Aunque sea brevemente, abro esta entrada con motivo del partido de esta noche: día y hora infames. Gracias TV.
La gente respondemos a incentivos. Incentivar la TV sobre el público y terminaréis vaciando los estadios; lo que quedará feo en la pantalla, me temo. No sucederá hoy ni mañana, pero terminará pasando. Aquí más tarde que en otros lugares, pero puede que también.
Sobre nuestras prioridades a estas alturas del campeonato, he seguido con gran atención las opiniones de Forever y Taoteking en la otra entrada.
Forever: "Una sola gota de sudor que no revierta en mejorar para la final, es una gota malgastada"
Taoteking: "lo más importante es que el equipo esté on fire, que llegue a la final con la camiseta aún impregnada del sudor del último partido de Liga"
Yo estoy de acuerdo... con ambos: prioridad la copa, pero seguir enchufados en la liga como forma de preparar la final. Pero ojito: esto último para mí debe ser más un medio que un fin en sí mismo, y me temo que la matraca del séptimo puesto más que en un medio se está convirtiendo en una distracción.
He criticado hasta la saciedad que reabramos polémicas sobre entrenadores pasados, pero no puedo resistirme... Según se dice, la ruptura definitiva entre Bielsa y la plantilla se debió a que aquel quería mantener la tensión al 100% en cada partido para preparar las finales, mientras que la muchachada prefería descansar como mejor preparación. Es curioso que los plumillas que daban la razón a la plantilla y acusaban a Marcelo de "quemar" equipos no digan ni una palabra sobre el enfoque de Valverde. Al menos que yo sepa.
Más cosas: 96% de los socios apuntados al sorteo. Cuatro de cada cinco conseguirán entrada. Presiento que no todos la retirarán. Sospecho que en muchos casos habrá varios carnets diferentes movilizados para unas mismas personas; y francamente: creo que la tomadura de pelo de la sede va a influir y que hay menos ambiente viajero que en finales anteriores. También me llega de algunos mentideros que muchos de los que más se están moviendo para conseguir entradas son gente más interesada en la chufla que en el fútbol.
No sé vosotros, pero yo no me termino de creer lo de el objetivo del 7º puesto. Para mí, desde que la última racha buena de partidos ganados nos hizo decir adiós al fantasma del descenso, todo gira alrededor de la final.
Hay que reconocer que, al menos para mí, esta temporada está siendo rara de narices. No recuerdo semejante tobogán de sensaciones.
Empezamos con la ilusión desbocada: en Champions y con la confianza que nos daba el temporadón que hicimos el año pasado.
Le eliminamos al Nápoles y la ilusión se convirtió en euforia. Con una lectura algo superficial: nos facilitaron mucho la tarea con fallos defensivos impropios de un equipo de ese nivel, y encima italiano.
Luego vinieron las primeras rebajas: inicio decepcionante en la liga.
Más tarde la cruda realidad de lo que es la Champions: se nos atraganta el Shaktar. De nuevo hicimos una lectura superficial: el empate, más que el fracaso que se percibió, fue un resultado digno frente a un rival más duro que lo que nos habíamos imaginado desde nuestra arrogante ignorancia.
Continuó la mediocridad liguera. Pero aunque algo mosqueados, no nos habíamos desencantado del todo: al fin y al cabo podíamos estar pagando el desgaste de tres competiciones y quedaba mucho por delante en liga y Champions, sobre todo en esta última: estábamos en un grupo asequible.
Pero entonces llegó el que considero el punto más bajo de toda la temporada: el esperpento perpetrado en Borisov. Y a partir de ahí la depresión total dentro y fuera del vestuario.
No voy a torturaros con los detalles. Ya sabéis que nunca fuimos capaces de remontar lo de Borisov en la Champions, y que en la liga hemos alternado rachas con números de descenso con otras más lustrosas, incluida una de equipo de lujo, provocando ese tobogán de sensaciones al que aludía, sensaciones que han incluido el miedo de volver a los dos llamados años pese a que veíamos que tenemos plantilla para otra cosa, si; pero también que con rachas de 2 puntos sobre 21... El fantasma del Atlético de Hasselbaink ha estado planeando sobre nosotros: tampoco ellos tenían plantilla para bajar, pero eso no cuenta cundo no se suman puntos.
Todo ello superpuesto con la copa, en la que un sorteo favorable y unos partidos clave jugados a buen nivel nos han llevado a la final.
Y vuelta al tobogán: le ganamos al Madrid y uno trata de mentalizarse de cara a la final de que esta vez igual es posible, que a la tercera puede ser la vencida... y ¡zas! La primera en toda la boca. No lo voy a ocultar: el golazo que nos han metido en los despachos me ha hecho perder casi toda la ilusión.
Por no hablar de la lesión de Muniain.
Lo que me lleva a la última sensación extraña de esta extraña temporada: estoy como ido de la liga, distraído con una final... que no solo no me ilusiona, sino que me produce amargura y enfado cada vez que recuerdo como se ha gestado lo de su sede.
Pero nada esto ha influido en el prolongado estado de abandono en el que he tenido el blog: ha sido el trabajo.
Pero hoy que puedo, aprovecho para castigaros con esta especie de terapia que me ha supuesto este rollo.
¡Ah! Y mañana a las 22:00 en San Mamés, recibimos al Getafe. Arbitra Mateu Lahoz.
¿Saben ese que dice que cuando ves a un budista tibetano en una escalera no sabes si sube (yin) o si baja (yang)? Discúlpenme, es un chiste taoista. Malo, pero un chiste al fin y al cabo. Eso sí, indicativo de lo mal que se encuentra uno y de lo mucho que necesita, urgentemente, un descanso. No sé si es la astenia primaveral o si es que ya van, nada menos, cuarenta y siete partidos oficiales en lo que va de temporada. Lo cierto es que me encuentro cansado, muy cansado, y el número cuarenta y ocho (esta noche, a las 20:00 horas en San Mamés, Athletic – Valencia) creo que me viene demasiado grande como para hacer un comentario mínimamente aceptable, dado el nivel exigente de este elegante local.
La prolongada desaparición del Almirante, de quien se rumorea que está en su castillo-fortaleza de los montes guriezanos entregado a la redacción de su obra cimera, “Aquel gol de Uriarte...”, y la repentina ausencia del Cónsul, enfrascado en la elaboración del esperadísimo catálogo de lencería para el próximo verano, ha sumido al Ambigú en un enorme vacío de poder. Más aún si tenemos en cuenta que el orden y la seguridad dentro del garito corren el peligro de salirse de madre en cualquier momento por la ausencia temporal del General, atareado como está en diseñar una ambiciosa operación para tomar Barcelona a sangre y fuego, así como en organizar el subsiguiente traslado de un voluminoso contingente de culés a los correspondientes centros de reeducación. Total, que la autoridad competente, la superioridad, no ha encontrado nada mejor que a un servidor para que se haga cargo de la guarda y custodia de la tortilla verdusca (que tanto queremos y respetamos... Por eso no la hincamos el diente) y demás género de dudosa salubridad que hay en el tugurio. El problema es que, como ya les he comentado antes, esta temporada, más larga que un día sin pan, está empezando a pesarme en los dedos, que caen a plomo y cada vez con menos agilidad y destreza sobre el teclado. Y lo que es peor, si físicamente uno está pidiendo la hora, ni les cuento cómo tengo el cacumen: un batiburrillo de ideas deshilachadas que no soy capaz de poner en orden.
En estas penosas circunstancias, ¿qué decir, pues, del partido que hoy afronta el Athletic? Poca cosa que contarles a ustedes se me había ocurrido hasta que observé que sobre una de las mesas del local reposaba un cartapacio que alguien debía haberse dejado olvidado. En su interior un informe, clasificado como confidencial, escrito en italiano y firmado por el Coronel Contini, jefe de Inteligencia y Operaciones Especiales en la zona norte de la Gi-20. En dicho informe un escueto pero acertado resumen de las claves del partido de esta noche en San Mamés:
Hoy toca un partido duro contra el Valencia, un rival de parecidas características al Sevilla. No se nos suele dar bien últimamente, es un bloque rocoso con gente rápida y vertical adelante. Pueden notar las ausencias, Parejo, Gayá o Enzo Pérez, pero creo que tiene suficiente banquillo para suplirlas con las debidas garantías, aunque la de Parejo es importante.
Ganar significa pelear de lleno por la séptima plaza, perder nos deja en un limbo junto a varios equipos. Espero que se sepa solucionar la ausencia de Muniain en lo futbolístico y en lo anímico, hay que saber sobreponerse a ello.
A por la victoria.
Post scriptum: Mucho ánimo a Iker Muniain y nuestros mejores deseos para que tenga una buena (ya que, desafortunadamente, no va a ser rápida) recuperación de su grave lesión.
Franz Schubert compuso en 1827 un ciclo de lieder titulado Winterreise (Viaje de invierno). Basado en un conjunto de poemas de Wilhelm Müller de idéntico título, las canciones del compositor austriaco se zambullen en las reflexiones y los sucesivos estados de ánimo a lo largo del invierno de un caminante cuyo amor por una chica no es correspondido. Como puede suponerse, el invierno es la metáfora del artista para describir la soledad, la tristeza y la desolación de este hombre. El undécimo lied de la colección se titula Frühlingstraum (Sueño de primavera) y trata de las ensoñaciones que tiene el viajero sobre la llegada de la primavera y, junto a ella, del amor. Lo problemático es que, cuando despierta bruscamente del sueño, nada es real y la melancolía lo atrapa. Cuándo llegará al fin la primavera y podré tener en mis brazos a mi amada, se pregunta.
No hace demasiado tiempo que el Athletic aún viajaba por el frío y oscuro invierno de la presente temporada. Un invierno largo que comenzó allá por septiembre. Agosto fue un mes, futbolísticamente, otoñal: hubo días agradables, como fueron los de la eliminatoria europea frente al Napoli o ante el Levante en San Mamés, y días tormentosos, como el tropiezo en la primera jornada liguera, en Málaga. Luego, el invierno cayó como una losa, a plomo, en septiembre, mes en el que todo fueron derrotas o empates caseros. Y lo que, según como se mire, fue peor es que a los fríos resultados habría que añadir una tenebrosa falta de luz en el juego del equipo. Un largo invierno que, con los normales altibajos de esta estación, algún que otro día soleado entre tanto aguacero, ventiscas y nevadas, se ha extendido hasta mediado el mes de enero. Concretamente hasta el día en que el equipo rojiblanco cae derrotado en Villarreal, cerrando una semana en la que encadenó tres derrotas: dos en casa, contra el Elche (liga) y Celta (copa), a sumar a la citada en El Madrigal (último partido de la primera vuelta de la liga).
El inicio de la segunda vuelta coincidió con la disputa de la eliminatoria de cuartos de final de la copa frente al Málaga. Por esa época, finales de enero, aún no se sabía que el Athletic estaba entrando en su particular primavera, algo que aún tardaríamos semanas en percibir. De hecho, el nuevo ciclo arrancó con dos empates frente a los malacitanos que sembraban más dudas que certezas y, si bien, se consiguió superar la eliminatoria copera y ganar al Levante de nuevo en la liga, la incertidumbre era el estado que mejor definía a la parroquia zurigorri respecto a su equipo. Al igual que la llegada de la primavera coincide con los días cada vez un poco más largos, los aficionados trataban de ver que en cada partido se iba mejorando algo, aunque fuera poco, respecto del anterior. Pero no se acababan de ver las cosas tan claras como para asegurar que el invierno había terminado: una contundente derrota en casa frente al Barcelona, un triste empate en la ida de las semifinales de copa contra el Espanyol y una desesperante igualada ante un Granada con un jugador menos hizo que se temiera que el invierno en Bilbao sería aún largo y penoso. Si en ese momento la afición no cayó en la mayor de las desesperaciones, como el caminante de Schubert al despertar de su sueño, fue porque en el debut de la Europa League se obtuvo un meritorio empate ante el Torino en su campo y el siguiente duelo del campeonato doméstico, contra el Rayo Vallecano en La Catedral, se ganó.
La eliminación del torneo continental, tras caer derrotados en San Mamés en un partido en el que se hicieron algunas cosas muy buenas a la par de cometer unos errores de bulto, apenas tuvo tiempo para digerirse. En apenas tres días se visitaba Ipurua y lo que se imaginaba como un partido difícil de sacar adelante se convirtió en una victoria con cierta autoridad, con actuación estelar de algunos jugadores que, aprovechando las bajas que ese día sufría el equipo, reivindicaron su futura importancia en el nuevo tiempo que empezaba a vislumbrarse. Desde entonces, ya en el mes de marzo, todos los partidos que se han disputado se han contado por victorias, algunas de ellas tan importantes como la de Cornellá, que valió el pase a la final de la copa, o la gran exhibición en casa ante el Real Madrid hace un par de semanas. Visto en perspectiva todo este periodo, desde Villarreal para acá, el Athletic ha jugado catorce partidos y sólo ha perdido dos. Si centramos nuestro análisis sólo en la liga, se han disputado ocho jornadas de la segunda vuelta y únicamente se han dejado escapar los tres puntos en un partido, la fuerte derrota sufrida frente al ahora líder, el Barcelona. Se han empatado dos partidos y el resto, cinco encuentros, han sido victorias, las cuatro últimas consecutivas. Junto a los buenos resultados se han recuperado buenas sensaciones futbolísticas, se ha mejorado considerablemente la seguridad defensiva y crear ocasiones de gol y marcarlas ya nos una tarea tan dificultosa como lo era hace no demasiadas semanas.
Hoy viernes, a las 23:45 horas de la noche, se producirá el equinoccio de primavera. Algunas horas más tarde, mañana sábado a las 22:00 horas, el Athletic recibe en San Mamés al Almería. Un rival que está luchando en la zona baja de la clasificación y que, dado el estado de forma de los leones, invita a pensar que será un objetivo sencillo para sumar la quinta victoria consecutiva en la liga (hito que no se produce desde hace tres décadas, en la temporada 1984/85), alejarse definitivamente de cualquier mínima posibilidad de correr peligro por abajo y fijar la vista en el por ahora lejano séptimo puesto que expediría automáticamente, pase lo que pase en la copa, el pasaporte para Europa. Pero, aunque ya nadie duda de que la primavera zurigorri ha llegado para quedarse, todo el mundo es consciente de que en esta estación, de vez en cuando, se produce una tormenta que puede aguarle el día a uno. Esperemos que esto no ocurra y que mañana en La Catedral veamos a un Athletic tan alegre y bullicioso como un vals primaveral de Johann Strauss.
¿Volveremos a ver esta imagen? Difícil, pero no imposible. ¿Por qué no este fin de semana?
Este fin de semana, y después del segundo fin de semana de descanso, llega la quinta jornada del Seis Naciones. El torneo encara su recta final.
Empezaremos con un Gales-Irlanda en Cardiff. Es seguramente el partido estrella de la jornada. Con todos mis respetos para Escocia -los del trébol visitarán Edimburgo en la ultima jornada- Irlanda se enfrenta con el principal escollo que les separa de la Triple Corona y el Gran Slam. Los dragones no se lo pondrán fácil: una victoria galesa igualaría la clasificación por puntos, previsiblemente con Inglaterra como tercera en discordia, lo que dejaría la última jornada al rojo vivo.
Pese a mi corazón galés, veo favorita a Irlanda.
A continuación, el clásico de los clásicos: la Calcutta Cup desde Twickenham los escoceses llegan tocados después de su derrota ante Italia. Claros favoritos los ingleses. Aunque nunca se sabe...
El domingo cierran la jornada Italia y Francia. Ojito a este partido. Francia solo juega a ráfagas y los italianos, después de su victoria ante Escocia, llegarán a la vez crecidos y con los deberes hechos: les creo capaces de plantar cara e incluso ganar a los franceses. Así que, aunque el quince del gallo es favorito, creo que es el partido más abierto de la jornada.
A disfrutar. Los horarios son:
Gales- Irlanda: Sábado a las 15,30
Inglaterra - Escocia: Sábado a las 18,00
Italia - Francia: Domingo a las 16,00
La interpretación de Rooster Cogburn, el sheriff al que una adolescente contrata para que encuentre a los asesinos de su padre en Valor de ley, le valió a John Wayne la nominación al Oscar en la categoría de mejor actor. El Duque se enfrentaría a Richard Burton (Ana de los mil días, la película más nominada del año), Peter O’Toole (Adios, Mr. Chips), Dustin Hoffman y Jon Voight (ambos por Cowboy de medianoche). Una competencia realmente dura. La ceremonia de entrega de los Oscar se celebraría en Los Ángeles, coincidiendo con aquellos días en los que John Wayne estaría entre Arizona y México rodando Río Lobo, producida y dirigida por Howard Hawks.
Río Lobo fue la última película que dirigió Howard Hawks, así que pocas cosas podrían poner nervioso a esas alturas de su carrera a un maestro del cine como él. Sin embargo, un rodaje no deja de ser un proceso industrial en el que todo está planificado y una interrupción o un retraso, por mínimos que sean, se traduce en un buen montón de dólares perdidos, por lo que el hecho de que John Wayne dejara por un día el set de rodaje suponía un problema para la producción de la película. Hawks y el Duque eran buenos amigos desde hacía años, había confianza, así que el director afrontó el asunto con cierta socarronería: Si no ganas el Oscar no se te ocurra volver, le dijo, a lo que el actor respondió con taza y media de aquella medicina: Si gano, lo más probable es que no vuelva.
Ganó... y volvió. El 7 de abril de 1970 se celebró la 42º edición de la ceremonia de entrega de los premios de la Academia de Cine en el Dorothy Chandler Pavilion y John Wayne recogió de manos de Barbra Streisand el galardón al mejor actor. Regresó al rodaje de Río Lobo y allí, en reconocimiento al papel del viejo sheriff tuerto de Valor de ley, se encontró a todos sus compañeros (incluso el caballo que montaba en la película) con un parche en uno de sus ojos.
Esta noche el Athletic tiene ocasión de volver a clasificarse para una final de Copa. Aparca la Liga por unos días y acude a Barcelona para enfrentarse al Espanyol en la que será una nueva cita con la historia. La tarea no será fácil: el equipo rojiblanco debe ganar o, en su defecto, conseguir un empate a más de un gol, el rival lleva una buena trayectoria en la competición, goza de una posición cómoda en la Liga y se muestra solvente en los partidos que juega en su campo, ahora llamado Power 8 Stadium. Pero por difícil que sea el reto, ni es imposible ni es improbable. Es más, nos atrevemos a plantear el reto a la muchachada zurigorri: si no pasáis a la final, no volváis. Y no será de extrañar, en ese caso, que los jugadores piensen en que acabarán pasando a la final... y no volviendo, al menos este sábado contra el Real Madrid eso se da casi por hecho, aunque esa será una historia diferente.