¿Para qué...?

Un rápido vistazo a los miembros del staff técnico italiano nos dará una idea de lo que es este equipo. Junto a Marcelo Lippi, gran entrenador, se sientan en el banquillo azzurro tres o cuatro ayudantes a los que, si uno se fija bien, ya aparecen en grabados la época en que Rómulo y Remo ejercieran de mamones en los pechos de Luperca. Sentados a su vera algunos especímenes de homo antecesor, como Pirlo o Gatusso, debían estar echando de menos a alguno de sus habituales compañeros de correrías, pero este viaje los Del Piero y Totti no habían viajado, otra vez será. No se descarta que todos ellos, acompañados de algún jugador, como Buffon o Cannavaro, participaran en sucesos tan llamativos como el rapto de las Sabinas, más o menos son de la época. Si no fuera porque Yuri no descansa y siempre está al acecho, diría que la selección italiana es una gerontocracia, al estilo de las de Breznev o Andropov. Con ese cuerpo técnico en la banda, algunos reservas y un puñado de jugadores vetustos en el campo es evidente que no podemos esperar otra cosa de Italia que su futbol de siempre, añejo y rancio en cantidades industriales.

Por otra parte, tampoco debe preocupar mucho esta circunstancia, la de jugar bien o mal, al mundillo futbolístico italiano. Sus campeonatos mundiales o europeos no comienzan con el primer partido. Para ellos el torneo empieza en cuartos o, incluso, en semifinales. No hay que tener mucha imaginación para averiguar lo que pasó por la cabeza de los transalpinos cuando se celebró el sorteo del Mundial y se desveló su primer rival: ¿Para que…?

Los azzurri debieron pensar: ¿para qué preocuparse, si hagamos lo que hagamos estaremos en la siguiente fase? ¿Para qué mortificarse, si juguemos como juguemos siempre acabamos ganando… o empatando?

Así que, entre una pertinaz lluvia, Italia y Paraguay se vieron las caras en Ciudad del Cabo. Tuvieron mucho tiempo para vérselas, especialmente en una franja de treinta metros a derecha e izquierda de la linea de medio campo. Ahí se aburrieron de verse, de robarse el balón, de entregarselo amablemente, de pegarse alguna que otra patada, de preguntarse qué tal la familia y si este año, con la crisis, se iban de vacaciones a la costa o al pueblo, a ver a la suegra. Los porteros, lo justo, es decir casi nada. En la primera parte Buffon tuvo como más exigente intervención recoger el balón del fondo de su portería tras cabecear Alcaraz un saque de falta a favor del equipo guaraní. No sabemos si tan arriesgada acción le causó algún problema, porque fue sustituído en el descanso. Normal, nadie en su sano juicio le dice a un velociraptor que haga unas flexiones así en frío.

En la reanudación llegó la segunda intervención de un portero durante el partido. En este caso fue Justo Villar, el guardameta paraguayo, quien se erigió en protagonista regalando el empate a la squadra italiana. Nobleza obliga, si no has hecho méritos para ganar, lo justo, debió pensar el homónimo Villar es que empatemos.

Reparto de puntos, Italia comienza bien su preparación para el Mundial, veremos a ver cómo empieza, en cuartos de final. Y Paraguay a lo suyo, a no perder, de punto en punto hasta la victoria final.

Dos selecciones que, ante cuestiones trascendentes como si conviene jugar con un poco de ambición, con velocidad, con ritmo, siempre acaban cuestionándose:

¿Para qué?...