Europa League, cuartos de final (ida): Athletic -Sevilla

La historia del Athletic es como un larguísimo camino en el que de vez en cuando, unas veces con más frecuencia y otras con menos, nos encontramos con un hito que señala que en aquel punto se produjo algún acontecimiento importante. El partido que mañana acogerá el campo de San Mamés, correspondiente a la ida de los cuartos de final de la UEFA Europa League, entre el Athletic y el Sevilla lo es. Este partido posee todos los ingredientes necesarios para ser considerado a priori con dicha excepcionalidad: por las esperanzas que la parroquia rojiblanca tiene puestas esta temporada en esta competición, porque está en juego el pase a la semifinal y por la dimensión del rival, el último campeón del torneo. Los ingredientes, sin duda, son de gran calidad, sólo falta por ver cómo sale el guiso final.

Se presenta el Athletic a tan importante test con algunas dudas más de las que podíamos imaginar hace apenas dos o tres semanas. Salvo el borrón de Cornellá, y el susto, aunque con el premio de la eliminatoria a favor, del partido de vuelta de octavos de la UEL en Mestalla, el mes de marzo fue una inyección de adrenalina para los aficionados: buen juego y victorias, varias de ellas por aplastamiento del rival. Los últimos tropiezos ligueros, ante Espanyol y Granada, han sembrado alguna incertidumbre sobre el actual momento del equipo. Las lesiones de Laporte, grave, y de Sabin, difícil de recuperar en lo poco que queda de temporada, han venido a añadir algunas sombras en la previa de la una eliminatoria ante un rival, el equipo hispalense, del que se espera la máxima de las dificultades. Por si fueran pocas las noticias poco halagüeñas, ante los sevillistas no podrá alinearse Raúl García por sanción. Estas circunstancias, sin embargo, no parecen obstáculo para que el aficionado bilbaíno siga confiando en un equipo que, al fin y al cabo, lleva superando serias dificultades todo el curso. La plaga de lesiones, muchas de ellas de jugadores básicos en el once titular, ha sido enorme desde la pretemporada. Lesiones, en varios casos, de cierta consideración, que han tenido a jugadores como Williams, Iturraspe, Rico, Muniain o Raúl García bastantes semanas en la enfermería. Aún así, con esas bajas, el equipo ha mantenido en todo momento un nivel competitivo bastante más que aceptable. Es a lo que hay que agarrase en este momento: quizás no están todos los que son, pero sí son todos los que están.

Del rival no vamos a descubrir gran cosa a estas alturas: se trata de un hueso muy duro de roer. Antes del sorteo de las eliminatorias de cuartos de final se hablaba mucho de la sensación de martillo pilón que estaba ofreciendo el Borussia Dortmund o de otros equipos con nombre, aunque quizás sin el lustre de sus mejores tiempos, como el Liverpool, del fastidio que sería tener que viajar lejísimos para jugar frente al Shakhtar Donetsk o tener que viajar cerca para hacerlo frente a un viejo conocido de la Liga como el Villarreal. Pero sospecho que en el ánimo de todos estaba tratar de que la fortuna no nos emparejara con el equipo más peligroso que había en ese bombo, el Sevilla. Desde hace unos años parece que ha tomado la medida a esta competición y ya ha logrado ganarla en cuatro ediciones. No es casualidad, obviamente. El club sevillano lleva algún tiempo conformando plantillas de enjundia, al menos para este nivel competitivo. Este año tampoco parece que llega con mal plantel, todo lo contrario: jugadores físicamente muy poderosos de medio campo para atrás y bastante veloces de medio campo hacia adelante y, sobre todo, jugadores que se desenvuelven perfectamente en cualquiera de los diversos registros tácticos que maneja su entrenador. Un rival muy duro ante el que el Athletic deberá dar lo mejor de sí mismo. La empresa será complicada, sin duda, pero en modo alguno imposible: si hay un equipo que sea capaz de aceptar este tipo de órdagos y salir airoso del envite este es el bilbaíno.

Post scriptum: No, no se me ha olvidado mencionarlo. Habrá quien malgaste sus energías en silbarle, habrá quien malgaste su precioso tiempo en increparle. No es mi caso. Ni siquiera, recordando al viejo Jupp Heynckes, voy a decir que me importa menos que un accidente de bicicleta en Pekin, porque entonces, aunque poco, ya me importaría algo y no es el caso. Como creo que no merece ni siquiera el desprecio de la afición, por mi parte, en lo que al desagradecido-que-todos-sabemos respecta, silencio. 

Me tomo un comprimido de estos después de cada comida y consigo que su presencia me la refanfinfle.