¿El Príncipe en Ibaigane?

No, no os asustéis. No anuncio una irrupción de don Felipe en el palacete de Mazarredo.

Me refiero a la obra de Maquiavelo, esa en la que esboza las características que ha de tener un estadista. Entre ellas no destacan la honradez o la ejemplaridad.

Me acuerdo de ese tratado porque en una entrada reciente hablábamos de perfiles de dirigentes.

Me refería yo a que parece que para ocupar las poltronas de la primera división hay que ser un poco, digamos, “especial” en cuanto a escrúpulos. E incluía a nuestra propia poltrona.

Algunos de vosotros contestabais en clave pragmática que no puede ser de otra forma. Incluso creí entender que no faltaban los que opinaba que, en el fondo no hay que ser utópicos: que incluso, por nuestro propio bien, no debe ser de otra forma.

Bien. Si es así, damos la razón a Maquiavelo y a un amigo mío que, al alertarle yo sobre la reputación de Lamikiz en la City, me refutó: “Eso es justo lo que necesitamos”

Pues yo niego la mayor.

Normalmente no es algo de lo que me guste hablar, porque sé de sobra lo que me vais a decir: que sí soy un ingenuo ... que si son cosas de mi moral judeocristiana ...

Pero hoy estoy envalentonado. No. Ser un chorizo no es que sea malo moralmente. Es que tampoco es bueno desde el punto de vista del pragmatismo.

Eso, en el fondo, está comprobado por los hechos. No hay más que mirar al citado Lamikiz. Su colmillo retorcido casi nos lleva a la ruina económica y deportiva. Y sí, igual aparte de eso sus características nos reportaron alguna ganancia en alguna negociación, pero ¿compensa?

Sorprendentemente, también la teoría dice que no.

Solemos decir que para sacar ciertos proyectos adelante hace falta mentir. Sin embargo creo que fue Lincoln el que dijo aquello de “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”

Esta frase, ¿es cierta? Parece que sí: los expertos en management suelen decir que los directivos sin escrúpulos pueden conseguir ventajas a corto plazo, pero que son nefastos a largo plazo, largo plazo que es importante, ya que aunque Keynes dijera aquello de “a largo plazo todos muertos” lo dijo en otro contexto y en referencia a otro tipo de “largo plazo”. Una organización -y el Athletic lo es- es una maratón, no una carrera de cien metros.

Y es que si en algo coinciden los gurús de la dirección de empresas es que un proyecto, el que sea, para triunfar en el tiempo, necesita un liderazgo que despierte la adhesión de las personas. Y pese a que nos queramos hacer los que estamos de vuelta de todo, es un principio asentado que el liderazgo debe ser ético para ser eficaz a largo plazo. La gente, los equipos no se adhieren a los que no despiertan confianza.

Al menos eso dicen cabezas respetadas en este campo. Pongo dos ejemplos, aunque podría buscar más:

Peter Drucker (probablemente, el teórico de la gerencia de empresas más influyente del siglo XX):

Los individuos con los que trabaja una persona se dan cuenta en pocas semanas si esa persona tiene integridad o no. Pueden perdonar a una persona muchas cosas: incompetencia, ignorancia, inseguridad o malas maneras. Pero no le perdonarán una falta de integridad.

Esto es especialmente cierto respecto a quienes están en la cabeza de una empresa. Porque el espíritu de una organización se crea desde arriba. Si una organización es grande de espíritu, es porque así son sus directivos. Si este espíritu decae, es porque la dirección degenera; como dice el proverbio: “Los árboles se mueren por arriba”. Nadie debería ser, jamás, nombrado para un alto cargo, a menos que los directivos estén dispuestos a mostrar el carácter de esa persona como un modelo para los subordinados.

Vicente Blanco, (director de la consultora Eurotalent y autor del libro “Lider con alas”):

Un lider, o al menos lo que las empresas necesitan como tal, es alguien que, esencialmente, consiga resultados, para ser más preciso, buenos resultados, pero basándose en unos valores y en una ética. Lo siento, pero en esto del liderazgo, a largo plazo, no vale todo ... el fin no puede, ni debe, justificar los medios si éstos no se enmarcan en unos principios o valores éticos.

Tomemos un sencillo ejemplo. El otro día, después de la jamada, Piston y yo compramos a medias un décimo y varias participaciones de lotería. Le fui a dar la mitad de las participaciones y a preguntarle quién quería que se quedara con el décimo y me contestó que me quedara yo con todo, que se fiaba de mí al cien por cien.

Bien. ¿Cuántos de vosotros haríais depositarios de vuestra lotería, sin nada firmado, a Lamikiz? ¿Y a Arrate? ¿Tal vez a Macua?

Y sin embargo, son muchos los que les votan.

¿Y qué es más importante para nosotros? ¿El Athletic? ¿O la remotísima posibilidad de que nos toquen los 150.000 euros de medio décimo del Gordo de Navidad?

Pero no es solo eso.

Nos quejamos del mal estilo que rodea al fútbol. De cómo el Athletic ha degenerado en ese sentido. De los agentes. De los padres de los cachorros. De las costumbres de algunos jugadores. Hasta de los modales de algunos empleados del club.

Si el espejo de Ibaigane devuelve la imagen del “todo vale”, ¿podemos pedir otra cosa?

¿Qué ascendiente moral puede tener Averías, por ejemplo, para llamar a capítulo a un jugador de la plantilla que se desmande?

Podría poner ejemplos como ese a manos llenas, pero no quiero hacer más larga esta entrada. Creo que su propósito de sembrar una semilla para la reflexión está cumplido.

Yo personalmente no quiero que el Athletic lo administre alguien a quien no confiaría un décimo de lotería. Me juego mucho, y es que el Athletic me importa. ¿Y a ti?