Las camisetas del Barça
Me rodean, me persiguen, aparecen en el momento más inesperado. Las llevan niños, adolescentes, adultos. Sudamericanos y moros; ochoapellidados y ucranianos de acogida. Da lo mismo.
Verlas en la TV, en sanfermines ó en un reportaje del tercer mundo me hace reflexionar sobre el poder del fútbol, pero descubrirlas en mi entorno a cada paso... no puedo, es más fuerte que yo.
Las camisetas son azulgranas, pero me ocurriría lo mismo si fueran merengonas.... claro, que por estos lares es bastante más complicado eso de descubrirse madridista (mira, ahora que lo pienso: casi le doy mas valor a los que se atreven a ir de blanco: al menos tienen que lidiar con cierta hostilidad nada disimulada, algo que aquí no sucede con los que se cubren con los colores culés).
Y esto sólo me ocurre con estos dos equipos: el otro día pasó ante mi un chaval con la camiseta del Betis, el nombre y número de Joaquín en la espalda, y me dieron ganas de besarle y aplaudirle... tiene huevos la cosa!. Y lo mismo con cualquiera que lleve los colores del Depor, el Cádiz o la Real, pongamos por caso.
Recuerdo que hace no tantos años aún me miraban incrédulos mis compañeros de otras provincias, cuando en la típica conversación facilona en la que cada uno iba descubriéndose ante los demás, confesaba ser del Athletic... “el de Bilbao, por supuesto”, (eso siempre hay que aclararlo en medio de la ignorancia general). Pero, oye, como que la respuesta no les vale... ellos insisten con un gesto de condescendencia (como si hubieras dicho que eras del equipo de tu barrio), “sí, vale, vale, ya..... pero del Barça o del Madrid?”, y entonces piensan que vas de borde porque afirmas rotundamente que te da igual: que yo soy del Athletic y punto... (Confesarlo: cuántas veces os ha pasado algo así?)
Y pasa que una, que ejerce su digna profesión todo el día en la calle, no puede abstraerse a semejante despliegue de barzelonismo, más aún en esta época de calores en la que el personal viste tan ligero.
La invasión es implacable: colegios, plazoletas... grupos de adolescentes desnucados hacia delante mirando el móvil, etc.... casi todos con el 10 de Messi a la espalda. Incluso padres ya talluditos empujando carritos de niño mientras hacen la compra.
Yo es que ya las huelo a distancia; a veces me sorprendo girándome para confirmar una intuición, mientras descubro a lo lejos la combinación maldita de colores. Creo que hasta he desarrollado un sexto sentido, una sensibilidad especial que me hace atisbar una camiseta azulgrana incluso a mi espalda. Y el efecto que produce en mí corroborar que efectivamente hay un nuevo culé en el barrio, en el bar, o en el colegio, es inmediato: irritación de entrada, después tristeza, y al final cierta sensación de derrota.
Si realmente existe el delito de odio, como dicen los políticos leguleyos, me temo que estoy bastante cerca de delinquir... pero bueno, por ahora dejémoslo en cierta rabia y aversión.