...con unos payasos que hacen muy poca gracia.
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Espectáculo garantizado: uno no sabe dónde mirar
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Me gustaría tener tranquilidad para ordenar mis ideas y convertirlas en una entrada esquemática y ordenada; pero me siento incapaz de hacerlo.
Lo único que puedo decir con claridad es que estoy muy preocupado. A la crisis deportiva, ya bastante grave de por sí, se une una crisis institucional sin precedentes. No es nuevo vernos en apuros con la sensación que ni en el banquillo ni en Ibaigane están las personas adecuadas. Pienso sobre todo en "los dos llamados años" en los que, con un para mí nefasto Lamikiz en la presidencia, vivimos sendas crisis deportivas con entrenadores que parecían incapaces de dar con la tecla para levantar a unas plantillas limitadísimas pero tal vez no peores que otras tres.
No voy a entrar en si Elizegi es peor o no que Lamikiz. Con Macua en el tercer cajón del podio, la distribución del oro y la plata como peor presidente de la historia entre esos dos sujetos se la dejo a otro. Pero con independencia de eso me temo que la situación actual es mucho peor. ¿Por qué digo eso?
Solemos referirnos al Athletic como una institución, porque lo es; y eso le da una especial fortaleza que definiría como la suma de una serie de intangibles construidos a lo largo de sus más de 120 años de historia: un saber hacer institucional, un arraigo social, una forma de ser Athletic en dirigentes, técnicos, jugadores.... y periodistas.
Por mal que lo pasáramos con el tándem Sarriugarte-Lamikiz, por ejemplo, aunque ya se notaba cierta decadencia en esa fortaleza de intangibles, uno al menos mantenía una cierta confianza en todo ese entramado.
Pero ¿qué queda de todo ello?
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Nuestro triunvirato |
No es ya que el entrenador lleve meses demostrando que ha llegado a una situación de bloqueo con su plantilla, ni que tengamos a un presidente que confunda el liderazgo con la repetición de frases sacadas de un calendario: es que además la dirección deportiva está en manos de alguien que todavía no sabemos que mérito acredita para ese puesto y que da vergüenza ajena cuando abre la boca. Es que la prensa se ha convertido en una camarilla de cortesanos que hacen propaganda en vez de periodismo. Es que el vestuario parece el camarote de los Hermanos Marx, con declaraciones extemporáneas de jugadores descontentos, reprimendas públicas de unos jugadores a otros, interferencias en el trabajo del entrenador y de la dirección deportiva, y exhibicionismos nada ejemplarizantes en unos momentos tan duros como los que la sociedad está viviendo este año. Encima tenemos un equipo directivo improvisado -la precampaña y campaña de Elizegi fue una mala comedia- que por si fuera poco al parecer está dividido y yo añadiría que desorientado, como parece confirmar el culebrón que se vivió ayer por la tarde con el "Caso Llorente"
Con el público de San Mamés confinado a efectos futbolísticos y la prensa mirándose al ombligo de sus intereses particulares, no veo cómo transmitir a este conjunto de malos payasos que no tienen gracia.
Me decís algunos de vosotros que esa labor la hacen las redes sociales, que el presidente las sigue de forma enfermiza y que eso le puede presionar tanto como las gradas de San Mamés. Lo dudo. Y además, ¿en eso radica nuestra esperanza? Pues cuidado, porque según donde mire, igual se nos vuelve terraplanista.
Quedaría la Asamblea de Compromisarios, pero más allá de que varios de ellos encuentren desahogo en soltar en público lo que muchos pensamos, no veo qué va a poder aportar al gobierno del Athletic. La influencia de la Asamblea, por caliente que resulte, durará lo que tarde en secarse la tinta del periódico del día siguiente, o igual menos.
Soy muy pesimista.
Hasta ahora el Athletic ha soportado muchas crisis gracias a esa robustez que he definido antes como una fortaleza hecha a base de intangibles; pero hasta la roca más sólida se termina desgastando por un goteo constante. Y aquí no hay un goteo: hay una manguera de agua a presión mezclada con arena. Convendría no olvidar que ese chorro lo abrimos nosotros cuando elegimos a un candidato cuya campaña electoral fue toda una exhibición de inconsistencia, contradicciones, vacuidad y falta de sinceridad a la hora de contestar preguntas incómodas.
¿Exagero? ¿Escribo influido por un momento depresivo de la ciclotimia propia de un aficionado al fútbol y de la que tanto nos reímos cuando la vemos en la la que llamábamos la web amiga? Eso espero. Los acontecimientos de las próximas semanas (parón, vuelta a los partidos, asamblea...) lo dirán.