La final de anoche tiene más facetas que lo que atañe al juego desplegado por ambos equipos durante los 90 minutos y al propio resultado.
Así que me váis a permitir que ya que Trichet dice que la crisis está llegando a su punto de inflexión, aporte mi granito de arena recuperando el género del ladrillo, que tanta fama ha dado a este ambigú.
Pese a todo, estoy contentoPor supuesto que escuece perder una final. Pero aun así estoy contento. Una vez pasado el mal trago hay que hacer balance y lo mire por donde lo mire, éste es positivo.

Hace dos años, tan solo dos, un nutrido grupo de habituales de este blog y otros foreros de la web amiga celebramos una comida el día del partido contra el Levante en el que nos jugábamos lo que podría haber sido una hecatombe: nuestro primer descenso a segunda división. (Nunca olvidaré la palidez de MarioSila)
Si aquella tarde de 2007 nos hubieran dicho que en dos años la mayoría de los asistentes iban a celebrar otra comida horas antes de otro partido trascendente, pero que no iba a ser contra el Levante, sino contra uno de los mejores Barcelonas de la historia, y no por evitar el descenso, sino por conseguir un título, creo que no nos lo hubiéramos creído.
Todo lo contrario: una de las cosas que manifestábamos algunos era la añoranza porque ese nerviosismo, esa expectación que sentíamos por el partido contra el Levante, la sintiéramos no por evitar una catástrofe, sino por conseguir un premio digno de nuestra historia. Y nos preguntábamos cunto tiempo pasaría hasta poder llegar a esa situación. Creo que algunos, aunque no nos atreviéramos a manifestarlo, incluso dudábamos si seríamos capaces de conseguirlo algún día.
Pues está aquí. Ha llegado en un plazo sorprendentemente corto. Y ha llegado en un momento muy necesario.
Hacía faltaLa tremenda ilusión que se vivió en toda Vizcaya en vísperas del partido de vuelta contra el Sevilla, y la posterior explosión al lograr el objetivo en un partido vibrante en el que nos merendamos a uno de los gallitos de la liga, despertaron a la población de su letargo.
La angustia de los dos años bordeando el descenso, el periodo más largo de nuestra historia no ya en ganar un título, sino ni siquiera en jugar una final, estaba aletargando el sentimiento zurigorri en algunos sectores de la sociedad.
Sí; ya sé que cuanto peor estábamos más llenábamos San Mamés, dando una lección a otras hinchadas que desertan cuando vienen mal dadas. Pero estábamos perdiendo a un sector de la chavalería. Nunca se habían visto tantas camisetas de otros equipos, Barça y Madrid principalmente, en los patios de los colegios, en las calles y ... ¡hasta en Lezama!
Nuestro club solo era noticia por episodios como el positivo de Gurpegui, escándalos como los del juicio del contrato blindado de Nuñez o el malhadado "Caso Zubiaurre"
Nuestros derbis ya no eran contra Madrid y Barcelona, sino contra equipos casi deshauciados.

Y en tan solo unos pocos años, las maternidades de Vizcaya iban a alumbrar a la primera generación a la que sus padres no les contarían los éxitos que ellos habían vivido, sino ¡los que habían escuchado a los abuelos!
Aunque al final la copa no venga a las vitrinas de San Mamés, la ilusión que hemos vivido, el ambiente de las calles, las banderas, los reportajes en TV ... Todo ello ha supuesto un chute de sentimiento zurigorri que necesitábamos como el comer. A los chavales ya no hay que explicarles lo que significa el Athletic: lo han vivido y hasta están ya capacitados para explicárnoslo a nosotros. Eso sentí anoche cuando trataba de engujar las lágrimas de mi hija y me acordaba de la frase de MarioSila:
una vez que uno llora por su equipo, la cosa esta terminada. Ya no hay vuelta atrás.Pero además, creo que hasta los más iconoclastas de nuestros seguidores, esos que quieren que nos dejemos de romanticismos y fichemos extranjeros, han de reconocer que la final de ayer, aunque saldada con una derrota, ha sido el trinfo de la mal llamada "filosofía"
Lo que nos hace fuertesHace apenas unos días dieron la vuelta al mundo las imágenes del Barcelona noqueando al Madrid en su propio feudo con un contundente 2-6. Y pudieron ser varios más de no ser por Casillas.
Ningún equipo, salvo tres o cuatro de la élite mundial, hubiera dado un duro por su propio pellejo ante la perspectiva de jugar una final contra ese equipo.
Y sin embargo, ahí estábamos nosotros, con un equipo mediocre como el nuestro, creyendo contra toda lógica que podíamos ganar la final. Y no lo decíamos como el niño que va cantando por el pasillo a oscuras para ahuyentar sus miedos, no: lo decíamos en serio. Y yo lo sigo diciendo: podíamos haber ganado.
Esa confianza en la victoria es condición necesaria, aunque ayer vimos que no suficiente, para ganar a un equipo como el Barcelona. Y esa confianza, muy superior a la que hubieran sentido equipos mucho mejores que el nuestro, procede de nuestra singularidad. Procede de haber tenido la sensación, desde hace semanas, que el fútbol no son siempre once contra once, sino que cuando nosotros andamos por medio puede convertirse en cosa de toda una provincia contra once futbolistas. (Por no hablar de la impagable afición que tenemos fuera de Vizcaya)

Así eliminamos al Sevilla: no fue por la pizarra de Caparrós, por la clase de Toquero, ni por nada semejante: fue por el empuje de una afición que se siente diferente. Y esa diferencia nos da superioridad numérica aunque juguemos contra un equipo en racha de una ciudad mucho más grande y mucho más cercana y mejor comunicada con el escenario del encuentro que la nuestra.
Los que desde dentro nos quieren cambiar deberían darse cuenta que las mediocridades -no tenemos pasta para más- rumanas o argentinas que pudiéramos traer, tal vez parchearían el equipo en un par de demarcaciones y presentaríamos alineaciones que "sonarían" mejor. Pero habríamos hecho como Sansón al cortarse el pelo: nos habríamos privado de nuestra mejor arma. Fichar extranjeros tal vez sume algo, pero también resta mucho. Que no se nos olvide.
¿Un paréntesis cerrado?No comparto esa teoría de que culés y athleticzales seamos como hermanos enfrentados al enemigo común, el centralismo filofranquista encarnado por el Madrid. Ello van a lo suyo y nosotros a lo nuestro. Y futbolísticamente no nos parecemos ni en el blanco del ojo.
Pero de ahí a añadir al Barça a esa lista negra de enemigos irreconciliables que parece que nos empeñamos en hacer crecer año tras año, hay un paso. O más de uno. Y no quiero darlos.
A mí me basta con mi odio atávico al Madrid y con sufrir pacientemente el que nos tienen los vecinos de Donostia. No necesito más. Me gusta que el fútbol me sirva para hacer amigos, no enemigos.
¿A qué viene esta moralina?Recuerdo la final de 1984. Antes de la misma, como el ambiente estaba caliente por la pasada lesión de Maradona, en una entrevista a Piru Gainza en TVE, el mito rojiblanco manifestó su preocupación por el hecho de que dos aficiones que nunca se habían llevado mal anduvieran a la greña. Luego pasó lo que pasó al acabar el partido. Y luego han venido otras cosas, como los gritos de "a segunda" que no hace mucho nos cantaban en Camp Barça.

Pero aún así, anoche cuando ví imágenes de barcelonistas en la carpa de Athletic paseándose con total normalidad, y ví también a culés entre la afición bilbaína, y athleticzales entre el público blaugrana sin que hubiera problemas de convivencia, me llevé una gran alegría. Y me quedo con la imagen de los jugadores del Barça dando la vuelta de honor aplaudiendo y recibiendo los aplausos de nuestra afición. Prefiero esa imagen mil veces más que la de la exhibición de kárate de hace 25 años (aunque más hubiera preferido ver a Etxebe levantar la copa, y no a Puyol)
No digo con esto que ahora vayamos a ser amiguetes y tal, no. Pero espero que se haya cerrado el ciclo de la agresividad. Y no pude por menos de acordarme del gran Piru: estaría contento.
El futuro inmediatoY queda la UEFA. Y la Supercopa. Vamos a volver a Europa y en un par de meses nos vamos a jugar otro título contra el Barça, incluyendo un partido en San Mamés en el que igual se impone la lógica pero en el que seguro que volveremos a vivir la magia de la ilusión zurigorri.

Y en cuanto a la UEFA, ya se, renano, que a no ser que lleguemos muy lejos los partidos que vamos a poder ver van a ser contra equipos tan poco glamurosos como el Partizán de Bollullos o el Dynamo de Villaconejos, pero necesitamos el dinero de la recaudación, el que, poco o mucho, aflojen las TV y sobre todo reafirmar aún más nuestra autoestima y dar otro paso adelante en nuestra recuperación.
El tema espinoso que queda es que si preparar bien la copa casi nos cuesta volver a sudar sangre para no bajar, a ver qué pasa el año que viene con liga, copa, supercopa y UEFA. Sobre todo teniendo en cuenta que la eliminatoria previa de la UEFA (no pasarla sería como no haberse clasificado) y la supercopa nos van a llegar muy pronto y nos van a complicar la pretemporada, tema este al que ya sabemos que somos muy sensibles.
Pero de eso, la planificación de la plantilla y la temporada que viene, ya hablaremos otro día.