La pelota venía bombeada y yo la esperaba, sin perderla de vista, como siempre, de "9",... pero de esos "9" que son un castigo para las más curtidas defensas. Seguramente todos recordarán que no era yo un "9" al uso que se quedara pegadito al área, cual pescador. !No!... yo era un "9" de esos que buscaban el desmarque, con el instinto sabio que me permitía separarme, en el momento preciso, ese par de metros de la pareja de centrales que intentaban desactivarme. !Pobres defensas que sabían que se enfrentaban, en inferioridad, a un depredador mortal dentro del área!,... que arrancaba goles a mordiscos, capaz de rematar un cochinillo, capaz de convertir intenciones en goles. Así me recuerdan muchos, como un arma del nuevo largo, siempre con el revolver desenfundado.
Por si eso fuera poco yo era un "9" de remate eléctrico, mortal, pero que además, bajaba a ayudar armando el juego. Como solía decir quien fue mi seleccionador muchos años, yo era de los que "jugaba y hacía jugar"... bueno, el caso es que la pelota venía bombeada... creo que había rebotado en el mediocentro rival tras el centro de Ricardo, aquel extremo con el que me entendía de maravilla... sólo verle levantar la cabeza allá junto a la banda, y observar qué silueta componía su cuerpo, para saber donde recibiría el balón, perfectamente tocado, con la mezcla ideal de sutileza y fuerza...
Curiosamente yo era un "9" zurdo que -!quién sabe por qué!- siempre resolvía las chilenas y las rabonas con la derecha, quizás porque con mi peor pierna me bastaba y me sobraba. En fin.... que el cuero salió despedido de mi bota derecha y se clavó en un ángulo inaccesible para cualquiera que estuviera defendiendo aquella portería aunque se apellidara Ayala y contara con el respeto de todos por su brillante trayectoria profesional... O eso decían.
Aquel gol debió hacerme inmortal. Un solo instante, unos pocos segundos debieron ser suficientes para instalarme, para siempre, en el cielo de los héroes. Al fin y al cabo aquel bellísimo gol, -que fue además anotado en el último bellísimo minuto-, significaba, de nuevo, un título. Un título tras varios campeonatos de sequía.
Y, sin embargo, aquel instante supremo nunca recibió el mérito merecido. Ni por su plasticidad ni por su importancia. Supongo que el que sonara el silbato nada más marcarlo debió servir para engrandecerlo aún más, y nunca entendí por qué parece que ayudó a lo contrario,... a que pasara casi al olvido. En aquel momento quise entender que el que terminara el partido en ese momento era lo lógico, porque después de un gol así no había más que hacer futbolísticamente hablando, no había nada más para ver. “Se acabó lo función; les he dejado con un palmo”, pensé entonces, sonriendo satisfecho.
Pero curiosamente nadie me dijo nada, nadie hizo un comentario, ni mi seleccionador, ni mis compañeros, ni los contrarios...ni siquiera Aguirre, !cómo jugaba mi "hermano" Aguirre!, con el que era uña y carne, un "5 " de esos, -!para qué os voy a mentir!-, capaz de darle la vuelta con su sola presencia a un partido. Era ingresar él en el campo y nos sentíamos superiores a cualquiera. Qué forma de mandar en la cancha, qué manera de subirnos la autoestima.... imperial mi compañero Aguirre, auténticamente imperial. Pues ni siquiera él, que se emocionaba fácilmente, pasó de decirme un simple "qué chulo te ha quedado JuanCar" mientras nos retirábamos del campo...
Pero no lo digo con rencor, entiendo que son gajes del oficio. De hecho, durante años, cuando me han pedido que comentara esa jugada, he llegado a la conclusión que el problema estuvo en la portería. Si tan solo quien defendía el arco contrario hubiera colaborado un poquito más... Ya se sabe que, a menudo , los porteros vuelan en una bella estirada aunque sepan que es imposible alcanzar ese balón que irremediablemente traspasará la raya de gol. Pero se lanzan para evitar que sus compañeros les miren con reproche y, como consecuencia, embellecen el momento.
A mi mejor gol le faltó un poco eso. Una "volada" de palo a palo para no llegar siquiera a tocarla, un poco de show, un "algo más" por parte del portero y no quedarse ahí, como un pasmarote, ahorrando esfuerzos, mirando la pelota pasar.
Yo interiormente supe, en ese mismo instante, y es el día de hoy que sigo convencido de ello, que si en lugar de la profe de dibujo hubiera estado de arquero alguien... seamos claros... !!!alguien con pito!!!... tal vez el hermano Florencio con sotana y todo, entonces seguro que todos me hubieran dado el reconocimiento que aquel gol merecía. Pero claro,... !!!qué mérito van a concederte estando esa torpe en la portería!!!.... más preocupada de estirarse la falda y retocarse la melena que de parar una pelota... por no mencionar aquella manera de correr hacia mí, tras el gol, preocupada, diciéndome que tuviera cuidado no fuera a hacerme daño!!!.... ¿hacerme daño?... ¿más que el que tú me has hecho haciendo la estatua?....
Aquella mujer no tenía ni idea, no sabía las cosas que se me cruzaron en ese momento mientras la oía decir que la próxima vez no chutara tan fuerte no fuera a romper un cristal.
Fue media hora para reconstruir un segundo, quizá dos. Me paré y varias veces conté los casi 10 metros que separaban el lugar de mi salto del arco que servía de portería.... “es casi imposible, no se puede”, me dije .... y me fui a coger el "trole", de vuelta a casa. Saqué dos billetes, uno para mí y otro para mi orgullo, que seguramente tendría que haber pagado exceso de equipaje.
Desde ese día tengo la costumbre de hacer ese ejercicio antes de jugar,... ése de mirar la cancha y verme ahí.
Durante toda mi larga carrera, aún inconclusa, no han sido muchas las veces que he tenido la necesidad, casi obligación, de salir tras un partido y volverme a mirar en el campo... pocas, muy pocas. Tengo horas y pasión por la pelota, pero un gol como ese día, nunca más. "Bonitos", "importantes", sí, pero no como aquel...
!Y vale,... ya lo sé!: se lo hice a la "profe" de dibujo...