Así comienza, en la versión televisiva de “Yo Claudio”, un supuesto poema épico dedicado a Octavio Augusto en conmemoración de la batalla en la que este derrotó a Marco Antonio y se convirtió definitivamente en el amo y señor del Imperio Romano.
Por alguna razón, esa frase –que creo que no parece en el libro- me viene a la cabeza cada vez que a una gran esperanza sucede una gran decepción, como le ocurrió a Marco Antonio en Accio. Como nos ocurrió a nosotros el 25, cuando embarcamos nuestra esperanza camino del Calderón para verla zozobrar 14 horas después, hundida en un Manzanares que, sin apenas calado para un patito de goma, fue sin embargo un mar embravecido para lo que a la hora de la verdad fue un frágil esquife zurigorri, con más vías de agua que agujeros tienen Bankia y la Comunidad de Madrid … que la nuestra no es la única Esperanza que ha naufragado estos días …
Pero de esto, de nuestro viaje, de esa pequeña intrahistoria que protagonizamos algunos anónimos zurigorris tal vez hable al final. Ahora toca hablar de la historia, de la triste historia que fue nuestra derrota con tintes de naufragio.
Y lo haré, plagiando a Plutarco, en forma de vidas paralelas. Y es que más allá de la frase que me ha venido a la cabeza, creo que hay algunos paralelismos entre Marco Antonio y Bielsa. Los dos son prestigiosos generales con un gran historial. Los dos se han enfrentado a quienes en el pasado fueron unos tímidos principiantes que parecían necesitar sus consejos (Octavio y Guardiola) para al final ser derrotados por ellos.
Al igual que Marco Antonio, Bielsa ha llegado a la batalla seducido por un Imperio venido a menos. Al igual que el romano, el rosarino ha visto que los pasados esplendores no garantizan un presente aguerrido. Los dos han sufrido que más allá de de un folklore copiado del pasado glorioso para ambientar la ocasión, pocas semejanzas había entre los veteranos de Tutmosis y los bisoños reclutas de Cleopatra; entre los gigantes de la historia zurigorri y los pálidos reflejos de la época actual, bien entrenados en la técnica, pero carentes de espíritu; y que además –desegañemonos- a veces luchan más por el oro prometido que por fidelidad a los viejos dioses, por más que a la entusiasta plebe de Alejandría y de Bilbao nos guste pensar lo contrario: los detalles que trascienden sobre las renovaciones dejan poco lugar para la lírica.
Frente a la copia, caricatura más bien, del pasado de Egipto, Octavio se presentaba con un original: el rodillo inmisericorde de la organización militar romana. Frente a la poesía de Oriente, la prosa de Occidente. Roma (La Masía) frente a Alejandría (Lezama). Vae Victis, porque no habrá prisioneros.
Marco Antonio se mató con su espada. Y eso llevó a la caída de Alejandría y al suicidio de Cleopatra, “última reina de Egipto”. También en esto puede repetirse la historia. Si Bielsa tira la toalla y se va –versión incruenta del suicidio- Urrutia se quedará solo, como Cleopatra. Si: ya sé que Josu tiene a Valverde como recambio, pero yo creo que si queremos dar continuidad a lo que ha sido solo un comienzo aunque algunos lo quieran juzgar ya como el balance final de una larga época; si alguien tiene que perseverar en lo que ha sido un ilusionante y sorprendente principio, este tiene que ser el artífice de lo que visto en perspectiva, más allá del declive de las última semanas, ha sido una metamorfosis casi milagrosa. Si: Bielsa debe seguir.
Pero para triunfar también tenemos que trabajar el otro lado del binomio. De nada sirve sacar a pasear los dioses o los símbolos de los faraones si los que tienen que empuñar las armas no tienen del espíritu de lucha de los viejos soldados más que la apariencia. Se me dirá que es trabajo del cuerpo técnico. Sí. Pero no lo estorbemos nosotros. A veces me pregunto si el bajo nivel de exigencia, el exceso de cariño que demostramos a los jugadores incluso cuando nos fallan (y no hablo de jugar mal) no es en parte culpable. Sobre todo cuando a la vez sus fallos no les hacen apearse de sus a menudo astronómicas pretensiones económicas. “Beti Zurekin”. Por supuesto. Pero no de regalo. Beti Zurekin para el Athletc eterno. No para los que no se lo ganen en el campo (y en los despachos). La afición nos hacemos muchos homenajes a nosotros mismos, y al encarnarlos en los jugadores que son los que los reciben de forma interpuesta, aunque no se los merezcan, lanzamos un mensaje que creo que no es el que hay que dar para que adquieran la madurez que hemos echado de menos estos días de sangre, finales y lágrimas.
Finalmente, quiero llamar a la calma. Oigo voces cualificadas que alertan de una posible eliminación de la previa UEFA que vamos a jugar en cuadro. Y opinan que eso acabaría de certificar que esta temporada habría sido un fracaso, muy bien envuelto en el oropel de las finales, pero fracaso al fin y al cabo. Discrepo. Aunque caigamos en Agosto, esta temporada ha sido un éxito. Me extendería más en esta idea, pero esta entrada es ya muy larga. Un ladrillo de los de antes de la crisis.
Y eso que aún no he hablado de la intrahistoria de la final. De esas inolvidables horas pasadas en compañía de mi socio, de algunos insignes clientes de este antro, y de los estupendos amigos pucelanos de Piston. Amigos zurigorris: si tenéis que ir a Madrid, pasad por Valladolid. Para volver, pasad también por Valladolid. Si tenéis que ir a París o Moscú, id por Pucela. Hagáis lo que hagáis, hacedlo por Valladolid. Igual tenéis suerte y veis lo que vimos, coméis lo que comimos, y sobre todo disfrutáis de la compañía que tuvimos.
Eso sí: que no conduzca Piston.