¿Quién dijo miedo? Pues yo mismo.

Estos días atrás he estado repitiendo que estoy preocupado. Que aunque es algo más intuitivo que real, mis sensaciones sobre el futuro del Athletic son malas.

Os debía una explicación, y os la voy a dar.

En el camino queda un ladrillo que escribí ayer y que he descartado porque al releerlo me ha parecido un horror. Era un 50% más largo que éste. Así que imaginaos el estado en el que me encuentro. Bueno: al grano.

Creo que todos sabemos que nuestra llamada “filosofía” implica un cierto riesgo de que no siempre podamos alinear un equipo todo lo competitivo que quisiéramos.

A cambio, además de la satisfacción que nos da el que ese, y no otro, es el modelo de equipo que queremos, se debería producir una cohesión especial entre jugadores, público, e incluso sociedad, esa sociedad de la que los jugadores son reflejo, para bien y para mal.

Mirando a nuestro alrededor no es difícil ver que entre las nuevas generaciones abundan los que no han visto nunca ganar nada al Athletic (pronto los puede haber ya cuyos aitas tampoco lo habrán hecho) y que sometidos a un bombardeo mediático empiezan a no ver al Athletic como un “grande” y a portar camisetas de equipos que no son el nuestro; a admirar jugadores que no podrán nunca jugar en el Athletic.

Era evidente que era cuestión de tiempo que eso llegara incluso a Lezama, junto con una visión muy “profesionalizada” (en el mal sentido) de lo que es una carrera futbolística. El que desde Arrate hasta Macua hayamos oído muchas veces la frase “hay que gestionar al Athletic como a una empresa” es algo que creo que ha podido ayudar en esa dirección.

El resultado es que la viabilidad de nuestra “filosofía” y en consecuencia del Athletic (no me imagino a éste sin aquella) se puede comprometer, no por una camada limitada en lo deportivo, sino por la dilución o incluso desaparición de los valores positivos del modelo.

No obstante, no por eso hay que estar especialmente temeroso. Hemos elegido nuestro camino consciente y voluntariamente. Y mientras estemos razonablemente unidos alrededor de él directiva, técnicos, jugadores y público, podemos ir a cualquier parte, incluso a 2ª división, con la cabeza bien alta.

En ese contexto, aparecen en el Athletic Urrutia y Bielsa. En ese contexto, dos jugadores nuestros forman parte, aunque de manera marginal, de la primera selección española verdaderamente exitosa de la historia, en la que además se mezclan con los jugadores de dos equipos que, por una evolución perversa y antinatural del fútbol, levitan varios pisos por encima del resto.

Y se produce la temporada pasada. No exageremos. Nuestra idealización de esa temporada está basada principalmente en media docena de grandes partidos. Y terminó con una gran y doble desilusión.

A mi juicio, esto nos situó en una encrucijada. La temporada pasada se puede interpretar como la esperanza de un posible renacer zurigorri, o como la constatación de que somos un equipo perdedor que ha tocado techo.

Para que la lectura predominante fuera la primera, haría falta sobre todo una excelente gestión de los recursos humanos de la organización, lo que a su vez exigiría un clima de confianza y normalidad. De lo contrario, la temporada pasada podría ser hasta contraproducente a largo plazo, alimentando el deseo de salir de jugadores que se sientan grandes atrapados en un club pequeño.

Y, lamento mucho decirlo, pero desde fuera da la sensación de que la gestión de los recursos humanos es pésima, de que se han roto o se están rompiendo los canales de confianza entre directiva y jugadores, entre estos y el entrenador, entre míster y directiva, y del público hacia todos ellos. Todo ello en un clima enrarecido que dista mucho de lo que yo considero “normalidad”.

En resumen: me temo que se estén creando las condiciones para una “tormenta perfecta” que nos haga vivir a medio plazo una crisis parecida, o incluso peor, a la de los dos llamados años.

¿Culpables? Supongo que, en mayor o menor medida, todos los estamentos citados. Para establecer el orden de importancia habría que tener una información de la que carezco.

Pero sí tengo claro de quien es la principal responsabilidad de solucionar esto: de la Junta Directiva. Y tengo serias dudas de que esté a la altura del reto.

Me preocupan la aparente torpeza de sus trato con entrenador y jugadores, la aparente pasividad en momentos de crisis, la aparente rigidez de su modelo de gestión.

Me preocupan los rumores de que el hombre fuerte no formaba parte de la papeleta que deposité en la urna.

Me preocupan algunos movimientos que parecen dirigidos a convertir el Athletic en el “club de amigos de Josu Urrutia”.

Y también me preocupa el perfil del presidente. Intuyo en él una actitud peligrosa para lidiar este toro: la de ponerse a sí mismo como ejemplo, la de juzgar a todos por el alto estándar ético que él mantuvo en su día en sus relaciones con el Athletic y de reaccionar de una forma más visceral que racional ante los que no “estén a la altura “ de cuando él era jugador. Lo contrario de lo que necesitamos ahora.

En otro orden de cosas, también me preocupa la insistencia de entrenador y presidente de que no necesitamos ningún refuerzo. Pero aún confío en que esto sea una hábil táctica negociadora.