Franz Schubert compuso en 1827 un ciclo de lieder titulado Winterreise (Viaje de invierno). Basado en un conjunto de poemas de Wilhelm Müller de idéntico título, las canciones del compositor austriaco se zambullen en las reflexiones y los sucesivos estados de ánimo a lo largo del invierno de un caminante cuyo amor por una chica no es correspondido. Como puede suponerse, el invierno es la metáfora del artista para describir la soledad, la tristeza y la desolación de este hombre. El undécimo lied de la colección se titula Frühlingstraum (Sueño de primavera) y trata de las ensoñaciones que tiene el viajero sobre la llegada de la primavera y, junto a ella, del amor. Lo problemático es que, cuando despierta bruscamente del sueño, nada es real y la melancolía lo atrapa. Cuándo llegará al fin la primavera y podré tener en mis brazos a mi amada, se pregunta.
No hace demasiado tiempo que el Athletic aún viajaba por el frío y oscuro invierno de la presente temporada. Un invierno largo que comenzó allá por septiembre. Agosto fue un mes, futbolísticamente, otoñal: hubo días agradables, como fueron los de la eliminatoria europea frente al Napoli o ante el Levante en San Mamés, y días tormentosos, como el tropiezo en la primera jornada liguera, en Málaga. Luego, el invierno cayó como una losa, a plomo, en septiembre, mes en el que todo fueron derrotas o empates caseros. Y lo que, según como se mire, fue peor es que a los fríos resultados habría que añadir una tenebrosa falta de luz en el juego del equipo. Un largo invierno que, con los normales altibajos de esta estación, algún que otro día soleado entre tanto aguacero, ventiscas y nevadas, se ha extendido hasta mediado el mes de enero. Concretamente hasta el día en que el equipo rojiblanco cae derrotado en Villarreal, cerrando una semana en la que encadenó tres derrotas: dos en casa, contra el Elche (liga) y Celta (copa), a sumar a la citada en El Madrigal (último partido de la primera vuelta de la liga).
El inicio de la segunda vuelta coincidió con la disputa de la eliminatoria de cuartos de final de la copa frente al Málaga. Por esa época, finales de enero, aún no se sabía que el Athletic estaba entrando en su particular primavera, algo que aún tardaríamos semanas en percibir. De hecho, el nuevo ciclo arrancó con dos empates frente a los malacitanos que sembraban más dudas que certezas y, si bien, se consiguió superar la eliminatoria copera y ganar al Levante de nuevo en la liga, la incertidumbre era el estado que mejor definía a la parroquia zurigorri respecto a su equipo. Al igual que la llegada de la primavera coincide con los días cada vez un poco más largos, los aficionados trataban de ver que en cada partido se iba mejorando algo, aunque fuera poco, respecto del anterior. Pero no se acababan de ver las cosas tan claras como para asegurar que el invierno había terminado: una contundente derrota en casa frente al Barcelona, un triste empate en la ida de las semifinales de copa contra el Espanyol y una desesperante igualada ante un Granada con un jugador menos hizo que se temiera que el invierno en Bilbao sería aún largo y penoso. Si en ese momento la afición no cayó en la mayor de las desesperaciones, como el caminante de Schubert al despertar de su sueño, fue porque en el debut de la Europa League se obtuvo un meritorio empate ante el Torino en su campo y el siguiente duelo del campeonato doméstico, contra el Rayo Vallecano en La Catedral, se ganó.
La eliminación del torneo continental, tras caer derrotados en San Mamés en un partido en el que se hicieron algunas cosas muy buenas a la par de cometer unos errores de bulto, apenas tuvo tiempo para digerirse. En apenas tres días se visitaba Ipurua y lo que se imaginaba como un partido difícil de sacar adelante se convirtió en una victoria con cierta autoridad, con actuación estelar de algunos jugadores que, aprovechando las bajas que ese día sufría el equipo, reivindicaron su futura importancia en el nuevo tiempo que empezaba a vislumbrarse. Desde entonces, ya en el mes de marzo, todos los partidos que se han disputado se han contado por victorias, algunas de ellas tan importantes como la de Cornellá, que valió el pase a la final de la copa, o la gran exhibición en casa ante el Real Madrid hace un par de semanas. Visto en perspectiva todo este periodo, desde Villarreal para acá, el Athletic ha jugado catorce partidos y sólo ha perdido dos. Si centramos nuestro análisis sólo en la liga, se han disputado ocho jornadas de la segunda vuelta y únicamente se han dejado escapar los tres puntos en un partido, la fuerte derrota sufrida frente al ahora líder, el Barcelona. Se han empatado dos partidos y el resto, cinco encuentros, han sido victorias, las cuatro últimas consecutivas. Junto a los buenos resultados se han recuperado buenas sensaciones futbolísticas, se ha mejorado considerablemente la seguridad defensiva y crear ocasiones de gol y marcarlas ya nos una tarea tan dificultosa como lo era hace no demasiadas semanas.
Hoy viernes, a las 23:45 horas de la noche, se producirá el equinoccio de primavera. Algunas horas más tarde, mañana sábado a las 22:00 horas, el Athletic recibe en San Mamés al Almería. Un rival que está luchando en la zona baja de la clasificación y que, dado el estado de forma de los leones, invita a pensar que será un objetivo sencillo para sumar la quinta victoria consecutiva en la liga (hito que no se produce desde hace tres décadas, en la temporada 1984/85), alejarse definitivamente de cualquier mínima posibilidad de correr peligro por abajo y fijar la vista en el por ahora lejano séptimo puesto que expediría automáticamente, pase lo que pase en la copa, el pasaporte para Europa. Pero, aunque ya nadie duda de que la primavera zurigorri ha llegado para quedarse, todo el mundo es consciente de que en esta estación, de vez en cuando, se produce una tormenta que puede aguarle el día a uno. Esperemos que esto no ocurra y que mañana en La Catedral veamos a un Athletic tan alegre y bullicioso como un vals primaveral de Johann Strauss.