martes, 15 de abril de 2014

Pesadilla en la cocina... del Ambigú


Alberto Chicote se detuvo ante la puerta del Ambigú Zurigorri. Echó un vistazo al entorno: su ubicación en una calle bastante concurrida, diáfana y animada, parecía buena. Y, al menos desde fuera, el local daba la impresión de estar bien instalado, con cierta elegancia, incluso.

Lo primero que sorprendió a Chicote fue el enorme jaleo que había en la puerta. El interior debía estar totalmente lleno porque varias decenas de impacientes clientes gritaban y hacían aspavientos en la entrada. Unas chicas rubias, con aspecto de galesas (esto se deduce por sus ceñidas camisetas del Red Dragon y también por un cerrado acento de Cardiff), a preguntas del chef, intentaron explicar tan confusa situación: "Ocurre de vez en cuando. El local se empieza a llenar, a llenar, a llenar y ya no cabe nadie más. Ni siquiera en la bodega, que, dicho sea de paso, suele ser utilizada por una pareja de tortolitos para 'carnearse' a tope". Chicote no entendía nada: "O sea, que el local se llena porque tiene mucho éxito. Entonces... ¿para qué me han llamado?" "No, que va", dijo una de las galesas, la más tímida, la que apenas levantaba la mirada de su prominente melonar, "esto se llena siempre que hay partido, pero aquí casi no se consume nada. Todo lo que sirven es incomestible. De hecho, hay algunos que se traen los canapés de casa... bueno, eso si no hay asamblea del Athletic, que entonces aprovechan y los traen de allí". Chicote, temiéndose lo peor, hizo una última pregunta a las rubias: "Y toda esta gente, ¿qué hace aquí entonces?" "Ven el partido. Discuten... Rollos de tikitakistas y resultadistas o algo así... Es que nosotras sólo entendemos de rugby. También debaten sobre fichajes, filosofía, estatutos. Suelen hablar mucho de un tal Undiano... Están todos como cabras. Pero son muy divertidos", contestó otra de las galesas, la que tenía pinta de estar pasándoselo mejor.

El chef, asombrado y temiéndose que iba a meterse en un sitio en el que preferiría no estar, fue apartando a todos los vocingleros que se iba encontrando por el camino y a duras penas entró en el Ambigú. "Por favor, ¿el gerente?" "Ni idea", le contestó uno que tenía en su mano un gin-tonic del que sobresalían algunas hojas verdes de una planta indeterminada. "Hace años había dos, pero ya no hay rastro de ellos. Uno se marchó de la noche a la mañana. Aquí hay quien dice que fue cosa del KGB y otros afirman que lo que realmente ocurrió es que se marchó con la caja B". Las gotas de sudor perlaban la cara de Chicote, quien echaba de menos no haber aceptado aquel puesto de cocinero jefe en el restaurante del aeropuerto de Castellón. "Creí que aquello iba a ser estresante", pensó melancólico.


"Decía usted que había dos gerentes... Me da miedo preguntar... ¿y el segundo?". El del gin-tonic, que se había dado la vuelta para echar en cara a otro "el gran error que supone el doble pivote en el futbol moderno", se volvió de nuevo para contestar a la estrella televisiva: "Uf... Lo de este es mucho más misterioso. Lo último que se supo de él es que estaba en alguna isla del caribe intentando dar salida a un stock de lencería de verano. No cuente usted con él, de momento. Parece que le va bien por allí". "Pero habrá algún encargado, ¿no?" "Pues no lo tengo muy claro... Pregunte por ahí. En cualquier caso, le recomiendo que no pruebe esa tortilla. Repito: bajo ninguna circunstancia dé un bocado a esa tortilla".

Alberto Chicote miró el expositor de la barra. Nunca había visto algo semejante. Su trabajo en la televisión le había llevado por los antros más infectos, por los tugurios más malolientes y las cocinas más mugrosas de toda España. Incluso una vez, en un especial, habían grabado un programa en un insalubre cuchitril de algún otro país. Nunca, jamás, "never, never, never" (que diría el Ser Supremo Merengue) había visto una imagen tan dantesca como la que ofrecía aquella barra. Chicote notó una especie de nausea y un cierto bloqueo en sus vías respiratorias... "Tengo que salir de aquí, tengo que salir de aquí...", repetía, fuera de sí, mientras repartía codazos, mordía orejas y propinaba puntapiés en la espinilla de todo aquel que se le ponía por delante. En su desaforada huída no alcanzó a darse cuenta de que en el abarrotado local se había hecho de repente el silencio. No fueron más de un par de segundos que terminaron con un estruendoso grito... GOOOOOOOOOL. Fue como una enorme explosión. Un estruendo al que siguieron abrazos, palmas entrechocadas, guiños y gestos cómplices. Todos miraban hacia una gran pantalla de televisión que se encontraba al fondo del Ambigú. Entre el griterío se alcanzaba a escuchar levemente la voz de un narrador que insistía en la importancia de ese gol, en el último suspiro del descuento, y de los tres puntos que el Athletic acaba de conseguir en el Nou Camp.


Las galesas, en la puerta, se sumaron a la algarabía y también repartieron abrazos y arrumacos a diestro y siniestro. Entre tanto alborozo, nadie se percató de que Chicote, enloquecido, había cruzado la calle corriendo y, justo enfrente, entraba en un sórdido local llamado El Ciclotímico. Un borracho, que había presenciado toda la escena sentado en la acera, murmuró: "Que no le pase nada al cocinero... La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida..."

205 comentarios:

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Mariosila80 dijo...



Ratón, otra vez más, estás sembrado.

Para qué daré yo tantas vueltas alas cosas si se pueden decir con tanta brevedad.

No quiero que me mientan....pero si me van a mentir una vez sobre si me ven guapo o no.....prefiero que todo lo que me digan, sobre cualquier cosa, sea mentira....

Inaudito.

Taoteking dijo...

Pasaos a la nueva entrada y dejad el reservado libre a Kroma y a Txusi, que si no ponen mala cara.

jaburu dijo...

Manteniéndome en tu argumentario, si el chocolate tiene que llevar almendras, que sean las mejores...no sucedáneos.

Zoilberg dijo...

No, no...mi argumentario no es ese...es el tuyo, los extranjeros no son las almendras...es la leche, en lugar del cacao.

La pureza del chocolate no la dan las almendras.

No te confundas.

Mariosila80 dijo...


A ver...escribo aqui por no contaminar la otra entrada.

A ver, Arconte, creo que se confunde.

A mi, como a usted, alguna tableta de este chocolate no me gusta.

Pero, en realidad, la etiqueta que sale de fábrica no nos está mintiendo. Al menos, lo escrito en ella.

En la etiqueta de las tabletas que salían de la antigua fábrica ponía..."Nacido en"....y salvo alguna que otra, muy de tarde en tarde, era exactamente así.

En la nueva fábrica, y por cosas supongo que relacionadas con el rendimiento y la modernidad, las tabletas salen etiquetadas con un "Nacido en o formado en"....y el Director de Fábrica insiste en que el producto corresponde a esa etiqueta al 100%....

Lo que pasa es que usted, uno de los socios dueños de la empresa, sobreescribe en la etiqueta de la tableta...."Nacido en o formado en y llegado de forma natural y antes de los 15 años"....y luego se queja de que el Director de Fábrica obtiene producto que no corresponde con esa etiquetado....que solo el 98% de las tabletas lo cumplen....pero ojo...que las ha sobreescrito usted!!!....porque usted entiende que debe ser así porque así era antes....pero en la fábrica, en realidad, desde que se empezó a utilizar ese segundo etiquetado....nadie se ha comprometido a cumplir al 100% con lo que usted sobreescribe en cada tableta....

Luego me dirá que si es así entonces se podrá traer chocolate y sucedáneos de cualquier sitio con tal que sea suficientemente pronto para usarlo en la fábrica....y que para eso podemos fabricar chocolate uruguayo al 100% que es más barato y ya está.....ya....y seguramente la etiqueta seguiría siendo verdad.....pero el Director de Fäbrica, de momento, y esperemos que por siempre, no tiene pensado hacer eso.....

Como parte de los dueños de la empresa....solo le queda reunir a todos los dueños....y expresamente cambiar el etiquetado....y exigir a los sucesivos Directores de Fábrica que se ajusten a la nueva etiqueta en todas las tabletas.....si consigue poner a todos de acuerdo....en caso contrario....queda confiar en que el Director de Fábrica, elegido por los dueños, sea suficientemente consciente de la importancia de que, por muchísimo, la gran mayoria de tabletas sigan pareciéndose en su pureza a las de la primera fábrica....



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