Son los años ochenta, Ronald Reagan ha llegado a la Casa Blanca y la Guerra Fría se recrudece. Es en ese contexto donde cobra especial importancia el llamado Directorio S de la URSS, un programa consistente en el reclutamiento, instrucción e infiltración de agentes soviéticos en territorio norteamericano. No se trata de una infiltración cualquiera, sino de la integración de esos agentes como si fueran unos ciudadanos normales: se les proporciona una identidad y se les construye una vida como americanos. Aunque los servicios de contraespionaje estadounidenses conocen la existencia del Directorio S, no son capaces de atrapar a ninguno de sus miembros y, aunque no lo saben, los tienen realmente cerca. Elizabeth y Phillip Jennings tienen dos hijos adolescentes, viven en Washington y regentan una agencia de viajes. Ni sus hijos, ni sus amigos, ni siquiera su vecino Stan, agente del FBI adscrito a la brigada de contraespionaje, tienen la menor idea de quiénes son realmente, ni qué actividades realizan clandestinamente. Elizabeth y Phillip son Nadezhda y Mischa, nacieron en la URSS y fueron reclutados, adiestrados e infiltrados por el KGB en los EEUU. Pertenecen al Directorio S, la crème de la crème del espionaje soviético.
Este es el argumento de una serie que está causando furor en la televisión estadounidense:
The Americans. Su creador,
Joe Weisberg, trabajó durante algún tiempo en el
Directorio de Operaciones de la
CIA. Podemos suponer, por tanto, que es buen conocedor de todas aquellas actividades que las diversas agencias de seguridad llevaron a cabo en tiempos de la
Guerra Fría. Sin embargo, recientemente se ha conocido la existencia de algunos documentos que darían un giro a esta suposición. A la luz de esta nueva información,
Weisberg no se habría basado en la hipotética existencia de un
Directorio S soviético para crear
The Americans, sino en algo de similares características hasta ahora desconocido: la infiltración masiva que desde hace décadas llevan a cabo los
servicios de inteligencia del
Athletic sobre los
centros neurálgicos de la
Real Sociedad. El nombre que en el
Pentágono han dado a esta operación es
The Txuriurdins y así consta en el expediente al que ha tenido acceso el
Equipo de Investigación del
Ambigú.
En el citado expediente, clasificado como de
alto secreto por la inteligencia norteamericana, aparecen numerosos nombres y fechas, así como el detalle de las operaciones que el llamado
Directorio Z (de
zurigorri) ha realizado en las últimas décadas. Sería prolijo relatar aquí todas ellas, por lo que nos centraremos en una de las acciones más audaces y arriesgadas: la
Operación Cervatillo. La estructura operativa del
Directorio Z es compleja y es casi imposible conocer con absoluta certeza el alcance de las decenas de enlaces, contactos y ramificaciones con las que cuenta, aunque todos confluyen en dos personajes centrales: el
General Mariosila y el
Coronel Contini. Ellos son los responsables últimos de todas las operaciones. Llevan años infiltrados en
Donostia, leen
El Diario Vasco mientras toman el café y, si es necesario, no dudan en comentar de forma entusiasta al camarero que
de Zubieta salen los mejores mediocentros de Europa o, si la situación así lo requiere, elogiar la crónica en la que
Madinabeitia glosa las hazañas de las neskas de la Real. Nadie sospecha de ellos en el mundo
txuri-urdin.
Hace algo más de un año saltaron todas las alarmas en el
Directorio Z: la
Real Sociedad había conseguido reunir a una
pléyade de estrellas futbolísticas en su primera plantilla y la clasificación para disputar la
Liga de Campeones parecía que sólo sería el primer paso de un largo y fructífero camino por el camino de la gloria futbolística. Las comunicaciones que llegaban desde las
altas instancias en
Bilbao reflejaban una inquietante preocupación, de manera que el
General convocó al
Coronel para hacer frente a tan dificil papeleta. Había que idear algo para que ese equipo con
marchamo de campeón cayera, irremediablemente y cuanto antes, en el abismo.
Mariosila y
Contini pensaron en
Loren, director deportivo de la
Real Sociedad, uno de sus más fieles colaboradores. Llevaba años trabajando para ellos y su labor siempre había sido encomiable, no en vano había sido el responsable de fichajes como los de
Sarpong o
Demidov, pero entendieron que estaba demasiado
quemado para afrontar la difícil misión que tenían entre manos. Recordaban que
Loren estuvo a punto de conseguir una jugada maestra cuando casi logra vender a alguna de las figuras del club y si finalmente esto no llegó a hacerse fue porque el
General paró la operación, al considerar que era mejor no poner en peligro más de la cuenta a su valioso agente: prefería seguir teniéndolo en la recámara antes que exponerlo en exceso.
Mariosila y
Contini repasaron su estrategia durante los últimos meses. A través de su red de contactos habían echado a rodar una
bola de nieve entre la afición: el entrenador,
Phillippe Montanier, era un
manta, un zoquete impropio del
equipazo que dirigía. En sus conversaciones cotidianas, como quien no quiere la cosa, dejaban caer que el francés no era digno de la inmensa calidad de esa plantilla y no dudaban en apelar al terror de sus contertulios cuando afirmaban que
con este tío acabaremos como el Athletic o peor. Esa labor de desinformación fue calando de tal forma que la figura de
Montanier empezó a verse con cierta desconfianza, cuando no con una abierta hostilidad. Al principio no sabían muy bien qué salían ganando influyendo de esta forma en la opinión pública, pero a finales de la temporada 2012/13 se dieron cuenta de que esa estrategia había sido un acierto para quitarse de encima cuanto antes a ese tipo, no fuera a ser que acabaran ganando algo con él. Fue entonces cuando pidieron a
Loren que aprovechara esa mala imagen del francés para
liquidarlo sin llamar mucho la atención.
Hazle una oferta al francés que sí pueda rechazar, le ordenó el
General Mariosila apenas concluída la temporada,
y prepárate para comunicar el nombre de su sustituto, pronto decidiremos quien será.
El reto de la cúpula del
Directorio Z en aquel momento consistía, por lo tanto, en buscar al mejor entrenador para sus intereses. Nacía así la
Operación Cervatillo. El primer candidato que se barajó fue el de
Bittor Alkiza, un antiguo
mercenario que fue contratado por una importante suma de dinero hace mucho y que tenía una inmejorable hoja de servicios como
agente de campo. Sin embargo, algo había en
Alkiza que no acababa de convencer a los oficiales de la inteligencia zurigorri.
Contini no se fiaba de él, sospechaba que podía ser un
agente doble y el hecho de su parentesco con un antiguo
cabecilla realista ayudaba a aumentar las incógnitas que su figura presentaba para el
Coronel.
Mariosila era más práctico y sólo se fijaba en el resultado final:
me da igual que llegara a nosotros como un mercenario que se vende al mejor postor, su trabajo a favor de la causa siempre ha sido bueno, pero lo que en realidad me hace dudar de él es que no tengo claro que sea el entrenador títere que necesitamos. De esta forma, la posibilidad de que
Alkiza fuera el elegido nació y murió casi en el mismo instante.
Fue en ese momento de incertidumbre, cuando
Mariosila pidió a
Contini que sondeara la opinión de los colaboradores con los que contaban dentro de la propia plantilla de la
Real Sociedad,
pregunta a nuestros contactos allí si tienen alguna sugerencia que hacernos.
Contini revisó sus archivos:
Zubikarai,
Ansotegi,
Iñigo Martínez... Dudó. Ponerse en contacto con ellos era arriesgado porque sabía que, debido a su procedencia, estaban siendo permanente vigilados por el contraespionaje blanquiazul. En ese momento, vio entre sus papeles una fotografía en la que dos jugadores,
Griezmann y
Zurutuza, aguardaban junto a una de las puertas de
San Mamés para ver un partido del
Athletic.
Buenos chicos... justo lo que estaba buscando, pensó
Contini mientras trataba de localizar sus números de teléfono. Mantuvo varias conversaciones con ellos de forma discreta y así obtuvo la solución al problema: había un entrenador que caería muy bien en la plantilla y que podía ser el que el
Directorio Z necesitaba para sustituir a
Montanier. Se trataba de un entrenador
de la casa, bertsolari aficionado y... bizkaino.
Excelente material con el poder trabajar, sin duda alguna.
A partir de entonces, los acontecimientos se precipitaron. El
General comunicó a
Loren que la decisión estaba tomada, el elegido era
Jagoba Arrasate, algo que sorprendió un poco al director deportivo, quien, en un rasgo de imprudencia rápidamente censurado por sus superiores, había hablado de un argentino llamado
Tata Martino o algo así. Después, el
Coronel se dedicó a la laboriosa tarea de aleccionar al nuevo entrenador, adiestrándole en su nueva función de agente infiltrado:
Sabemos que siempre has sido del Athletic y no queremos que nos decepciones. Puedes tomar el camino sencillo, que es hacer lo que te ordenemos, o el camino difícil, que es el que te arruinará la vida. De hecho, no puedes tomar ningún camino... Te limitarás a obedecer, a hacer sin rechistar cuanto te ordenemos. Y así fue como la
Operación Cervatillo echó a rodar. Varios meses más tarde,
Mariosila y
Contini se felicitaban por lo bien que estaban saliendo sus planes. Estaban tan satisfechos que dieron el visto bueno a
Loren para que
Jagoba Arrasate fuera renovado como entrenador de la
Real Sociedad por una temporada más.
Espero que no sea la última,
mi General, dijo
Contini entre risas.
De él depende, señaló Mariosila,
ya sabes que yo sólo pido una cosa: resultados. Si continúa en esta línea, seguirá; si no, acabará donde tú y yo sabemos. Y, súbitamente, como si de repente hubiese recordado algo, añadió:
Hablando de resultados, llama al bertsolari y dile que no queremos sorpresas en San Mamés el próximo domingo. El partido debe ser una fiesta zurigorri y todos esperamos una goleada del Athletic para acabar bien la temporada en casa. Así que ya sabe lo que tiene que hacer... Elustondo en el centro del campo y Seferovic arriba...