Una liga más y van... Estamos empezando a perder la cuenta, nos hacemos mayores. Viejos, nos hacemos viejos, para qué andarnos con eufemismos. Esto no es una mala noticia en sí misma. Cumplir años, o ver pasar ligas, es mejor que su alternativa. Mientras podamos contarlo la cosa funciona. El problema es que este formato de temporadas futbolísticas non-stop que la postmodernidad nos ha ido imponiendo nos lo dificulta cada vez más. Y no es por falta de voluntad, sino porque el exceso de partidos, sin pausa, sin descanso, uno detrás de otro como una caravana de hormigas, hace que en la exigua memoria de la que disponemos -recuerden que nos estamos haciendo viejos y la matería gris tiende a menguar- se amontonen los datos, las imágenes, las emociones, las alegrías y las penas. Una avalancha de información que pone en peligro la supervivencia de nuestros humildes cerebelos. Es por esto que cuando hablamos de futbol hagamos uso de pequeñas tretas de autoprotección, como puede ser llamar el año pasado a la temporada precedente, aunque esta terminara hace un suspiro. Si fray Luis de León regresó a las aulas salmantinas con un ingenioso "decíamos ayer", qué podría decir el aficionado que el domingo vuelva a San Mamés. La gracia e intención del profesor agustino está en que volvía tras cinco años en chirona, pero es que hace poco más de tres meses que el forofo futbolero andaba atribulado con los últimos partidos de competición del curso anterior. Lo de ayer, desde luego, supone un lapso temporal demasiado largo en este caso.
Este fin de semana comienza la edición octogésimo séptima, o sea, la número ochenta y siete, de la primera división de la liga. Y el Athletic competirá en ella, igual que lo ha hecho en las ochenta y seis anteriores. Se dice rápido... y se piensa poco en lo que esto significa. Desde que se fundó la liga, en el año 1928, mucho ha cambiado el futbol y todo lo demás y muy pocas cosas se conservan desde entonces. Una de esas excepciones es el club bilbaino, que en las buenas, en las malas y en las regulares siempre ha estado ahí. Que casi un siglo después de aquella primera edición once aldeanos -a los que en algunos casos hay que añadir la consideración de tuercebotas- transformados en leones de piel zurigorri sigan estando allí, como el dinosaurio de Monterroso, debería ser motivo de orgullo. Si además ganamos partidos, dirá alguno, sería la órdiga. La primera oportunidad para ello será este domingo ante el recién ascendido Getafe. El hecho de que los leones hayan tenido que concentrar el trabajo de la preparación veraniega en un plazo menor debido a la premura de las eliminatorias europeas ante Dinamo de Bucarest y Panathinaikos puede parecer a priori una ventaja para el equipo rojiblanco, a quien se supone que acudirá más rodado y con el colmillo competitivo más afilado que su rival azulón. Sin embargo, en su contra puede jugar que no habrán pasado ni tres días desde que finalizó el complicado pleito disputado ante los correosos atenienses. Ante la posibilidad de que el Getafe haga valer una hipotética mayor frescura física, es más que probable que Ziganda introduzca varios cambios respecto al partido europeo del pasado jueves, con el riesgo que implica revolucionar demasiado un once que ha dado muestras significativas de que aún está en fase de hilvanado de las ideas del nuevo equipo técnico. La solución a estas incógnitas a partir de las 18:15 de mañana, con el arbitraje del andaluz Melero López.