Ha sido muy doloroso. En mi caso apenas me he repuesto.
De madrugada, supongo que como intento fallido de consuelo, me asaltó el recuerdo de mi presencia en la última recepción en la embajada de la RDA conmemorando la amistad alemano-soviética.
Aquel invierno Moscú, envuelto en nieve, brillaba. Tras la cena ministros, embajadores, generales, secretarios de partido, mariscales, héroes del trabajo socialista, bailarinas (en estos casos siempre abundan las bailarinas), científicos nucleares, diplomáticos, teóricos del marxismo y un largo etc ..buscaban conversación fundidos los labios a una copa de alcohol.
En medio de ese bullicio uniforme de roces y entrechocar de vidrios sonaba la música. Condecoraciones y medallas cubrían los inmaculados uniformes. A mis oídos llegaban fragmentos de conversaciones como olas a una playa…”Corea es bonita en primavera….el pueblo soviético se alegra enormemente de sus éxitos…eso se dijo en la última reunión del COMECON….es preferible un final terrible que un terror sin fin”….
De pronto escuché una voz familiar, el mariscal Zheleznov estaba a mi lado…”Qué fácil resulta identificar a quienes se les ha invitado a una recepción de este tipo por primera vez”. Volví la cabeza despacio y choqué con su mirada. Era conocido que aquellos ojos grandes y gélidos helaban la sangre de sus subordinados. Una mirada que más que mirada era una advertencia continua. Respondí a su mirada con la mirada que aprendí a cultivar en Kolimá y , como en un susurro, contesté…”Es más fácil, todavía, identificar a los que vienen por última vez”.
El Jueves también alguien tuvo su última vez. Yuri ya tiene su foto y sus señas. Ahora en Noruega ni siquiera hace frío y el viaje es cómodo.
No me sale decir nada de los nuestros. Al menos de momento.