que, gracias a la dirección de un estupendo entrenador, está ofreciendo un nivel futbolístico muy alto, se llega en medio de una buena linea de resultados (al menos en lo que se refiere a la Liga), el público está muy ilusionado y hay un magnífico escenario que espera ir sumando hazañas poco a poco para llegar a ser algún día tan apreciado como lo fue su predecesor. ¿Qué más se necesita para derrotar al Real Madrid? Pasada la resaca de la Copa, queremos volver a brindar este domingo por la victoria en este clásico.

Seis Naciones 2014

Ya está aquí. Un año más vuelve la más clásica de las competiciones internacionales de rugby. Mañana a las 15:30 en Cardiff el oval volverá a volar con la patada inicial del Gales-Italia con el que se abre el torneo. Ni qué decir tiene que los locales deberían ganar sí o sí, pero Italia cada año da pasos adelante (el año pasado fue cuarta) y los galeses empiezan el torneo con bajas importantes. Claro que parece que los azzuri tampoco podrán contar con jugadores como Canale y Andrea Massi.

¿Favoritos para el torneo? El panorama cambia año a año. Pero el que Gales ganara las dos últimas ediciones, aunque fuera sin Gran Slam, otorga a los dragones cierta condición de tales. Hasta el punto que la cantinela de los medios, que cada año por estas fechas ponen el piloto automático con sus sempiternos pronósticos a favor de los "grandes" Inglaterra y Francia, este año ha cambiado, preguntándose abiertamente si País de Gales conseguirá o no ganar el torneo, lo que convertiría a los galeses en los primeros en conseguirlo tres veces seguidas en el actual formato.

Sus partidos fuera, en Dublín y Londres, serán dos duros escollos. Pero espero que los superen. Con permiso de los seguidores de Escocia que suelen leer el Ambigú (aunque hayan dejado de escribir, supongo que siguen ahí) el menda seguirá apoyando a Gales.

Como segundo favorito se apunta a los ingleses, mientras que Francia -que hizo un horrible torneo el año pasado- es una incógnita. Pero la incógnita se resolverá pronto: el partido a priori más atractivo de la primera jornada enfrentará mañana a los de el gallo contra los ingleses en París (18:00) Nadie mejor que los de la rosa para calibrar el nivel que ofrecerán "les bleus" este año.

El tercer choque de la jornada será entre Irlanda y Escocia (domingo a las 16:00) Los irlandeses fueron la gran decepción de la pasada edición, pero parten como favoritos ante una imprevisible Escocia que el año pasado mostró cierta mejoría que ahora debería confirmar. Una potente delantera parece la mejor arma de los de el cardo, cuyo talón de Aquiles parece seguir siendo que sus momentos de dominio no se traducen en una cosecha de puntos proporcionada.

P.S. Si el Maestro Tao no tiene inconveniente, le cedo a él la tarea de dedicar una entrada a la visita a San Mamés del enemigo atávico.

martes, 28 de enero de 2014

La belleza y el dolor de la batalla


Acabamos de estrenar 2014, y como durante este año se va a cumplir el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, las librerías se pueblan de publicaciones dedicadas a la "guerra que acabaría con todas las guerras", como algo ingenuamente se pensó en su momento, dado el inmenso horror que los avances tecnológicos de la II Revolución Industrial llevaron a los frentes de batalla, convertidos en auténticas máquinas de triturar seres humanos.

Las ametralladoras de tiro rápido, los ataques con gas, los primeros aviones y tanques, el uso intensivo de una artillería dotada de una potencia nunca vista, el empleo del ferrocarril como medio masivo de movilización de masas humanas enviadas a los mataderos de las trincheras ...

Entre tanta ofensiva editorial, y a la espera de leer alguna de las obras que se acaban de publicar y que ya he adquirido, me voy a permitir hacer una recomendación a la clientela, si es que alguno quiere repasar lo que fue ese conflicto, que se llevó por delante a 11 millones de seres humanos, hundió cuatro imperios, provocó una de las revoluciones más importantes de la historia, cambió el mapa de Europa (con nefastas consecuencias que hemos estado pagando hasta hace nada) y sentó las bases de la II Guerra Mundial.

Esta recomendación es de una obra ya publicada anteriormente, por lo que no se la puede tachar de oportunismo. De hecho algunos ya la habréis leído.

Una advertencia previa: no es una historia lineal, académica; describe la atmósfera, la intrahistoria.

Se trata de "La belleza y el dolor de la batalla" de Peter Englund. El autor ha rebuscado datos sobre 20 individuos de distintos países y condiciones, y ha recreado de forma novelada lo que fue su vida (y en algunos casos muerte) durante el conflicto, intercalando episodios de unos y otros. El resultado es un libro que pese a su tamaño, al menos a mí me resultó ameno. Incluso me atrevería a calificar su lectura de apasionante (a ratos lo fue para mí), aunque a alguno le parecerá un tocho. No así a los clientes de este local: sus 700 y pico páginas no pueden asustar a los lectores de "Aquel gol de Uriarte", el proyecto de estatutos de Jaburu o -más modestamente- alguno de mis ladrillos.

Ya puestos, recomiendo también dos películas: "Senderos de Gloria" de Kubrick, y cualquiera de las dos versiones de "Sin novedad en el frente" basadas en el libro de Erich María Remarque. A mí me gusta más la clásica en blanco y negro de 1930, pero el remake de 1979 no está nada mal.

¿Qué tiene que ver este tocho con el partido de mañana? Pues que tanto bombardeo editorial me ha hecho acordarme del libro de Englund que leí hace un par de años, y recordar el título y asociarlo con el partido de mañana ha sido automático. Porque lo de mañana me temo que se va a parecer mucho a una batalla, en la que espero que habrá belleza y estoy seguro de que habrá dolor.

Ya he escrito demasiado. A partir de ahora solo podría repetir cosas ya dichas al valorar el resultado de la ida o en los últimos comentarios de la entrada anterior. Os toca a vosotros, como en el libro de Englund, intercalar vuestras vivencias sobre este conflicto, que va a ser el más importante de los que se han jugado hasta ahora en la nueva era de San Mamés.

Os dejo con un fragmento de "Sin novedad en el frente" (1930) ¿Os había dicho que el libro y la película le sacaban de quicio a Hitler?