La pelota roja

Al pequeño Barrón, bajito y frágil,  nunca le gustó el fútbol. Ni mirarlo ni jugarlo. Su máxima hazaña balonpédica consistió en zancadillear al “gordo” Revuelta en aquella histórica final entre 7B y 7C a finales de la primavera de 1973. Felizmente el “hermano” Arteagoitia que pitaba el partido estaba distraído con su rosario y no pudo ver aquella entrada que, probablemente, evitó un gol seguro.

Nuestra mediocampo y delantera tenían completamente dominado el partido, y las instrucciones recibidas por Barrón eran muy claras. Desde el lateral derecho debía limitarse a molestar todo lo posible a los del “B” que por ahí se aventurasen y , el resto del tiempo, charlar con Ayala que estaba en la portería…”si alguna vez, Dios no lo quiera, el balón cae en tus pies…..Barrón, no lo dudes, tírala fuera”.

Pero , de repente, de aquella lejana polvarera que levantábamos en el centro del campo intentando dar una vuelta de tuerca al equipo rival, se desprendió un balón….que le cayó, como llovido del cielo,  al “gordo” Revuelta (a la sazón el Barrón futbolístico de 7B…solo que ellos preferían colocarlo de delantero)… que más que gordo era torpe….Revuelta, un 4x4, un armario empotrado que disfrutaba lanzando aquellos balones medicinales en el gimnasio a varios kilómetros de distancia, balones que yo no conseguía mover….. encaró con furia “lenta” nuestra área…su velocidad, ciertamente,  era descriptible, sí, pero la realidad es que nos pilló muy adelantados y aunque sudorosos corríamos hacia atrás…. la posibilidad de darle alcance tendía a cero…..En definitiva,  Revuelta se venía hacia Barrón….pareciendo un San Bernardo que fuera a comerse un caniche. Todos contuvimos la respiración.  

Bueno, a Barrón, coraje nunca le faltó….luego me dijo que había recordado mi sabio consejo…"la pelota pasa, el jugador no"….asi que lo encaró por un lado… y cuando lo tuvo a tiro le tiró una rastrera zancadilla que produjo el notable, imprevisto, azaroso y doble efecto de dejar la pelota entre sus pies y que aquel inmenso cuerpo de Revuelta, llevado por la energía cinética, volara varios metros cayendo sobre la arena como un pesado fardo.

Rápidamente recuperado de la sorpresa de estar no solo con vida si no en posesión del esférico, le vimos encarar por el lateral a todo lo que le daban aquellas piernas flacas de su infancia, que era bastante…..”!!!tírala fuera…Barrón….tírala fuera!!!”….le gritábamos….manifestándole así toda nuestra confianza.

 

Pero, sin duda, era el día de Barrón…..su gran día….cruzó lo que me parecieron extensos desiertos, frondosos valles, vadeó ríos y recorrió verdes praderas….hasta que extenuado alcanzó a ver la línea de fondo…..”éste se sale del campo con la pelota”….sentenció, mirándome Artabe….entonces le vimos mandar un “zapatazo” con aires de centro hacia el punto de penalti que no llegó siquiera al lateral del área….. y continuar su carrera hacia rumbos más lejanos para evitar que Revuelta le alcanzara y le matara, aplicando su particular sentido de la “justicia universal”.

Esa fue la última vez que Barrón jugó un partido de fútbol.

¿Cómo puede explicarse entonces que el juguete que más añore de su infancia sea una balón de color rojo y cuando digo rojo quiero decir rojo rabioso?. Creo que se lo regalaron por Reyes o por su cumpleaños o como premio por unas buenas notas…..en todo caso, una evidencia más de lo poco que algunos padres conocen a sus hijos.

¿Pero qué tenía aquella pelota de fantástico para provocar tanta nostalgia?. En realidad, nada. El no había pedido una pelota, no le interesaba el fútbol, habría con seguridad miles, millones de pelotas mejores, midiendo por cualquier parámetro. Más profesionales, más bonitas, más prácticas, más livianas, mejor cosidas, más simétricas. Pero lo cierto es que a Barrón le encantaba su pelota roja. Y asistía orgulloso a la plaza del barrio para ver cómo sus vecinos jugábamos con ella. Y cuando su pelota roja traspasaba la línea de gol no podía menos que levantarse del suelo, feliz, aplaudiendo emocionado, como diciendo a los cuatro vientos…”!sí, es ella, es mi pelota!”…..

Todavía recuerdo aquella funesta tarde en el Campo Volantín. “Venga, Barrón, déjanos la pelota, vamos a pegar unos tiros”….Barrón, orgulloso de que pidiéramos su adorado balón, nos lo entregó….tras unos toques de calentamiento….iniciamos un partidillo….me llegó suelta…la pegué con el alma….quizás la vez que mejor he “pateado” una volea……anonadado la ví alejarse….como un obus….traspasar los jardines….la barandilla y caer a la ría…..mientras todavía escuchaba las felicitaciones de mis colegas….”así se le pega, hombre…así se le pega”…..y veía el rostro compungido, en el que nacían las primeras lágrimas, de Barrón….

La corriente la fue arrastrando cada vez más lejos. Por un tiempo, aunque la pelota ya estaba perdida y ya nadie tenía la más mínima esperanza de recuperarla, Barrón y yo corrimos desesperado por la orilla, sin saber qué hacer. Luego seguramente, el cansancio, y el hambre,  ya era la hora de la merienda, nos impidió seguirla. La contemplé largo rato, mientras se alejaba….su color rojo la hacía fácil de distinguir aún a la distancia. Después, no la vimos más.

A veces, como anoche, todavía sueño con la pelota roja de Barrón. La veo flotar, corriente abajo, cada vez más lejos. Y veo , también, el dolor en su rostro, sus ojos húmedos….oigo, aún, resonar mis tibias palabras de disculpa, ofreciéndole a cambio mi Adidas blanco……y su lacónica respuesta final….”no, no….Juancar….no importa, si a mí el fútbol no me ha gustado nunca”.