
Pocas arias tan famosas y menos escuchadas como ésta del “Fausto” de Gounod.
La razón es simple: no es famosa por interpretarse a menudo, sino por la cantidad de veces que aparece mencionada en los tebeos de Tintín; no en vano era el aria favorita de la Castafiore.
Estos días en el Euskalduna se está representando “Fausto” (por cierto: un tenor magnífico) y esta circunstancia hace que éste aria me venga pronta a la memoria cuando leo algo que me hace reír.
Y algo de eso me ha pasado cuando he leído en la web amiga un artículo publicado hace días en El País que, aunque celebrado por muchos foreros, a mí no me ha gustado.
El artículo en sí abunda en unos tópicos que veo repetirse a menudo en la web amiga, que en esto no hace sino reflejar unos lugares comunes que repiten a menudo ciertos periodistas, y de los que este artículo no es sino un enésimo ejemplo:
Que si el público de San Mamés es tradicionalmente cerril y gusta más de tuercebotas pundonorosos que de buenos futbolistas, para lo que se cita a Panizo, al parecer despreciado e incomprendido por el público de su época (público del que formaba parte mi aita, que siempre me habló de ese jugador como de uno de los que más le había gustado en sus aproximadamente 70 años de socio zurigorri)
Que sin embargo si hemos sido algo no ha sido por la entrega sino por la técnica de los Panizo, Gainza, Koldo Aguirre, Rojo, Argote, Sarabia ...
Que pese a ello estamos ciegos y alimentamos la épica tipo Belauste como argumento futbolístico favorito.
Que hemos llegado a la cúspide de ese desatino con Caparrós (al final estos alegatos históricos parecen únicamente destinados a darle palos al de Utrera) que desaprovecha una plantilla de finos estilistas (se cita a David López, Gabilondo, Susaeta, incluso a Ustaritz y por supuesto a Yeste) para jugar a un fútbol racial.
¿Plantilla técnica? ¿Esos son los panizos y Argotes de hoy? ¿Apelamos a la épica de Belauste y Zarra?
Llegado a este punto me acuerdo de “Fausto” y yo me río de verme tan bello en este espejo.
Para empezar, el correr hasta el agotamiento en busca de un objeto extraño (el balón) al que se desprecia una vez poseído -como hace Fausto con Margarita- no tiene nada que ver con el mito de Belauste, Zarra, Goiko, etc.
Aquello tenía más que ver con la ambición, la entrega, la agresividad (bien entendida) que con unos korrikolaris sin ambición y además más bien blanditos.

La épica zurigorri, en manos de jugadores y técnicos del Athletic 2009, se convierte, igual no siempre pero sí a menudo, en algo que tiene más que ver con los pollos sin cabeza que con esos magníficos futbolistas que han forjado nuestra historia y de los que se nos quiere dar una visión caricaturizada, tosca, primitiva y antifutbolística.
El correr sin fin de hoy en día es al Athletic eterno lo que los ramos marchitados con los que Siebel trata de conquistar a Margarita son a un espléndido ramo de rosas rojas.
Solo que nosotros no hemos encontrado el agua bendita con la que Siebel hace revivir su florecillas.
Y luego están las joyas, los finos estilistas. Yo me río. No cabe duda de que el espejo de El País (y no solo de ellos) está distorsionado.
Si en la ópera de Gounod Mefistófeles deja un cofre lleno de lujosas pulseras, pendientes y collares con los que deslumbrar a la pánfila (e interesada) Margarita, las finanzas infernales deben estar en crisis porque en vez de Panizos, Gainzas, Rojos y Argotes, las joyas con las que debemos adornarnos son al parecer Gabilondo, David López, Yeste ...
Sí. Me río de que a los athleticzales de hoy nos quieran hacer parecer bellos mirándonos en el espejo adornados con esas “joyas”.
Bisutería, más bien. Y si es triste que Margarita arruine su vida por el resplandor de unas verdaderas, peor sería que nos dejáramos seducir por el brillo de unas joyas falsas.
Y por si alguno tiene curiosidad, os dejo con el aria de las joyas: